Tribuna:

26 / Las chicas topolino

José Vicente Puente, creador de la "chica topolino", el primer best / seller de postguerra / las chicas se dividían en topolino y de Sección Femenina / No confundir con Lola, espejo oscuro, de Darío Fernández Flórez / La actualidad eran el NODO, Escorial y el Arriba; el presente eran ellas con sus 20 años / Ana Mariscal, topolino de derechas, y María Asquerino, topolino de izquierdas / Estaban entre Diana Durbin y La Codorniz / 1947: Javier Pradera, Jorge Semprún y Sánchez Montero preparan la Huelga Nacionall, pero Manolete muere en Linares y Rita Hayworth triunfa con Gilda, pese a Fraga y Rob...

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José Vicente Puente, creador de la "chica topolino", el primer best / seller de postguerra / las chicas se dividían en topolino y de Sección Femenina / No confundir con Lola, espejo oscuro, de Darío Fernández Flórez / La actualidad eran el NODO, Escorial y el Arriba; el presente eran ellas con sus 20 años / Ana Mariscal, topolino de derechas, y María Asquerino, topolino de izquierdas / Estaban entre Diana Durbin y La Codorniz / 1947: Javier Pradera, Jorge Semprún y Sánchez Montero preparan la Huelga Nacionall, pero Manolete muere en Linares y Rita Hayworth triunfa con Gilda, pese a Fraga y Robles.

Las chicas topolino de los cuarenta fueron las primeras y tiernas contestatarias a la Victoria recentísima (1). José Vicente Puente escribió un best / seller de los de entonces con Una chica topolino. Lo de "topolino" venía, naturalmente, del coche italiano al uso (todo nos seguía viniendo de Italia o Alemania). La chica que tenía un topolino para sus navegaciones personales era una chica / topolino, más o menos liberada por la velocidad, y luego, por extensión del cheli de la época, fueron "topolino" todas las que iban un poco por libre, de siete a nueve o de ocho a diez. Bastaba con no ser de Sección Femenina ni de Auxilio Social, ni enfermera voluntaria en un hospital de sangre ni ir vestida de Pilar Primo de Rivera, para ser una chica topolino, de modo que se las conocía en seguida.La chica topolino no era la Lola, espejo oscuro, de Darío Fernández Flórez (a quien siglos más tarde traté en cafeterías de Serrano, él con sus patillas blancas de marinero de Conrad). La chica topolino tampoco era la choricilla que se prostituía por un riche, que era como llamábamos entonces a las barras de pan cortas (2). La chica topolino era la eterna chica española de clase media, con estudios 0 con ganas de tenerlos, que no creía mucho en toda aquella hierofaníá, que había aprendido, con intuición, a distinguir el presenté de la actualidad (3). La actualidad era la Victoria, con sus obispos y generales, y el presente era ella misma, con sus ganas de vivir, de viajar en topolino y de conocer macho, sin distinción de ideologías, ni vencedores / vencidos, ni edades ni brigadas ni "tostones", como decían ellas. La chica topolino era el triunfo casi metafísico del presente contra la actualidad. La actualidad eran las fotos de los periódicos y el NODO. El presente eran ellas, que se habían hecho a sí mismas con retazos de Diana Durbin, cosas oídas a sus madres, una rebeldía sin objeto definido, que se agotaba en sí misma (como luego la del gamberro), vestidos estampados y zapatos de cuña. (Qué lejos estabais, los de Burgos, de la realidad española, tíos, de los eventos consuetudinarios que acontecían en la rúa, con vuestros Escoriales y vuestras Revistas Negras.)

