Tribuna:UNA VOZ INSOBORNABLE

Del hombre al símbolo

Fue, junto con Salvador Espriu, el símbolo de una resistencia. Y lo fue desde un reducto editorial -Montaner y Simón- en donde colaboraba en la empresa colectiva de la traducción / adaptación del diccionario de literatura Bompiani (1957-1963). Junto a personalidades tan distintas como Sergio Beser, Joaquín Marco o Martín de Riquer, Joan Oliver, que había regresado del exilio chileno en 1947, se siente rodeado y apreciado. Y, por encima de todo, se siente escuchado, dato importantísimo, ya que Joan Oliver pertenece a la raza de los escritores orales, predicadores de la idea y de las idea...

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Fue, junto con Salvador Espriu, el símbolo de una resistencia. Y lo fue desde un reducto editorial -Montaner y Simón- en donde colaboraba en la empresa colectiva de la traducción / adaptación del diccionario de literatura Bompiani (1957-1963). Junto a personalidades tan distintas como Sergio Beser, Joaquín Marco o Martín de Riquer, Joan Oliver, que había regresado del exilio chileno en 1947, se siente rodeado y apreciado. Y, por encima de todo, se siente escuchado, dato importantísimo, ya que Joan Oliver pertenece a la raza de los escritores orales, predicadores de la idea y de las ideas. Terra de naufragis, título significativo de 1955, expresa todavía la frustración pesimista de un agnóstico. Y, en cambio, Vacances pagades (1960) aparece ya como un texto lúcido de quien no quiere pactar ni con la resignación ni con el edulcorado misticismo de una nueva versión maragalliana de la catalanidad. La nueva obra de Oliver (que, no lo olvidemos, ya tiene 60 años) conecta con la ofensiva ideológica antifranquista más seria desde el final de la guerra. Coetáneo de Vacances pagades es La pell de brau, meditación sobre el futuro colectivo de Sepharad (España), de Salvador Espriu. Josep M. Castellet y Joaquim Molas, en una célebre (y discutida) antología programática, consideran ambos libros como la base de una nueva propuesta ideológico-literaria de quien critica a la clase a que pertenece -la burguesía- y, desde el deshaucio de la misma, propone nuevas pautas de combate colectivo. ¡Ojo, sin embargo! El combate que Oliver propone es, ante todo, ético, moral. En adelante, Oliver se convertiría en el símbolo y portavoz de una protesta de la que nunca había sido ajeno.Último sarcasmo

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Sin pasaporte, Joan Oliver ostenta el cargo de presidente español del Pen Club. Su obra es traducida al castellano. Y alguno de sus poemas, con sarcásticas alusiones a los 25 años de paz franquista son publicados, desde el exilio par¡siense, como alegatos contra el régimen.

En 1970, recibe el Premio de Honor de las Letras Catalanas, en su segunda edición. En el acto de entrega, Joan Oliver felicita, en el discurso de acción de gracias, a sus acreedores, muchos allí presentes, que con el importe del premio podrán recuperar el dinero que les adeuda.

Hasta 1977 no recuperará Oliver el pasaporte. Y mucho menos el sentido de la adaptación a la nueva circunstancia. Si fue duro con el franquismo, no baja la guardia con la transición, a la que calífica de farsa irritante. Incluso en el homenaje, con ocasión del 802 aniversario, Oliver aprovecha un homenaje para lanzar críticas demoledoras contra los inconfesables compromisos y claudicaciones de los allí reunidos.

Joan Oliver muere sin claudicar. Le acompañarán en el sepelio mercaderes de un templo del que Oliver les hubiese expulsado sin piedad. ¡El último sarcasmo de su vida!

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