Tribuna:La experimentación en la industria farmacéutica

La investigación de nuevos medicamentos

La investigación de nuevos medicamentos es un proceso largo y costoso que llevan a cabo casi en exclusividad las grandes compañías farmacéuticas, en colaboración con investigadores de la Universidad y del sector público. El autor explica las tendencias actuales en este campo y el coste en tiempo y en dinero que supone la realización de ensayos en animales y en personas antes de poder poner a la venta y al acceso de los profesionales de la medicina los nuevos productos.

El reino vegetal ha sido una de las más viejas fuentes de medicamentos. Los más importantes fármacos derivados de plant...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La investigación de nuevos medicamentos es un proceso largo y costoso que llevan a cabo casi en exclusividad las grandes compañías farmacéuticas, en colaboración con investigadores de la Universidad y del sector público. El autor explica las tendencias actuales en este campo y el coste en tiempo y en dinero que supone la realización de ensayos en animales y en personas antes de poder poner a la venta y al acceso de los profesionales de la medicina los nuevos productos.

Más información

El reino vegetal ha sido una de las más viejas fuentes de medicamentos. Los más importantes fármacos derivados de plantas fueron desarrollados entre 1880 y 1950. En las pasadas décadas ha habido un notable descenso del número de ellos introducidos en medicina. Estos hechos sugieren que las investigaciones intensas del siglo pasado y de la primera mitad del presente han diezmado el reino vegetal como una fuente potencial de medicamentos. En un reciente simposio acerca de productos naturales y desarrollo de medicamentos que tuvo lugar en Copenhague en 1983 se constató la franca regresión en la que se encuentra en el mundo industrializado el desarrollo de programas dirigidos al descubrimiento de nuevos medicamentos de plantas y otras fuentes naturales. De hecho, ninguna de las multinacionales farmcéuticas tiene en el presente un programa serio de desarrollo de fármacos de plantas. Una dramática manifestación de esta actitud es la reciente terminación del programa del Instituto Nacional del Cáncer de EE UU de investigación de agentes antitumorales de plantas; de los 40.000 productos estudiados, ninguno resultó lo suficientemente activo como para ser utilizado en la práctica.La búsqueda de una cabeza de serie

Después de la II Guerra Mundial, con el desarrollo de la química orgánica sintética, la investigación de medicamentos se encamina a la búsqueda de un prototipo o cabeza de serie, un líder con el objetivo básico de llenar un vacío terapéutico. Se prepara gran número de moléculas químicas pertenecientes a una misma serie o a series análogas y se someten a baterías de ensayos farmacológicos con la esperanza de que de algunos pueda deducirse cierta actividad útil. Un prototipo como el valium, por ejemplo, se descubrió haciendo uso de este procedimiento. También es importante la manipulación molecular por la que se modifican estructuras de medicamentos conocidos al objeto de conseguir propiedades más aceptables, mayor actividad, menor toxicidad mejor forma de administración, menor coste de producción, etcétera.

A partir de la década de los sesenta, la metodología de la investigación de nuevos fármacos se basa cada día más en preparar moléculas que interaccionan con rutas metabólicas o receptores conocidos o postulados. Con este procedimiento racional se satisface el sueño dorado de farmacoquímicos y farmacólogos, que es el de diseñar fármacos a medida, o sea, fármacos que posean una acción muy definida. La cimetidina, por ejemplo, que cura la úlcera gastroduodenal, se descubrió así.

Una vez que se tiene la estructura óptima que mejor combine las propiedades deseables y los efectos secundarios es preciso que el compuesto sea sometido a largas, extensas y, en ocasiones, exhaustivas evaluaciones de seguridad. Éstas incluyen toxicidad crónica, estudios metabólicos, carcinogenicidad, teratogenicidad, etcétera. Antes de que el medicamento sea finalmente aprobado por las autoridades sanitarias y autorizada su comercialización hay un largo período de ensayos clínicos estrechamente controlados, primero en personas sanas y después en pacientes, al objeto de evaluar su eficacia y tolerancia.

No es difícil darse cuenta de los rigores y costes de desarrollo y de los riesgos de fallo cuando, de los 12 años que por término medio se requieren para el desarrollo de un nuevo medicamento, la fase de descubrimiento (síntesis química y ensayos farmacológicos) sólo ocupa tres años. Los nueve años restantes corresponden a los ensayos preclínicos y clínicos. El programa total comprende la labor de un amplio equipo de científicos altamente cualificados y tiene un coste superior a los 17.000 millones de pesetas.