Una chica topolino de derechas fue Ana Mariscal, que hizo de hombre, de Don Juan Tenorio, en el teatro, y una chica topolino de izquierdas fue María Asquerino, a quien la cursilería triunfante llamaba "Maruja", y que hizo películas de un realismo inquietante, con Nieves Conde. Pero el modelo Diana Durbin, ya digo, era el modelo general de chica mona y diablillo, el modelo que realizaban nuestras chicas topolino ya citadas (por no hablar de Conchita Leonardo y otras). La Codorniz sacó una portada, creo que de Picó, donde la chica topolino aparecía con todos los arreos de ir a misa -velito, misal, rosario de plata de la abuela, falda por la rodilla, zapatos de cuña-, arrodillada, no ante un Cristo, sino ante un galán de la época: pelo recio hacia atrás, como aún lo lleva Blas Piñar, bigotillo, traje cruzado y cigarrillo de bisontefield. La chica topolino, en fin, buscaba un hombre -marido o no, con las oposiciones aprobadas o no-, como todas las chicas de todas las postguerras, cuando el heroísmo patriótico ha creado escasez de machos. (Estoy escribiendo esto y de pronto se presenta en mi dacha / datcha -el tiempo, esa alucinación- Quique Herreros, para que le firme algo en favor de la memoria de su padre, el gran Enrique Herreros, el Solana de La Codorniz.) La chica topolino cambia de modelo exactamente en 1947, año en que los comunistas tenían organizada la Huelga Nacional que acabaría con el franquismo, y que sencillamente no hubo. Fue el primer año laboral de mi vida y no me llegó ni la noticia más remota de que hubiese que, hacer huelga. Pero las topolino no cambiaron por la huelga, sino por "Gilda", mujer y película que se abría paso en la conciencia lúdica del pueblo, avanzando hacia nosotros con sus largas piernas desnudas, metía levemente un pie para adentro, Rita Hayworth, pese a las ligaduras de almagre que le pusieron los estudiantes Fraga Iribarne y Robles Piquer. En 1947, atención a la fecha, la topolino se convierte en Gilda, se deja el pelo en cascada, abandonando el "Arriba España" de peluquería, se pone escotes de barco y, sobre todo, le pasa a su hermana pequeña los zapatos de cuña, para adoptar unos zapatos -los zapatos Gilda, propiamente dichos, o sea los de la película- estilizados, góticos, muy femeninos, con un tacón que son quince centímetros de aguja gótica, sí.

Ahora es cuando puede decirse que la guerra ha terminado, y con victoria del presente de la calle sobre la actualidad del NODO, Radio Nacional, Escorial y otras escorias. Jorge Semprún, Javier Pradera, "Federico Sánchez", Simón Sánchez Montero y otros esforzados muchachos se movían por Madrid, dirigidos a distancia por Santiago Carrillo, preparando la HacheGe Pe que nunca existió. Manolete moría en Linares, en agosto de aquel año, La Codorniz sacaba las portadas que hemos dicho, y otras peores, Rita / Gilda educaba a los españoles en el erotismo de la delgada, en la libertad de la mujer que sabe ser libre, aunque los hombres reaccionen a bofetadas, y la vida, siempre la vida, seguía haciendo su propio cauce y su propio viaje al mismo tiempo indiferente a los barquitos de papel que navegaban en su curso: Nuestra Bandera, Escorial y cosas así. Es el año en que hay que dejar de llamar topolino a la chica topolino (ya dedicaremos folletón aparte a este año y sus sucesos), entre otras cosas porque ellas empiezan a abandonar el topolino autárquico y renqueante para subirse al haiga fastuoso y con gasógeno de quien hiciere falta. La chica topolino, sin leer a los clásicos, ha comprendido que vivir no importa: lo que importa es navegar, aunque sea en un haiga. Es el año en que detienen a Simón Sánchez Montero y lo interrogan crudamente en Sol, mientras Conesa se envenena de bicarbonato y los intelectuales de la Falange siguen haciendo pulcro estilismo, eri verso y prosa, porque al intelectual siempre le ha repugnado un poco la calle, y más si la calle rechaza su perfil de cormorán elitista. Las topolino pasan a ser gildas. El caballero mutilado, el ex combatiente y el alférez provisional van perdiendo secretamente su aureola erótica, en beneficio del estudiantillo "rojo".

