Tribuna:LA SITUACIÓN DEL CENTRO REINA SOFÍA

Objetivos prioritarios en un edificio hosco.

Debido a la importancia del proyecto y la excepcíonalidad de las circunstancias históricas que lo hicieron posible, nuestra opinión sobre el uso del Centro Reina Sofía se inclina por una opción desgajada de funciones pluridisciplinares y pedagógicas -que pueden estar ubicadas en otros organismos- en favor de actividades esencialmente creativas y museables. En el terreno de las artes plásticas, el objetivo prioritario debería ser, sin duda alguna, la creación de un nuevo y verdadero museo de arte contemporáneo que, constituyendo la médula y el fundamento del proyecto, sostuviera y comple...

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Debido a la importancia del proyecto y la excepcíonalidad de las circunstancias históricas que lo hicieron posible, nuestra opinión sobre el uso del Centro Reina Sofía se inclina por una opción desgajada de funciones pluridisciplinares y pedagógicas -que pueden estar ubicadas en otros organismos- en favor de actividades esencialmente creativas y museables. En el terreno de las artes plásticas, el objetivo prioritario debería ser, sin duda alguna, la creación de un nuevo y verdadero museo de arte contemporáneo que, constituyendo la médula y el fundamento del proyecto, sostuviera y complementara la actividad, también esencial, de las diversas manifestaciones temporales. El actual Museo de Arte Contemporáneo ha demostrado su ineficacia debido a la insuficiencia de sus colecciones, las características de un edificio inadecuado, la deficiencia de sus instalaciones y su periférica situación. Muchas de las actividades en principio imaginadas para ser cumplidas en un proyecto pluridisciplinar -diseño, museo de reproducciones, talleres experimentales y departamentos pedagógicos- podrían ser acogidas por el actual MEAC dentro de una reestructuración de sus funciones.Un museo nacional así concebido podría reunir, como punto de partida frente. al futuro, una selección muy rigurosa de los fondos del MEAC. Incluso si se realizara esta operación valiente y decisoria, es evidente que sería necesario establecer una política de adquisiciones con el fin de llenar las lagunas aun así existentes. El fundamento de la colección debería ser lógicamente el arte español del siglo XX -exclusivamente del siglo XX-, incluido dentro de los ciclos históricos en donde los artistas españoles estuvieron presentes. Tal labor debería en el futuro complementarse con la adquisición de obras características de artistas extranjeros pertenecientes a los mismos ciclos, no solamente con el fin de evitar un carácter marcadamente chovinista en la presentación, sino como manifiesto esclarecedor de situaciones -vínculos y correspondencias estéticas-, de aquellas situaciones excepcionales que hicieron posible, en lugar más favorable, un aporte específico dentro de los movimientos internacionales.

Un museo ideal, basado en una proposición de focalización a partir de ciclos precisos en los cuales el arte español se ha mostrado internacionalmente incisivo, debe imaginarse a sabiendas de que sus obras fundamentales fueron realizadas en su mayor parte en el extranjero. En el pasado -y todavía, aunque en menor grado, en el presente-, el artista español se vio obligado a emigrar para realizarse. Tal fatalidad ha tenido como resultado el hecho de que las obras clave del arte español realizadas fuera de nuestras fronteras estén ya situadas en los museos de arte moderno del mundo entero y no en los de España. Muchas obras significativas permanecen todavía disponibles, resultando evidente que conforme transcurre el tiempo será más dificultosa su adquisición. Este planteamiento cíclico tiene la ventaja de su justificación en la limitación. El arte moderno se ha constituido en movimientos complejos y alternativos, y la pretensión de reflejarlos todos sería tarea vana. Los artistas españoles más importantes participaron decisivamente en los movimientos fundamentales de nuestra época, y es hacia estas zonas de la creación plástica donde debería dirigirse el programa de adquisiciones.

Mientras las colecciones sean paulatinamente completadas, cabría la posibilidad de solicitar en préstamo ciertas colecciones -o ciertas obras concretas- a fin de que temporalmente cumplieran una misión complementaria. Ello no es imposible si la gestión fueran realizads de forma acertada, constituyendo una solución provisional atractiva.

El museo ideal

Este museo ideal, aunque todavía factible, debería centrarse en la presencia del Guernica, de Picasso, y de todas sus pinturas anexas, completada con la obra escultórica de Julio González y la significativa presencia de Miró y de Gutiérrez Solana, Esta zona central constituiría el elemento matriz de un museo en expansión; matriz, por tratarse -en el caso del conjunto del Guemica- de obras capitales ya presentes en Madrid, y central, por permitir la clausura de un recorrido histórico de recuperación y abrir el camino a formas expresivas contemporáneas y por tanto más accesibles. Mirando al pasado, la selección de obras y de nuevas adquisiciones podría polarizarse en los ciclos cubista, expresionista y superrealista, es decir, en los tres movimientos en donde la incidencia española fue mayor, teniendo en cuenta aquellas personalidades independientes y excepcionales cuya obra permaneció alejada de los mismos. Mirando al presente, y tras el ciclo de la guerra civil a que nos hemos referido, aparecería el ciclo de la posguerra, evidentemente dominado por la presencia del expresionismo abstracto, la aparición de formas figurativas o abstractas de carácter objetivo y las expresiones actuales.

No es éste el lugar para referirnos a la actividades complementarias de un centro de tal magnitud -un laboratorio de creación musical, un centro de documentación sobre el arte contemporáneo y un auditorio polivalente nos parecen esenciales-, siendo, en cambio, necesario llamar la atención sobre la necesidad de poder disponer de espacios temporales de carácter alternativo destinados a permitir manifestarse con dignidad a los jóvenes creadores. Si antes insinuábamos los peligros de una pedagogía mal entendida, deberíamos añadir como epílogo que debería ser el propio y ejemplar contenido del centro el que constituyera la verdadera fuente educativa, siendo asimismo soporte de la experiencia creadora. En todo caso, los diferentes departamentos que lo componen deberían disfrutar de una cierta autonomía, no solamente para poder mostrar las creaciones novedosas con generosidad en los espacios y libertad en las elecciones, sino también para no ser objeto de presiones extraartísticas capaces de imponer actividades indignas de su misión. Solo de esta forma el Centro de Arte Reina Sofía podrá ejercer una acción benéfica en la cultura española.

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