Tribuna:FERIA DE SEVILLA

El toro de Sevilla

¡Vaya aburrimiento! Llevamos cuatro corridas de feria y un inmenso aburrimiento ha invadido, sin querer marcharse, la Maestranza. La culpa de ese inmenso aburrimiento la tiene, sin duda alguna, el ganado que ha salido por los chiqueros. Salvo alguna excepción, ganado mansurrón, descastado, con poca: agresividad y fuerza, ha sido la característica casi general de los veinticuatro toros que hemos visto lidiar.Cuando cambiamos impresiones con las personas que tienen alguna responsabilidad en el mundo, de los toros, generalmente, la respuesta es la de echarle la culpa a los veterinarios. El razona...

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¡Vaya aburrimiento! Llevamos cuatro corridas de feria y un inmenso aburrimiento ha invadido, sin querer marcharse, la Maestranza. La culpa de ese inmenso aburrimiento la tiene, sin duda alguna, el ganado que ha salido por los chiqueros. Salvo alguna excepción, ganado mansurrón, descastado, con poca: agresividad y fuerza, ha sido la característica casi general de los veinticuatro toros que hemos visto lidiar.Cuando cambiamos impresiones con las personas que tienen alguna responsabilidad en el mundo, de los toros, generalmente, la respuesta es la de echarle la culpa a los veterinarios. El razonamiento no puede ser más falaz. Como los veterinarios están mandando a la dehesa a aquellos toros que, a su juicio, no tienen trapío, cuando ,los que aceptan en segunda instancia no embisten, dicen: Claro, si los toros que nos han obligado a traer están fuera del tipo de la ganadería.

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Este no es el toro de Sevilla; con esta res no se puede hacer el toreo que gusta en Sevilla. Lo que llaman el toro de Sevilla no es un toro, sino un remedo fabricado para apenas ser pica do y banderilleado, y que aguante setenta muletazos. Y piensan que ese es el toro que le gusta al aficionado sevillano, por considerarlo con un pala dar especial para saborear el arte del torea. Lo cual, segura mente, es lo único cierto del sofisma de lo del toro de Sevilla. A los aficionados, cualesquiera que sea su procedencia, les gusta ver cómo un toro, por lo menos, toma tres varas, y sólo por excepción alguna menos. Y quiere que, en el primer tercio, al quitar varias veces del caballo, los tres espadas tengan oportunidad de competir en, distintas suertes con el capote.

Quiere que el tercio de banderillas sea completo y variado, y, finalmente, como lo bueno, si breve, dos veces bueno, no aguanta setenta muletazos, pues estos, forzosamente, tienen que ser malos, pues la cantidad está reñida Con la calidad.

Esta es la corrida ideal, y a ella debemos aspirar, aunque sea algo difícilmente alcanzable. Pero, si de entrada renunciamos a una parte del festejo, sacrificándolo todo a ver interminables y mediocres faenas de muleta, estamos mutilando la corrida de toros y empequeñeciendo nuestro espectáculo.

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