Antes que por la sociología de periódico, la topolino había sido diseñada por la épica / lírica (algún poeta social acuñaría el detestable término "epilírica") de las canciones de gesta y postgesta, o sea: "Chaparrita, la divina / la que va por las mañanas / al templo para rezar / Ella también gime y llora / y el llanto la decolora / pero se vuelve a pintar". Chaparrita era la adolescente española de cuando entonces, Chaparrita era España - el llanto la decolora, pero se vuelve a pintar"- Chaparrita era la chica topolino, con "la falda por la rodilla", porque ocurría que en plena zona nacional, donde estábamos los niños de derechas y de provincias, la falda corta-cortísima, era la respuesta al "salmantino luto", que dijo para siempre Neruda, de una España luctuosa, sí, cardenalicia, inquisitorial, triste, severa/ austera con la mujer. José Antonio Primo de Rivera, delfin del fascismo español, delfin/ doncel no muy querido por Franco, ni en la vida ni en la mueúte, había hablado de la "España algre y faldicorta". Las chicas topolino se habían agarrado a lo de faldicorta, se lo habían tomado literalmente. Es el peligro de hacer metáforas en política. De modo que yo, niño de los carmelitas, de los agustinos y de los jesuitas, crecí en el bosque lácteo de, las desnudas, esbeltas y lechosas (aún no se llevaba el bronce) pantorrillas femeninas. Stalin (esto lo descubrí un poco después que las pantorrillas) aconsejaba personalmente a los comunistas españoles abandonar la guerrilla -el maquis- y el sindicalismo clandestino, haciendo labor dentro del sindicalismo vertical y folklórico de Franco. No cabe duda de que Marcelino Camacho y Nicolás Sartorius cumplieron eficaz y ampliamente la consigna de Stalin, y ahí está la espléndida realidad de Comisiones Obreras, que tanto trabó en la sombra, como yedra pegada a la columna vertical sindicalista de Girón y Solís. Stalin era un déspota del tamaño de Hitler, pero tenía la suficiente astucia política como para saber, mejor que los propios españoles, cuál era la conducta antifranquista a seguir en España. Y la guerrilla quedó, en todo caso, como teórica apoyatura a la acción urbana y política.

Chica topolino / gilda / progre de los 60 / feminista de los 70 / acratilla de hoy mismo. Ésta es la evolución que ha seguido la rebel.día de la mujer en nuestro país. Rebeldía dentro del contexto (Chaparrita, falda corta), rebeldía en contexto ambiguo (Gilda), vago progresismo que viene a confluir con todos los levantamientos juveniles de los 60, paso por el Partido Comunista y desagüe en una acracia de izquierda / derecha, generación última que se archiva a sí misma como "generación lúdico / hedonista". Chaparrita la divina iba por las mañanas -mañanas nevadas de los 40- al templo para rezar. Mantilla corta, breviario de mamá con filete de oro, rosario de la abuela con garbanzos de plata, huecos, falda por encima de la rodilla, medias humo con costura. La desaparición de la costura, poco más tarde, marcó una revolución sexual tan importante como luego ha sido la de la píldora. Algún prelado condenó esas medias, que permitían ver la pierna tal cual. Los prelados es que no saben mucho de piernas. La costura ha vuelto gloriosamente, eróticamente, porque es a la pierna de la mujer lo que el dibujo a la serpiente. "Ella también gime y llora/ y el llanto la decolora / pero se vuelve a pintar". España misma.

1. Femando Fernán-Gómez cierra su comedia Las bicicletas son para el verano con esta frase del "rojo" protagonista: "Lo que ha venido, hijo, no es la Paz, sino la Victoria".

2. Las tropas franquistas que tomaron Bilbao encontraron a su llegada un enjámbre de niñas harapientas que se les ofrecían sexualmente por una barra de pan.

3. Distingo aquí entre actualidad (ficticia) y presente (realidad de la calle) como algunos políticos han distinguido entre "país oficial" y "país real".

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