Tribuna:MEMORIAS DE UN HIJO DEL SIGLO

Franco

Los chicos teníamos una pequeña libreta con fotos de Franco levantando el brazo en saludo. En cada foto, el brazo estaba un poco más alto o un poco más bajo, hasta dar la idea de movimiento, si se pasaban las hojas muy deprisa, dejándolas deslizarse por el dedo pulgar. Como España ya no tenía Imperio, los militares imperialistas, como Franco, se iban a Marruecos a probar su valor y perseguir algún ascenso. Marruecos suponía unas oposiciones cruentas e inútiles que Franco aprobó brillantemente, aunque los estudiosos de estrategia bélica nos dicen hoy que "el general más joven de Europa" nunca f...

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Los chicos teníamos una pequeña libreta con fotos de Franco levantando el brazo en saludo. En cada foto, el brazo estaba un poco más alto o un poco más bajo, hasta dar la idea de movimiento, si se pasaban las hojas muy deprisa, dejándolas deslizarse por el dedo pulgar. Como España ya no tenía Imperio, los militares imperialistas, como Franco, se iban a Marruecos a probar su valor y perseguir algún ascenso. Marruecos suponía unas oposiciones cruentas e inútiles que Franco aprobó brillantemente, aunque los estudiosos de estrategia bélica nos dicen hoy que "el general más joven de Europa" nunca fue un gran estratega (1). ¿Para qué teníamos/queríamos Marruecos? Para desfogar/desbravar a nuestros grandes y pequeños militares. Para curtirles. ¿Y para qué queríamos curtirles, si ya no había Imperio que defender ni princesas que cantar? (Esto último nos lo había advertido, antes que nadie, Rubén Darío.) Una situación sin salida, como se ve, a la que Azaña (2) quiso dar una salida (ley/ Azaña) y Franco otra: Glorioso Alzamiento. Se diría que el general le ganó por la mano al escritor. Claro que esto tampoco resolvió nada, pero los chicos teníamos aquella libretita en que Franco subía y bajaba una mano kinésicamente, y lo que nos fascinaba no era el patriotismo del gesto, claro (del que estábamos saturados), sino aquel minicine de bolsillo o piccolo teatro en que Franco era la marioneta. Actor cómico del cine mudo. Franquismo puro y duro llamamos los francólogos/francófobos al de 1939/51 (3). Hubo toda una generación de españoles en vida material regresiva respecto de sus compatriotas de antes de la guerra. Luego, Arburúa aparece en la cresta de la ola de la euforia autárquica, y a partir del 61 entramos de refilón en el desarrollismo. Ya no sólo no llevábamos la libretita kinésica en el bolsillo, sino que, cuando íbamos al cine, nos perdíamos el NODO,(era lo progre) para no verle a Él. De todos modos, él iba teniendo ya mucha menos vida que en la libretita infantil. En sus últimos años (el tiempo siempre es irónico y minucioso), Franco en el cine o la televisión a mí me recordaba, sin ninguna ironía previa, el Franco de movimientos falsos y mecánicos de aquel cuadernillo de fotos.España empezaba a parecerse modestamente a Europa, e incluso a América, y Franco no sabía si enorgullecerse o entristecerse por esto, pues veía que el país real se le iba de su lado en un seiscientos. Lo único que no cambiaba en España era la letra muerta. Pero la vida viva cambiaba todos los días. Uno tiene escrito que el César Visionario había muerto bastantes años antes de morir, en la conciencia histórica de los españoles, y así lo he dicho en artículos y entrevistas para el extranjero, cuando me han hecho, como a todo el mundo, la pregunta estúpida: "La sociedad y la cultura española después de Franco". La sociedad y la cultura española se había disparado mucho antes de la muerte de Franco. Sólo los hispanistas y, los imbéciles (especies que a veces se cruzan como los perros sin raza, entre sí), pudieron creer que Franco nos tuvo enroscada la pluma hasta el 20/N, y que sólo al día siguiente pudimos desenroscarla y empezamos a escribir como espermatorreicos. La Historia se toma su tiempo incluso para anticiparse, tíos. Franco despolítiza a los españoles, lentífica la política, confusiona las leyes, promociona el caciquismo, y se manifiesta incapaz, ya muy viejo, de luchar contra el terrorismo, que se Hevaría a su alter ego. A un dictador sólo le absuelve la Historia por la modernidad (Bismarck, Cavour), pero Franco confundía la modernidad con los pantanos. Hagámonos una pregunta que tiene resonancias literarias recientes: ¿A qué llamamos Franco? A una oligarquía financiera que le promocionó y luego le mantuvo (él ya les había dado toda clase de garantías en plena guerra civil). Entre otras cosas, Franco limitó al máximo/mínimo el número de Bancos. A mí, que en los cuarenta era botones de Banca, esto me facilitaba mucho los recados, pero no estoy muy seguro de que Franco ejerciera ese intervencionismo pensando en mí. Franco hizo una legislación para tiempo de guerra y luego la secularizó, la prolongótodo el tiempo que quiso. Quizá nunca estuvo muy seguro de que la guerra hubiera terminado. Y tenía razón.

