Editorial:

Servidumbre de Eureka

EL DIA 23 de marzo de 1983, el presidente Reagan lanzó la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDS), popularizada con el impropio nombre de guerra de las galaxias. La propuesta imperativa consistía en ir eliminando armas y misiles nucleares, sobre todo en el teatro de operaciones europeo, y sustituirlos por un escudo espacial que procuraría la defensa absoluta, para llegar al cual era necesario un desarrollo potente de la tecnología, útil para los usos civiles y para la guerra desde el espacio; en esta civilización hace ya muchos años que la inventiva, la industria y el progreso científico de gu...

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EL DIA 23 de marzo de 1983, el presidente Reagan lanzó la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDS), popularizada con el impropio nombre de guerra de las galaxias. La propuesta imperativa consistía en ir eliminando armas y misiles nucleares, sobre todo en el teatro de operaciones europeo, y sustituirlos por un escudo espacial que procuraría la defensa absoluta, para llegar al cual era necesario un desarrollo potente de la tecnología, útil para los usos civiles y para la guerra desde el espacio; en esta civilización hace ya muchos años que la inventiva, la industria y el progreso científico de guerra y paz van del brazo, pero esta era la primera vez que se exponía con claridad.Europa produjo inmediatamente tres reflexiones: una, la de que el desarme atómico la podía dejar inerme, y sin seguridades de que el escudo espacial funcionase sólo para ella en caso de ataque soviético. Otra, que no podría participar de la tecnología de Estados Unidos sin aceptar esa forma de estrategia global que la hacía doblemente dependiente. La tercera, la constatación oficial y pública de su retraso. En ese año de 1983, las cuentas del comité económico y social indicaban que la Comunidad había aumentado las inversiones en investigación y desarrollo, desde 1975, en un 25%, mientras tanto Estados Unidos había crecido el 40%, y Japón, el 80%.

La nueva situación suponía no sólo la comprobación de una decadencia, sino el pánico a que fuese irreversible: con la oferta de Estados Unidos se veía una fuga de capitales y de cerebros europeos. La respuesta fue la llamada Operación Eureka, propuesta por Mitterrand el 17 de abril de 1985. Los años transcurridos desde entonces hasta hoy, en que se celebra en Madrid la V Conferencia del Plan Eureka (España preside desde primero de año hasta el 30 de septiembre) no son enteramente positivos, excepto en la voluntad de unión y en la puesta en marcha de algunos proyectos muy interesantes. En primer lugar, hay que constatar que el desarme nuclear de Europa es casi un hecho, aceptado ya por todos los Gobiernos, y probablemente se está decidiendo en estos momentos en las entrevistas entre los titulares de Asuntos Exteriores de la URS S y de Estados Unidos, que preparan posiblemente una entrevista Reagan-Gorbachov para noviembre. En segundo lugar, la IDS está funcionando ya como aspirador de dinero y cerebros. El Plan Eureka está concebido de una manera neocapitalista, por la cual los proyectos han de ser investigados por empresas privadas con créditos del Estado y colaboración de la empresa pública (en España, cada uno de los veinte proyectos presentados por empresas recibe un 60% en créditos fáciles, y un 10%, a fondo perdido), y muchas empresas prefieren las garantías del IDS: esto se ha producido ya en el Reino Unido, RFA, Bélgica, Francia... Es un problema de dinero y de medios: en este continente hay menos dinero, y los centros de investigación están peor desarrollados. En tercer lugar, no todas las naciones que cooperan y firman la adhesión tienen objetivos iguales; siguen jugando los nacionalismos, las dudas en las aportaciones económicas, las divergencias entre las normas para dar paso a los proyectos, el miedo a la hegemonía de otros, las rivalidades comerciales. Algunas de las empresas que proponen proyectos lo hacen en concurrencia con otras, del mismo o de otro país, lo que da lugar a las características presiones, espionaje industrial, intentos de adquisición de influencias...

Sobre todo esto está tratando de primar una voluntad de ser. Con o sin disgusto, trabas y dificultades, los países europeos de Eureka -doce de la Comunidad y siete más adheridos- tienen la seguridad de que se trata de una última ocasión, y hasta alguno sospecha que la ocasión se ha pasado ya y que nunca se colmará el hueco entre este continente y Estados Unidos o Japón; según las leyes que separan los países más desarrollados, los menores, el clásico gap podría ir aumentando en proporción geométrica en el futuro. Aun con todo ello, Europa tiene que seguir adelante o aceptar su definitiva colonización: industrial y tecnológica.

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