Crítica:'BALLET'

Hallazgos con el cuerpo

Cinco cuerpos, cada uno perfecto en sí mismo. Cinco esculturas vivas de fibra tensa que hacen disfrutar la plástica de sus líneas.Como espectáculo interdisciplinario es bueno ponerle límites a esa participación de distintos géneros de labor escénica, pues tienen sus peligros al acercarse al pastiche confiando en la holgura del saco de su estilo, pudiendo, por un lado, derivar hacia un chiste gestual fácil o recurrir demasiado a la espectacularidad calisténica que les permite su físico. Las evoluciones demuestran ya a primera vista una muy buena preparación, basada en la resistencia y la...

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Cinco cuerpos, cada uno perfecto en sí mismo. Cinco esculturas vivas de fibra tensa que hacen disfrutar la plástica de sus líneas.Como espectáculo interdisciplinario es bueno ponerle límites a esa participación de distintos géneros de labor escénica, pues tienen sus peligros al acercarse al pastiche confiando en la holgura del saco de su estilo, pudiendo, por un lado, derivar hacia un chiste gestual fácil o recurrir demasiado a la espectacularidad calisténica que les permite su físico. Las evoluciones demuestran ya a primera vista una muy buena preparación, basada en la resistencia y la elasticidad, apuntando con ironía hacia las convenciones del aprendizaje balletístico. Esto queda presente con chispazos, que, aun satirizados, están muy bien hechos (un salto, una vuelta en el aire, una pirueta doble). Sólo falla la danza propiamente dicha en el número de demostración acrobática de Alan Boeding con la escultura cinética de su propia creación.

Momix Dance Theatre

De Estados Unidos. Con Ashley Roland, Morleigh Steinberg, Alan Boeding, Daniel Ezralow y Jamey Hampton. Director técnico: Kevin Dreyer. Música: Georgia Sea, Insland Singers, Peggy Lee, Keith Jarret, Ravel, Debussy, Brian Eno y Roy Finch, entre otros. Teatro Principal. Valencia, 26 de febrero.

Aunque por momentos se suaviza, olvidando su origen deportivo para conseguir poses muy fluidas.

Se agradece. la pausa bailada de Fever. Es como un respiro en la trepidante acción. También ejerce una función sutil: enlazar otros números que sin ella aparecerían inconexos, como dar lugar a la ya clásica escena del borracho y su alfombra, uno de los cuadros rescatados con muy buen criterio del anterior espectáculo visto en España.

El espectro musical que usan es tan variado que hay para todos los gustos. La estructura coreográfica está muchas veces armada a partir de la sugerencia de un tema sonoro. Con Momix se debían organizar conciertos multitudinarios para los jóvenes. Si Sting, por ejemplo, es capaz de infundir entusiasmo y predilección a esos jóvenes por un sonido de elite, Momix haría seguramente lo mismo en cuanto al movimiento. Su frescura, humor y dinámica llegarían sin dificultad a un público novato que quizá no soportaría un Lago de los cisnes (¡nunca se sabe!) pero que tiene el baile en un lugar destacado dentro de sus medios de expresión. Conviene decir quiénes son y de dónde han salido estos chicos. Pilobulus es el nombre clave. Con esta agrupación conviven a unos 200 kilómetros de Nueva York en una granja cerca de Connecticut, donde disponen de equipos de grabación y estudios de danza. Daniel Ezralow, el más espectacular, fue bailarín principal en la compañía de Paul Taylor; Ashley Roland viene del mundo de la gimnasia de competición; Jamey Hampton se formó en Pilobulus, y Alan Boeding estudió escultura, y el móvil con que baila salió de una maqueta que luego amplió hasta incluir la figura humana. Nunca pensó en bailar, pero hace tres años probó a meterse dentro de la escultura y después ya no ha salido nunca de ella: es su partenaire cada noche.

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