Crítica:

El mundo de Ignatius

Tormentos y delicias de la carne

De Fernando Arrabal. Intérpretes:

Joan Borrás, Xavier Martí, Diana Conca, Jordi González, Josep M. Farré, Bruno Bruch, José Castillo y Javier Serrano. Escenografía y vestuario: Joan Cruspinera. Dirección: Angel Alonso. Sala Villarroel, 20 de enero.

Nada más iniciarse la obra aparece una pértiga metálica, se acerca al personaje principal, Baltasar de Morales, mueve sus mandíbulas y emite un sonido que quisiera imitar la voz humana, pero que traiciona, a pesar de su acento chino, su origen informático. La pértiga le pide a Baltasar su ...

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Tormentos y delicias de la carne

De Fernando Arrabal. Intérpretes:

Joan Borrás, Xavier Martí, Diana Conca, Jordi González, Josep M. Farré, Bruno Bruch, José Castillo y Javier Serrano. Escenografía y vestuario: Joan Cruspinera. Dirección: Angel Alonso. Sala Villarroel, 20 de enero.

Nada más iniciarse la obra aparece una pértiga metálica, se acerca al personaje principal, Baltasar de Morales, mueve sus mandíbulas y emite un sonido que quisiera imitar la voz humana, pero que traiciona, a pesar de su acento chino, su origen informático. La pértiga le pide a Baltasar su carné de identidad -"es un control de rutina... puro trámite", dice- y hace mutis con esta frase: "¡No olvide la elección de esta noche!". La acción de control de identidad se repetirá en un par de ocasiones, y al final de la obra, después de que Joselito, el hijo de Baltasar, haya contemplado en el interior de su horno mágico al "presidente", un presidente que "está en las últimas" y "ha reunido a sus incondicionales en el Palacio de los Deportes", la pértiga metálica vuelve a hacer su aparición para comunicarle a Baltasar que "ha sido elegido solemnemente profeta". .La edición francesa de Tormentos... lleva un subtítulo que no deja lugar a dudas: Lefestin du roi Balthazar (Christian Bourgois, París, 1984). Así pues, Baltasar de Morales, el personaje arrabaliano, hermano gemelo de Ignatius, de La conjura de los necios, sería una reencarnación del último rey de Babilonia, rey licencioso que vio su reino invadido y dividido entre medos y persas, tal y como cuenta el profeta Daniel. Dejando a un lado la verosimilitud o no de la anécdota, lo cierto es que ese Baltasar de Morales, un "reaccionario de tomo y lomo", como le describe Arrabal, viene a ser una especie disparatada, elefantiásica, de lo que podríamos denominar un centinela de Occidente.

Nuevo giro

Un personaje que realiza su personalísima cruzada mediante la liquidación física de sus no menos pintorescos semejantes y su posterior reducción en albóndigas, que su hijo, Joselito, se encarga de vender en la calle.

Pero Arrabal no se limita a homenajear a Toole mostrándonos su personal visión de Ignatius Reilly y de su madre, Magdalena, en la obra de Arrabal, sino que lleva su admiración por el novelista de Nueva Orleans hasta el punto de hacer él mismo, Arrabal, una tierna, tiernísima incursión en el "sucio y acogedor" mundo de Ignatius, en esa especie de "vientre fetal y prostíbulo", bajo el disfraz de Joselito, hijo de Ignatius/Baltasar de Morales y nieto de Magdalena. Joselito, como es lógico, quiere deshacerse de su engorroso padre y acostarse con su abuela, de la que está enamoradísimo. Es un personaje puñetero y tierno a la vez, un soñador que se venga de la realidad, de la imposible realidad, viviéndola contra natura. Gracias a Joselito, a su incesto con una madre imposible, desconocida, una madre que se convierte en la abuelita, Arrabal se apodera, hace suyo el mundo de Toole, dándole un nuevo giro. Con Joselito y su mundo de planetas y luciérnagas amaestradas, orientado únicamente a deshacerse del padre y acostarse con la abuelita, surge todo un universo poético, personalísimo, que sitúa a esta pequeña obra, a ese divertimento, en una dimensión superior, más entrañable, vecina de otras creaciones arrabalianas.

Alonso ha visto bien, muy bien, la obra. Su trabajo de dramaturgia, al que he tenido acceso, es riguroso. Tanto él como Joan Cruspinera, el escenógrafo, han sabido crear un espacio mágico en el que la acumulación de desechos, ese mundo inútil, desguazado, tiene un sentido, tiene un valor totémico, por utilizar el acertado adjetivo de Cruspinera, y, al mismo tiempo, permite, por contraste, resaltar ese entorno poético en el que se mueve la relación de Joselito con su abuelita Magdalena.

La interpretación es tal vez lo más discutible. Joan Borrás, uno de los primeros actores del teatro catalán, es, indudablemente, el Ignatius/Baltasar de Morales de Arrabal. Cada cual tiene su Ignatius, pero es evidente que Borrás no lo traiciona ni un pelo. Borrás es Ignatius. Pero, y ahí está mi reproche, todo y siendo Ignatius, sigue siendo también Joan Borrás, ese actor cuya voz se repite machaconamente en múltiples espacios televisivos.

Joselito (Xavier Martí, que parece el sosia de Arrabal) me produjo una inmejorable impresión. En cuanto a Magdalena, la actriz Diana Conca ha sabido trazar un buen dibujo de la misma, sin cargar las tintas, si bien yo acentuaría un poquitín más su ambigua relación con su nieto, en el sentido de poner más de manifiesto aquel "soltarme y prenderme", aquel "huir y llegarse", por citar al clásico, que motiva al nieto Joselito. Quiero decir con ello que la relación entre Magdalena y Joselito puede aún mejorarse. Los demás intérpretes son muy flojos.

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