Bianciotti, Heller y Coetzee obtienen en Francia los premios Fémina y Médicis
Tres premios literarios de importancia fueron concedidos ayer en París a otros tantos extranjeros: el argentino Héctor Bianciotti recibió el Premio Fémina por su primera novela en francés, Sin la misericordia de Cristo. El norteamericano Joseph Heller recibió el Premio Médicis para libros extranjero por Dios sabe. Y el surafricano J. M. Coetzee, el Premio Fémina para libros extranjeros por Michael K., su vida, su tiempo.
El francés Michel Braudeau recibió el Premio Médicis por Nacimiento de una pasión, en tanto que el Médicis de ensayo fue otorgado al fra...
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Tres premios literarios de importancia fueron concedidos ayer en París a otros tantos extranjeros: el argentino Héctor Bianciotti recibió el Premio Fémina por su primera novela en francés, Sin la misericordia de Cristo. El norteamericano Joseph Heller recibió el Premio Médicis para libros extranjero por Dios sabe. Y el surafricano J. M. Coetzee, el Premio Fémina para libros extranjeros por Michael K., su vida, su tiempo.
El francés Michel Braudeau recibió el Premio Médicis por Nacimiento de una pasión, en tanto que el Médicis de ensayo fue otorgado al francés Michel Serres por Los cinco sentidos.
Al premiar a Héctor Bianciotti, de 55 años, argentino residente en Francia desde 1961, el jurado del Fémina saluda a un fenómeno infrecuente: la adopcíón por un escritor de un nuevo idioma. Sin la misericordia de Cristo es una tentativa de "reparar la ruptura del exilio". El narrador relata la vida de una argentina exiliada en París.
Dios sabe es una historia tragicómica del rey David, contada por el norteamericano Joseph Hiler, de 62 años, con impudor, insolencia e indecencia.
Michael K., su vida, su tiempo, de J. M. Coetzee, de 45 años, se desarrolla en Suráfrica, territorio atormentado por una lucha sin misericordia. Michel K., simple funcionario municipal disminuido, agotado por el clima de terror, emprende un viaje a través del país, a la búsqueda de un paraíso imaginario. Acorralado por la máquina totalitaria, se refugiará en la soledad, negándose a comer y beber, hasta morir.