Tribuna:

Nada Niní

Nada, Niní, nada en tu muerte, un poco menos fúnebre que tu vida; nada, vieja virgen inversa de esta tribu con pretensiones, o sea, eso que los carlistas llamaban "la farsa del madrileñismo". Nada, Niní.Venías de Fernando de Rojas, eras ya como la abuela de Quevedo, fíjate si eras antigua, Niní, y no estoy tratando de ponerte años, sino de quitarte siglos. La palabra alcahueta no iba contigo, porque eras otra cosa, eras una esteticista del mal, que es el bien, y a mí me reñías siempre por llevar el pelo tan largo:

-Ese pelo, Umbral...

Gracias, Niní, tenías razón; mañana me corto ...

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Nada, Niní, nada en tu muerte, un poco menos fúnebre que tu vida; nada, vieja virgen inversa de esta tribu con pretensiones, o sea, eso que los carlistas llamaban "la farsa del madrileñismo". Nada, Niní.Venías de Fernando de Rojas, eras ya como la abuela de Quevedo, fíjate si eras antigua, Niní, y no estoy tratando de ponerte años, sino de quitarte siglos. La palabra alcahueta no iba contigo, porque eras otra cosa, eras una esteticista del mal, que es el bien, y a mí me reñías siempre por llevar el pelo tan largo:

-Ese pelo, Umbral...

Gracias, Niní, tenías razón; mañana me corto el pelo. ¿Y a qué ha aspirado uno, como cronista/memorialista de este Madrid que pasa o nos pasa, sino a escribir la necrológica de Niní Montián, a este último ejercicio de prosa canalla y apresurada, donde hay que sugerirlo todo sin contar nada, porque estás aún de cuerpo presente? Tú, Niní, que llevabas tantos años de cuerpo ausente, de ser sin tiempo, de ser y nada. Hay que escribir tu necrológica, Niní, sugiriéndolo todo sin contar nada, porque eras incontable, en todos los sentidos de la palabra. La madame del franquismo, la que pobló de mujeres imaginadas aquel sistema sin imaginación.

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-¿Una ya entrada que salía en las revistas, joven?

-Sí, ésa; supongo que dice usted ésa.

-Pues parecía una señora. Qué digo, toda una señora. Por lo menos, una madame.

-Eso, vecina, una madame.

Yo venía de un motín anti/ OTAN, Niní, en Fuenlabrada. Tú llevabas varios meses amotinada contra la muerte, Niní, o con la muerte amotinándose contra tu vida. Ya sabes que nunca -tantos años- nos llevamos bien ni mal. Sólo lo justo. Y qué injusto me parece ahora lo justo, Niní. Eras una compañera, una colega, una periodista, una columnista, estabas cada día más cerca de uno, Niní, o uno más cerca de ti. Hacíamos lo mismo, Niní, sólo que tú mejor, más por "de dentro". Uno no sabía muy bien lo que quería de esta vida, en este oficio, Niní, uno no sabía cuál era la culminación por arriba o por abajo, la cumbre hacia adentro del oficio: y era esto, Niní, escribir tu necrológica mientras ceno pollo frío y champán, como a ti te hubiera gustado. Ya hemos tocado fondo, amor; tú con la vida y yo con la muerte, ya no podemos caer más alto y subir más bajo, ni tú ni yo, Niní. Hemos coincidido, al fin, en la pasión nada acanallada por lo canalla. A ti te dio más dinero lo canalla, Niní, dicen, y a mí me ha dado más aureola, dicen. Por eso nos envidiábamos uno al otro. Pero tú no eras criatura para morirte, sino para que te matasen dentro de un tango, chica. Lo siento, Niní: te has muerto de clínica y edad, como una rentista del papel de viudas. Alguien tenía que haberte matado, Niní. Por caridad.

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