Cartas al director

La obligatoriedad del catalán

En estos últimos días, una demanda administrativa, presentada por un grupo de maestros, ha dado lugar a una serie de informaciones culminadas con el editorial del pasado 26 de julio que sería conveniente clarificar. Por una parte, se viene dando por sentado que este grupo de maestros se niega a aprender catalán, desviándose de la demanda original, y por otra, el citado editorial, en su último párrafo, parece querer culpar a los maestros de no entender la realidad bilingüe de algunas comunidades autónomas, y en el caso que nos ocupa, de la catalana.Me parece que ninguna de ambas cosas está, cua...

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En estos últimos días, una demanda administrativa, presentada por un grupo de maestros, ha dado lugar a una serie de informaciones culminadas con el editorial del pasado 26 de julio que sería conveniente clarificar. Por una parte, se viene dando por sentado que este grupo de maestros se niega a aprender catalán, desviándose de la demanda original, y por otra, el citado editorial, en su último párrafo, parece querer culpar a los maestros de no entender la realidad bilingüe de algunas comunidades autónomas, y en el caso que nos ocupa, de la catalana.Me parece que ninguna de ambas cosas está, cuando menos, tan clara como se pretende hacer trascender, y desde aquí, a la vez que me afirmo en la conveniencia de que los profesores conozcan, no ya la lengua, sino también la cultura catalana, he de reconocer que el método con que se quiere imponer dicho conocimiento no es, ni con mucho, el más adecuado, tanto por el carácter impositivo y poco eficaz del examen de la oposición como por la mala estructuración de un reciclaje que no convence a casi nadie.

Por eso debemos empezar a comprender que la demanda interpuesta no va en contra del catalán, aunque indirectamente pudiera parecerlo, sino, según mi forma de ver las cosas, contra unas leyes o disposiciones discriminatorias para ellos (1), que además no consiguen su objetivo (2) y que acaban creando situaciones absurdas (3).

1. Leyes discriminatorias p ara ellos que les obligan a hacer unas oposiciones diferentes en su amplitud (dos exámenes más) a los opositores del resto del Estado para acceder a una misma plaza de funcionariado público.

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2. Que no consiguen su objetivo, pues superar la prueba de catalán no implica, ni muchos menos, si analizamos la misma o comprobamos sus resultados, el dominio de la lengua. ¿Cuántos maestros de origen no catalán, por el hecho de haber superado la prueba, imparten o serían capaces de impartir sus clases en catalán?

3. Que acaban creando situaciones tan absurdas como: no otorgar una plaza definitiva a quien se mantiene indefinidamente en esa misma plaza de forma provisional; el no acceso de los mismos a plaza definitiva cuando se le concede, mediante el concurso de traslados, a otro profesor procedente de cualquier provincia sin pasar examen alguno, y necesidad de aprobar el catalán para trasladarse fuera de Cataluña, carambola que se da en la práctica debido al funcionamiento del CGT, a la distribución de plazas en todo el territorio nacional y a los puntos necesarios para obtenerlas.

Resumiendo, y como maestro que no tiene que superar dicha prueba pero preocupado por el tema, creo que se debe distinguir perfectamente entre aprender catalán y superar una prueba específica, en muchos casos después de varias convocatorias, y una vez reconocido que lo verdaderamente importante es lo primero, dejemos a un lado trabas administrativas que sólo crean malestares y enfrentamientos y exijamos de la Administración que ponga los medios adecuados para un pleno conocimiento de la lengua y cultura catalanas. Sólo entonces se podrá juzgar la actitud de los maestros; antes es difícil, cuando no incomprensible o gratuito, el hacerlo.- M. Carazo Martín.

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