El Papa crítica en Caracas la 'teología de la liberación'

JUAN ARIAS ENVIADO ESPECIAL, Juan Pablo II inició ayer su segunda jornada de estancia en Venezuela con un acto litúrgico multitudinario en el que atacó el divorcio y el aborto y resaltó los valores de la familia tradicional. Una entrevista con el presidente venezolano, Jaime Lusinchi, con quien departió sobre los problemas de América Central y sus ataques ante los obispos contra la teología de la liberación jalonaron la jornada, que se inscribe en su sexto viaje a América Latina, que le Nevará además a Perú, Ecuador y Trinidad y Tobago. Asimismo, recibió una oferta de Fidel Castro para visitar...

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JUAN ARIAS ENVIADO ESPECIAL, Juan Pablo II inició ayer su segunda jornada de estancia en Venezuela con un acto litúrgico multitudinario en el que atacó el divorcio y el aborto y resaltó los valores de la familia tradicional. Una entrevista con el presidente venezolano, Jaime Lusinchi, con quien departió sobre los problemas de América Central y sus ataques ante los obispos contra la teología de la liberación jalonaron la jornada, que se inscribe en su sexto viaje a América Latina, que le Nevará además a Perú, Ecuador y Trinidad y Tobago. Asimismo, recibió una oferta de Fidel Castro para visitar Cuba o entrevistarse en Roma con el dirigente comunista.

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Mientras Juan Pablo II conversaba con los periodistas durante el vuelo con el que iniciaba su viaje rumbo a Venezuela, no excluyó la posibilidad de convocar un nuevo concilio ecuménico a lo largo de su pontificado y, al poco, recibió la noticia de que Fidel Castro está dispuesto a reunirse con él en Roma o en Cuba.En la capital de Venezuela, Juan Pablo II pudo vivir uno de los momentos de mayor triunfo de sus viajes fuera de Italia, aclamado por más de un millón de personas en la explanada de Montalbán, a 12 kilómetros de Caracas. Una explanada de 54 hectáreas que desde ayer ha cambiado de nombre para adoptar el del Pontífice, donde surgirá una inmensa urbanización.

En los alrededores, sobre las laderas de las montañas, destacaban los ranchitos de los apellidados pueblos jóvenes, que no son otra cosa que enjambres de barracas que para un europeo parecen miserables. Por motivo de seguridad, Juan Pablo II no visitará ninguna de estas colmenas, que destacan en esta caótica ciudad de cemento, vigiladas por el contraste de sus gigantescos rascacielos. 40.000 agentes de policía velan por la seguridad papal.

De una de estas colmenas de pobres le ha llegado al Papa la carta de un grupo de niños. La misiva ha sido distribuida incluso en las iglesias. Los niños pobres se duelen de que el Papa blanco no haya incluido en su programa una visita a estos barrios de los más marginados. Y le piden que se escape; le dicen con ternura que ellos le protegerán y le enseñarán sus chabolas, pobres pero limpias, y que "no le dirán a nadie que ha ido a verles", que conservarán el secreto.

'Carlos', al acecho

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Pero sobre la presencia del Papa en Venezuela se cierne la sombra amenazadora de esa otra presencia casi mítica del terrorista Carlos, aunque el secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli, ha asegurado en el avión que el Vaticano no ha recibido ninguna noticia de los servicios secretos que confirme la presencia del terrible Carlos en Venezuela durante estos días.

Ante la increíble muchedumbre reunida en Montalbán, de la cual una tercera parte se pasó toda la noche allí, a pie firme, esperando al Papa para poder ponerse más cerca del altar donde el Pontífice oficiaría luego, Juan Pablo II tejió con voz solemne el elogio de la familia. Gritó con fuerza contra todo lo que acosa a dicha institución diciendo: "Luchad contra la plaga del divorcio que arruina a las familias"; "recordad que nunca es lícito suprimir una vida humana con el aborto o la eutanasia"; "no olvidéis que la anticoncepción y la esterilídad son siempre gravemente ilícitas".

La muchedumbre aplaudió frenéticamente mientras el Papa alzaba los brazos al cielo, como queriendo abrazar simbólicamente aquella marea de manos tendida hacia él como para tocarlo.

Tras la ceremonia oficial, casi militar, del aeropuerto vacío de gente, Juan Pablo Il fue aclamado por las calles a su llegada a Caracas por medio millón de personas que exhibían ese fervor que ha caracterizado todos sus anteriores encuentros con la entrañable y sencilla gente latinoamericana.

Al Papa le sorprendió el comprobar que aquí, en Venezuela, la mayor parte de la población está constituida por jóvenes y le dijo al presidente de Venezuela que "había leído en los ojos de estos jóvenes la alegría de vivir".

Más tarde, a puerta cerrada, el Papa fue muy duro con los obispos de este país, donde aún no ha entrado el gusanillo de la teología de la liberación. Es como si Juan Pablo II hubiese querido ponerles en guardia para que por lo menos ellos eviten el contagio.

Afirmó que hoy no faltan quienes, "abusando de la misión de enseñar recibida por la Iglesia, anuncian no la verdad de Cristo, sino sus propias teorías". Y añadió que "tampoco faltan quienes desfiguran el mensaje evangélico instrumentalizándolo al servicio de las ideologías y de estrategias políticas en busca de una ilusoria liberación terrestre que no es la de la Iglesia ni la del verdadero bien del hombre".

El conflicto de Nicaragua

Ayer, en Maracaibo, la ciudad venezolana de las "catedrales del petróleo", un grupo de intelectuales entregó una carta al Papa en la cual le instaban a mediar en el conflicto de Nicaragua, y afirmaban que es "un país acosado".

A este respecto, ha tenido mucho eco la noticia de que Fidel Castro, mientras conversaba con los obispos norteamericanos que ahora se encuentran de visita en La Habana, ha demostrado su disponibilídad para encontrarse con el Papa Wojtila "en Roma o en Cuba".

Fidel Castro ha recordado también, con una pizca de tono polémico, que en realidad él había invitado hace unos años a Juan Pablo II para que visitase la isla de Cuba y que la visita no se había realizado.

Precisamente, a su regreso de Canadá, el Papa había dicho a este corresponsal, que le interrogó sobre el asunto, que no le había sido posible aún visitar "la querida perla del Caribe" sencillamente "por que falta aún la invitación".

Han sido, al parecer, los obispos norteamericanos quienes han convencido a Fidel Castro de que podría ser muy importante para todos un encuentro personal entre él y el Pontífice.

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