Distingo tres estrategias en la estrategia de Franco, a saber:

- Movimiento Nacional (que nadie ha sabido jamás lo que era).

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- Estrategia de las cúpulas: Casa Blanca/Vaticano.

- Estrategia Opus/Falange.

Franco, pues, no crea una pirámide política inamovible. El Movimiento Nacional fue siempre un hervidero por donde brujuleaban y vivaqueaban todas las derechas españolas, plurales (como ahora, como siempre) en una apasionante película de guerras intestinas en las que los indios muertos fueron Dionisio Ridruejo, Fal Conde, Hedilla y en este plan.

Estrategia de las cúpulas: a Franco se le aparecía Pío XII y le anunciaba que Hitler iba a ganar la guerra, pero Franco se despertaba y aquello sólo había sido la lectura del Informaciones de la tarde. Franco tenía que armonizar ambas cúpulas, y al fin lo consiguió, por el sencillo procedimiento de esperar a que se muriesen unos y otros. A Pío XII le hizo el afeitado póstumo Sor Pasqualina, con una maquinilla eléctrica y blanca. Eisenhower vino a Madrid en una tarde de lluvia, finales del 59, y ambos generales se pegaron el abrazo bajo el desplomado no viembre madrileño. Franco lo había dicho cuando Eisenhower ganó las elecciones:

-Bueno, por lo menos es un militar.

Estrategia Opus/Falange: la Falange era la idea y el Opus era la cifra. Había que armonizar cifra e idea (este lenguaje le hubiese gustado a José Antonio, y a cualquier poeta del SEU). Franco les fue dando a cada uno lo suyo. De modo que la era de Franco se parece más a la de un rey absolutista que a la de un presidente presidencialista, déspota o no, en el sentido de que lo suyo no era gobernar para el pue blo, sino gobernar para los gobernantes, tenerlos aunados, entramados, ahilados, equilibrados, compensados. Esto lo hizo con astucia pero jamás pasó de gobernar gobernantes a gobernar ciudadanos. Con el pueblo español, Franco no se encontró nunca, salvo para matarle.

En 1967 se hablaba de Ley de Prensa y libertad religiosa en las terrazas de Recoletos, que Arias Navarro había adecentado un poco con baldosines, a cambio de tapar la carolina Puerta de Alcalá con la horterísirna Torre de Valencia.

Lo cual que, antes o después, sería el propio Arias Navarro quien, aparte de ponerle baldosines a Recoletos (Recolétos estaba mejor como paseo provinciano de tierra y polvo, porque allí escupían la sangre los pretuberculosos del Gijón, antes de entrar, por no tener uná hemoptisis en la tertulia, y lo tapaban con unas patadas de arena), aparte de ponerle baldosines a Recoletos, digo/decía, nos trajo muchas prosperidades y reformas con el famoso Espíritu del 12 de febrero, que nunca pasó de su estado espiritual. Anacrónico, loligárquico y obsoleto llamaban los economistas progres al modelo económico del tardofranquismo, que seguía siendo, más o menos, el de 1939. Los tres famosos adjetivos valleinclanescos han calado mucho en la cultura y el lenguaje de los españoles.

Había más riqueza, pero el INI era la catedral monetarista de los empresarios, y el Fuero del Trabajo, para los obreros, no era sino la mussoliniana Carta di Lavoro. La prosperidad de los 60, en fin, hizo mucho más ricos a los ricos españoles y un poco -sólo un poco- menos pobres a los pobres. A la oposición desde dentro, ya queda dicho, jugaban los falangistas, los monárquicos y el nacionalcatolicismo no asimilado (Gil Robles). En la oposición desde fuera trabajaron el PCE, el PSOE e incluso la CNT. Franco les aplicó a todos ellos su vieja fórmula de Burgos, cuando firmaba penas de muerte, despachando así algunos expedientes: "Garrote y Prensa".

En los setenta, aún utilizaba la fórmula. A unos les daba garrote -fusilamientos de septiembre de 1975-, a otros les daba Prensa (larguísima campaña periodística contra el "contubernio de Munich), y a otros, por fin, ambas cosas, como en sus buenos tiempos de horca y Caudillo. Lo característico de los 70 es que cada colectivo social se revelaba desde sus supuestos legales: los estudiantes desde el SEU, los cristianos desde la Iglesia, los obreros desde el sindicallismo vertical. No era un Régímen en decadencia. Era un Régimen que se volvía del revés. Franco tuvo unos 10 Gabinetes, desde Burgos hasta un Consejo de ministros que presidió enchufado de cables. En aquel último Consejo, era como si los ministros tuvieran mi block infantil de fotos cineináticas y las estuvieran deslizando por la yema de su dedo pulgar, galvanizando un Franco que era una ilusión óptica. Pero el block no tenía más hojas ni más fotos.

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