El trauma del convenio

Puede asegurarse que gran parte de los males del Ballet Nacional están en el estatuto fundacional de la compañía, que, sin inspirarse en otros modelos foráneos y tratando de ser original, plantea una estructura arbitraria que hace muy dificil compaginar la inevitable burocracia con el trabajo propiamente artístico. Por parte del INAEM no ha habido hasta hoy voluntad alguna de renovar estas normas, aunque se tiene la certeza de que son obsoletas.Los bailarines iniciaron hace casi tres años una batalla que finalmente ganaron: la obtención de un convenio laboral que los convertía en miembros vita...

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Puede asegurarse que gran parte de los males del Ballet Nacional están en el estatuto fundacional de la compañía, que, sin inspirarse en otros modelos foráneos y tratando de ser original, plantea una estructura arbitraria que hace muy dificil compaginar la inevitable burocracia con el trabajo propiamente artístico. Por parte del INAEM no ha habido hasta hoy voluntad alguna de renovar estas normas, aunque se tiene la certeza de que son obsoletas.Los bailarines iniciaron hace casi tres años una batalla que finalmente ganaron: la obtención de un convenio laboral que los convertía en miembros vitalicios del Ballet Nacional de España. Este convenio, a todas luces redactado por personas que desconocen la vida interna de las compañías de ballet, impide que se pueda trabajar al ritmo que pide, por naturaleza, la vida interior del montaje de ballet. La jornada laboral se reduce a 39 horas semanales, a todas luces insuficientes para quienes debían tener horarios intensivos en busca de calidad. En este sentido puede decirse que compañías europeas que suelen ser puestas como modelo de virtudes trabajan sin horario dentro de la temporada, sacando horas nocturnas para nuevas creaciones. Estas normas disciplinarias deben ser acatadas por todos, única fórmula que permite demostrar luego en escena el rigor con que se trabajó de puertas adentro. Un jefe espartano es lo que garantiza que nada falle luego de cara al público.

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Este convenio establece un horario más parecido al de una fábrica o un banco que al de una agrupación artística. Todas las compañías de danza suelen disponer de la flexibilidad de los contratos anuales -incluso para el personal directivo-, lo que permite renovar (para mejor, claro está) el parque de bailarines. El convenio del Ballet Nacional fue aceptado por el INAEM sin tener en cuenta criterios especializados, y es hoy la pieza de tropiezo inlás grande para conseguir sentar de nuevo en la misma mesa a bailarines, dirección y administración con el único interés de mejorar la danzá clásica en España.

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