La emotiva despedida del torero

Los cirujanos taurinos, una segunda cuadrilla que acude al quite

La cogida y muerte de Paquirri han puesto de manifiesto una vez más la importancia de los cirujanos taurinos en la fiesta nacional. Son unos especialistas a los cuales no siempre se concede la debida importancia, y muchas veces tienen que trabajar en enfermerías con equipos inadecuados. En el momento de producirse la cornada dan la espalda al ruedo para correr a la sala de operaciones, para hacer un segundo quite a la gente del toro.

Las características de una herida por asta de toro dependen de varios factores: la extensión y conformación de los cuernos, el tiempo que el diestro ha est...

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La cogida y muerte de Paquirri han puesto de manifiesto una vez más la importancia de los cirujanos taurinos en la fiesta nacional. Son unos especialistas a los cuales no siempre se concede la debida importancia, y muchas veces tienen que trabajar en enfermerías con equipos inadecuados. En el momento de producirse la cornada dan la espalda al ruedo para correr a la sala de operaciones, para hacer un segundo quite a la gente del toro.

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Las características de una herida por asta de toro dependen de varios factores: la extensión y conformación de los cuernos, el tiempo que el diestro ha estado a merced del bicho y la codicia de la res al intentar despedir el molesto bulto con el que ha tropezado. También el ímpetu de su embestida, por lo cual los coletudos observan que "los toros dan las cornadas con los cuartos traseros": un toro cornicorto, pero de ataque rápido y certero, puede hacer infinitamente más daño que un hermano suyo bien armado pero aborregado. Por regla general, un toro astifino causará más daño que otro con los pitones romos, por lo cual muchos diestros son partidarios del antirreglamentario afeitado de los cuernos.Una herida de asta de toro puede producirse en cualquier parte de la anatomía humana, pero la mayoría se reciben en el abdomen, la pelvis y, especialmente, el muslo, como la herida de Paquirri. Es ésta la anatomía que más se ofrece al toro en las distintas suertes: cuando el animal baja la cabeza para buscar a un banderillero, cuando sigue los vuelos de capote o muleta o cuando el diestro entra a matar. Una vez sobre la mesa de operaciones, al torero se le desnuda totalmente para poder apreciar todas las posibles heridas. Se procede a cortar la hemorragia, muchas veces intensa, y reparar venas o arterias perforadas o seccionadas Puede haber músculos o nervios destruidos o arrancados; en los casos de heridas en las vísceras, los más afectados suelen ser los intestinos. Muchas veces la situación se complica con la presencia de un shock traumático.

Como en la cirugía tradicional, el médico taurino emplea transfusiones de sangre, plasma y sueros. Un factor importantísimo es la rapidez con que se interviene al herido: cada segundo cuenta. Por este motivo, la Asociación Española de Cirugía Taurina está promoviendo la instalación de quirófanos ambulantes para dar mejor los primeros auxilios en plazas de pueblo.

Muchos cirujanos comparan las heridas por asta de toro con las producidas por bala y, más especialmente, por los cascos de metralla. Al girar sobre las astas y al ser despedido por el bicho, el torero puede haber recibido heridas con varias trayectorias. El cirujano tiene que explorar cada una de ellas con el dedo: quiere saber su profundidad y el daño en cada milímetro de su camino, y a veces tiene que quitar trozos de ropa o, en caso de un toro de pitones astillados, trozos de cuerno, que pueden ser foco de infección.

Si no alcanza el final de la herida con el dedo, emplea instrumentos para abrir la herida hasta llegar a su finaL En algunos casos el orificio de la herida puede ser pequeño, incluso sin sangrar; y, sin embargo, muy dentro, a 30 centímetros del punto de entrada, hay grandes destrozos. Los cirujanos llaman a éstas lesiones con despiste.

Experiencia

Por todo ello, es de gran importancia la experiencia en tratar las heridas por asta de toro. Como ha dicho el doctor Máximo García de la Torre, cirujano jefe de la plaza madrileña de Las Ventas, todo buen cirujano puede operar una herida por asta de toro porque las técnicas básicas son las mismas que en la cirugía tradicional. Lo que pasa es que pocos cirujanos están familiarizados con las características especiales de este tipo de herida. De ahí los cursillos para cirujanos profanos que organiza la Asociación Española de Cirugía Taurina.

Una vez terminada la intervención quirúrgica -y, en los más de los casos, salvada la vida del torero-, el cirujano procede a redactar el parte médico. Da una descripción detallada de la condición del torero al ingresar en la enfermería, las dimensiones y trayectos de las heridas y la destrucción que han causado.

También emite un pronóstico, que puede ir de reservado hasta muy grave. En ocasiones hay heridas que reciben este último calificativo y, sin embargo, al poco tiempo el diestro está toreando de nuevo, lo cual induce a mucha gente a acusar a los cirujanos de exagerar para conceder más interés al caso.

Los cirujanos niegan tajantemente este extremo: ellos se han limitado a describir un cuadro clínico -igual que si el paciente fuese víctima de un accidente de coche o de un disparo de metralleta-, no a decir el tiempo que puede estar de baja el paciente. En este sentido, es importante notar que la mayoría de los toreros están en muy buenas condiciones físicas, muchos son atletas, y soportan una herida y una operación mucho mejor que un ciudadano de a pie.

Por otra parte, tienen más interés en volver al trabajo, porque cada día de baja puede suponer cientos de miles de pesetas perdidas; en ocasiones, un matador volverá al ruedo con la herida aún sin cicatrizar. Precisamente muchos toreros, nada más despertar de la anestesia, lo primero que preguntan es: %Cuándo estaré otra vez en condiciones para volver a torear?".

Casi todos toman las heridas con filosofía; las consideran como gajes del oficio, y saben que la culpa casi siempre la tiene el torero. "Más cornás da el hambre", decía El Espartero, que murió de una cornada. "Las cornadas las da el toro", se dice en este gremio, "pero las reparte Dios".

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