La distribución de los gastos de investigación y desarrollo es, en porcentajes medios: un 29%, para síntesis y ensayos farmacológicos; un 25%, para otros estudios en animales, toxicología, metabolismo, etcétera; un 28,4%, para eficacia y seguridad en hombre; un 6,3%, para el desarrollo de una forma de administración adecuada y un 11,3%, para el desarrollo del proceso de producción.

Los costes e inversiones tan altas y con tan elevados riesgos sólo pueden ser asumidos por poderosas compañías farmacéuticas con sus recursos y su organización multidisciplinaria integrada. Las instituciones académicas y los organismos públicos de investigación colaboran en ocasiones muy estrechamente con la industria farmacéutica, pero es ésta la que descubre y desarrolla nuevos medicamentos.

Un largo período hasta la utilización clínica

El tiempo que media entre el des cubrimiento de un posible medicamento y su utilización clínica, -el time-scale, cada vez más largo, y su coste, por consiguiente, cada vez mayor- significa que cualquier nuevo fármaco que se descubra hoy no va a estar disponible para los enfermos hasta prácticamente el año 2000, lo que repercute desfavorablemente en la planificación al tener que tomar decisiones a tan largo plazo; significa también que habrá transcurrido más de la mitad del período de vigencia de una patente antes de que su comercialización empiece a amortizar inversiones. Se está dando el caso de que algunas compañías farmacéuticas están justo empezando a amortizar sus gastos de investigación y desarrollo cuando la patente expira y otros laboratorios pueden comercializar el fármaco. Estos productos cuya patente ha caducado se comercializan con su nombre común, genérico (ácido acetilsalicílico, por ejemplo), y no con su nombre registrado (aspirina, por ejemplo), y son más baratos porque el fabricante de medicamentos genéricos no tiene que cubrir los enormes gastos de investigación que hemos visto que exige hoy el descubrimiento de nuevos medicamentos. Recientemente, la Cámara de Representantes de Estados Unidos, país donde radican buena parte de las multinacionales farmacéuticas, aprobó por unanimidad una ley que alarga en cinco años el actual período de 17 años de protección de la patente. Es evidente que, si no se protegen las altas inversiones de la industria farmacéutica, ésta no investiga, con lo que paralizaría el progreso de la terapéutica.

En España, el esfuerzo investigador de las empresas farmacéuticas es encomiable, habiendo conseguido la implantación de algunas moléculas valiosas ideadas y desarrolladas íntegramente por nuestro país, pero no es suficiente. Según fuentes de Farmaindustria, en el bienio 1980-1981 un total de 88 laboratorios dedicaron más de 4.100 millones de pesetas a investigación farmacéutica, empleándose 1.661 personas del sector farmacéutico a la labor investigadora. Para evaluar el esfuerzo investigador del sector es preciso señalar que en 1980 los fabricantes de productos farmacéuticos dedicaban como media el 3,5% de las ventas a gastos de investigación y desarrollo, mientras que la media general del país fue del 0,4%. Esto quiere decir que para una compañía farmacéutica con una facturación de 2.000 millones de pesetas supone dedicarle a gastos de investigación tan sólo 70 millones, cifra notablemente alejada de la que se requiere para desarrollar un medicamento.

La asociación de la industria farmacéutica

Con vistas a la entrada de España en la CEE, hasta 1992, plazo que concede la Comunidad para adaptar nuestras estructuras a su sistema, es necesaria la asociación de la industria farmacéutica española; la creación de grupos farmacéuticos (he ahí el ejemplo de Ciba-Geigy); la adecuada coordinación con los centros de investigación públicos, como la Universidad y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y la utilización de las fuentes de financiación de los organismos oficiales, como la Comisión Asesora de Investigación Científica y Técnica del Ministerio de Educación y Ciencia, el Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial del Ministerio de Industria y Energía y el Fondo de Investigaciones Sanitarias de la Seguridad Social, los cuales, por otra parte, deben. polarizar sus ayudas para aquellos programas de investigación de fármacos que puedan constituir progresos en áreas en las que existan lagunas o vacíos terapéuticos, como cáncer, enfermedades cardiovasculares, reumatismos, alergias, etcétera, o que sirvan para mejorar medicamentos ya existentes. Es éste el único camino que existe para que la industria farmacéutica española pueda sobrevivir y alcanzar el nivel de investigación y tecnología que la iguale con los países de su área. Sólo así podremos evitar su progresiva desaparición.

es catedrático de Química Farmacéutica de la facultad de Farmacia de la universidad de Santiago de Compostela.

Archivado En