Crítica:

Dos biografías de mujeres célebres

OCTAVI MARTI, ENVIADO ESPECIAL

La selección oficial del 29º Festival de Cine de Cannes ha ofrecido, en un mismo día, dos películas radicalmente distintas, pero con dos películas radicalmente distintas, pero con dos elementos comunes muy importantes: biografían a personajes femeninos célebres y ambos hablan de fe y mística. Se trata de Thérèse, de Alain Cavalier, y Rosa Luxembourg, de Margarethe von Trotta.

En el primer caso, la heroína es la santa de Lisieux; en el segundo, la célebre dirigente revolucionaria alemana fundadora del grupo espartaquista. Los dos...

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OCTAVI MARTI, ENVIADO ESPECIAL

La selección oficial del 29º Festival de Cine de Cannes ha ofrecido, en un mismo día, dos películas radicalmente distintas, pero con dos películas radicalmente distintas, pero con dos elementos comunes muy importantes: biografían a personajes femeninos célebres y ambos hablan de fe y mística. Se trata de Thérèse, de Alain Cavalier, y Rosa Luxembourg, de Margarethe von Trotta.

En el primer caso, la heroína es la santa de Lisieux; en el segundo, la célebre dirigente revolucionaria alemana fundadora del grupo espartaquista. Los dos filmes van totalmente a favor de sus personajes, confundiéndose el punto de vista de los cineastas con el de sus heroínas.

En Roxa Luxembourg juega un gran papel el mundo exterior, la información histórica, la. descripción precisa de los ambientes en que vivió, buscándose siempre la relación de causa-efecto entre los estados de ánimo de la protagonista y el devenir social. Y viendo esto, dos filmes tan convencidos de lo que cuentan. Rodados en una época en que todas las convicciones andan tambaleantes, es difícil pensar si no hubiera sido mejor que las películas hubieran intercambiado sus estilos, de manera que la experiencia mística de Teresa encontrara siempre el contrapunto de la cotidianidad, se impusiera a una realidad desfavorable, que nada tendría que ver con la pía iconografía que Cavalier, con gran talento y un deje ole bressoniano relamido, ha levantado para proteger a su santa y hacer de su nada - una iluminación insensata, una tuberculosis galopante, el deseo de " ser santa en secreto"- una experiencia de comunicación con Dios plenamente satisfactoria y creíble.

A Margarethe vonTrotta, la directora de Rosa Luxembourg, le hubiera tocado entonces situar a la líder de la izquierda alemana en un espacio imaginario, un mundo en el que sus palabras se perdiesen en el vacío, en el que todos sus gestos acabaran por ser como escribir en el agua. Porque en la Alemania de hoy, ¿qué memoria queda de los espartaquistas, cómo es posible relacionar al prosoviético y diminuto partido comunista con aquella facción radical de la socialdemocracia? Esa opción de contar a Rosa Luxemburgo desde dentro la ha intuido la directora y las mejores secuencias son las que muestran a Rosa en la cárcel, cuidando un pequeño jardín, o en su casa, hablando con el gato.

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