Crítica:LAS AMARGAS LÁGRIMAS DE PETRA VON KANT

Una trivialización

Las amargas lágrimas de Petra von Kant.

R. W. Fassbinder. Adaptación de Sebastián Junyent. Intérpretes: Lola Herrera, Margot Cottens, Amelia de la Torre, Natalia Dicenta, Nuria Carresi y Victoria Vera. Escenografía de Ramón Sánchez Prats. Vestuario de Boutiques Dúo. Dirección de Manuel Collado.

Estreno en teatro Reina Victoria, 10 de septiembre de 1985.

Parece que la literatura alemana tiene una fijación por los destrozos morales que pueda causar en las personas mayores el amor por los jovenzuelos, en El ángel azul, en Muerte en Venecia. Debe de ser la t...

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Las amargas lágrimas de Petra von Kant.

R. W. Fassbinder. Adaptación de Sebastián Junyent. Intérpretes: Lola Herrera, Margot Cottens, Amelia de la Torre, Natalia Dicenta, Nuria Carresi y Victoria Vera. Escenografía de Ramón Sánchez Prats. Vestuario de Boutiques Dúo. Dirección de Manuel Collado.

Estreno en teatro Reina Victoria, 10 de septiembre de 1985.

Parece que la literatura alemana tiene una fijación por los destrozos morales que pueda causar en las personas mayores el amor por los jovenzuelos, en El ángel azul, en Muerte en Venecia. Debe de ser la traición de Fausto. Petra von Kant, en esta obra, es una creadora de alta costura, divorciada y madre, que se enamora de una muchachita que entra en su vida y que, naturalmente -desde el punto de vista del desarrollo literario del tema-, la destroza.

En la obra original de Rainer W. Fassbinder -que aquí se pudo ver en película de cine, con igual título, Las amargas lágrimas de Petra von Kant- había una densidad: un sentido de la alienación, una sucesión de distanciamiento de Brecht, una denuncia de la perfidia de lo cotidiano y, concretamente, de unas situaciones femeninas.

El adaptador Sebastián Junyent y el director Manuel Collado lo trivializan. Lo dejan en la historia de amor. Sucede que la acción está aplastada por el decorado y los trajes, de un considerable esnobismo. Aunque se desarrolle en un medio de alta costura, las últimas novedades que aflijen a las actrices, sin tener en cuenta sus figuras reales, los movimientos que tienen que hacer en escena, sus entradas y salidas y el peligroso roce con los objetos que inundan en el escenario, no configuran la alienación por la moda, sino que se convierten en protagonistas -independientemente de su calidad o su belleza como creaciones-.

El decorado monumental no facilita tampoco las acciones, sino que las subordina y obliga los movimientos, a veces tan agobiadores como los del original testigo mudo, en el que Fassbinder puso el valor del silencio, que ahora es una especie de robot que sube y baja escaleras retorcidas, transportador de objetos y asestador de miradas de soslayo. La interpretación de las seis actrices sufre con todo ello, e igualmente se trivializa.

Las cosas no suceden

Sobre todo en el largo primer acto, donde las cosas no suceden, sino que se cuentan largamente: las tragedias humanas se convierten en relatillos sin demasiada fuerza. No es culpa de ellas: su veteranía donde la hay, su juventud en otros casos, tratan de trascender, pero se quedan en el recitado.

El público del estreno oficial de Las amargas lágrimas de Petra von Kant rió con la colocación de frases de Amelia de la Torre, admiró el entrevisto desnudo de' Victoria Vera, percibió todo el esfuerzo de Lola Herrera y las ovacionó al final. Con ellas saludaron adaptador, director y todos los demás.

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