TVE se come un toro

El sexto toro de la corrida televisada en Ciudad Real era un gordo-acochinado-brochoromo-manso toro que huía de los caballos y no había quien pusiera orden en el berenjenal de capotazos, carreras y polvareda en que convirtió el primer tercio. Responsables según la ley: Sánchez Puerto, matador a quien correspondía; José Mari Manzanares, director de lidia. De lo que ocurrió después los telespectadores se quedaron con las ganas de saberlo pues TVE, toricida voraz, se comió el toro, su lidia, su faena de muleta. Fundió la imagen a negro, pasó a careta y una voz en off avisó que había durado...

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El sexto toro de la corrida televisada en Ciudad Real era un gordo-acochinado-brochoromo-manso toro que huía de los caballos y no había quien pusiera orden en el berenjenal de capotazos, carreras y polvareda en que convirtió el primer tercio. Responsables según la ley: Sánchez Puerto, matador a quien correspondía; José Mari Manzanares, director de lidia. De lo que ocurrió después los telespectadores se quedaron con las ganas de saberlo pues TVE, toricida voraz, se comió el toro, su lidia, su faena de muleta. Fundió la imagen a negro, pasó a careta y una voz en off avisó que había durado demasiado la corrida y continuaba la programación. Aparecieron anuncios a manta...Como si la corrida no fuera programación también. Programada estaba. Lo que ya no se sabía es que le habían asignado un tiempo fijo los programadores. A los programadores de TVE alguien debería enseñarles que en una corrida la misma importancia tiene el último toro que el primero. 0 más, como ayer en Ciudad Real. El toro que se comió TVE se las traía. El subalterno Juan Espejo, que bregaba de firma supliendo las inhibiciones de los responsables, perdió pie y el gordo-acochinado-brocho-y-todo-lo-demás le pegó un volteretón tremendo. Afortunadamente no le pegó cornada pero el trastazo no se lo quitó nadie, y hubo de pasar a la enfermería. Allí se encontraría el pundonoroso Espejo con su colega El Lince, reparando un esguince que se: había hecho al caer también ante la cara del toro, a la salida de un par de banderillas en. el primero de la tarde.

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P. Domecq / Manzanares, Ojeda, Sánchez PuertoUn toro de Juan Pedro Domecq (ganadería anunciada) y cinco de Lorenzo y Alejandro García (3º y 5º, sobreros): terciados, sospechosos de pitones. Manzanares: pinchazo hondo y descabello (vuelta); pinchazo hondo y descabello (oreja). Paco Ojeda: estocada tendida bajísima y descabello (oreja); pinchazo y media (aplausos con algunos pitos y saluda). Sánchez Puerto: estocada y descabello (oreja); pinchazo, media y descabello (oreja). Salió a hombros. Corrida de Beneficencia, televisada en directo. Plaza de Ciudad Real, 15 de junio.

Cómo acabaría el sexto toro, qué solución daría Sánchez Puerto a su mansedumbre eran cuestiones que mantenían expectantes a los aficionados ante la pantalla de televisión cuando el diestro se doblaba por bajo muy torero. Y entonces, ¡el fundido en negro! Toreo y afición quedaban sumidos en tinieblas. ¿Y qué ocurrió después? Dice Efe: "Sánchez Puerto realizó una faena enorme de temple y valor". ¡Enorme de temple y valor, cielos! Es decir que, para colmo, fue la faena de la tarde. A ver, los programadores, vayan dando sus nombres.

En su otro toro, que tenía casta y genio, Sánchez Puerto unas veces perdía los papeles -cesión precipitada de terrenos al enemigo, voltereta, desarme- otras veces los recuperaba y cargaba la suerte, instrumentándola en el marco del más puro clasicismo. Sus compañeros de terna -figuras- no cargaban la suerte. Manzanares suplía el fuerte compromiso que manda la ortodoxia, con gusto al templar, ritmo al correr la mano; Ojeda, con parones de su especialidad y circulares de la especialidad de Dámaso González.

Los dos toreaban también con el pico. Repetía televisión las imágenes, con jubiloso propósito, y la evidencia del pico era un primer clamor; el segundo clamor, cómo citaba Ojeda con la muleta retrasadísima; el tercer clamor, el del propio público, que se entusiasmaba con estos alardes. Manzanares trazó finos derechazos a sus dos toros. Ojeda sólo pudo alardear, con el segundo, de amagar con el cuerpo y hurtárselo, sacando por detrás la muletaza para embarullarle las potencialidades intuitivas; pues el quinto no tenía el tundido cuerpo para jugar al escondite. Eso aún salió claro y propio en pantalla. Faltaban sólo minutos para que a TVE le entrara la voracidad y se comiera el sexto toro, el torero, su faena, su salida a hombros. TVE es un capricho de la creación.

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