Cartas al director

La Academia y la mujer

Sorpresa ante los titulares y luego consternación al avanzar por las líneas de la última página de EL PAÍS del lunes día 10 de septiembre, en la que se relatan los empeños de María Dolores Pelayo por eliminar del Diccionario, o al menos corregir, los artículos léxicos que se refieren a la mujer en términos supuestamente vejatorios. Siento únicamente no contestar directamente a la protagonista, sino a la versión, imagino que fiel y fiable, que el cronista de Tenerife nos ofrece de las posiciones de aquélla.El Diccionario no es el Código Civil. Su función no es la de imponer a la comunidad una n...

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Sorpresa ante los titulares y luego consternación al avanzar por las líneas de la última página de EL PAÍS del lunes día 10 de septiembre, en la que se relatan los empeños de María Dolores Pelayo por eliminar del Diccionario, o al menos corregir, los artículos léxicos que se refieren a la mujer en términos supuestamente vejatorios. Siento únicamente no contestar directamente a la protagonista, sino a la versión, imagino que fiel y fiable, que el cronista de Tenerife nos ofrece de las posiciones de aquélla.El Diccionario no es el Código Civil. Su función no es la de imponer a la comunidad una normativa bajo la que puede subyacer una determinada concepción política de las cosas, sino la de enumerar y explicar el significado de los términos que utiliza una comunidad hablante y escribiente.

Puede discutirse mucho sobre el buen cumplimiento de esta mi-

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sión por el de la Real Academia, su retraso en la admisión de nuevas voces, su insistencia en el mantenimiento de términos en desuso, o incluso una asepsia ideológica, pero de lo que no nos cabe duda es de que el Diccionario, cuando recoge y explica vocablos como los citados en el artículo al que respondo, no hace más que reproducir el habla de nuestra comunidad.

Hoy por hoy, cualquier español que no sufra una fuerte deformación mental de origen político o profesional, identifica "mujer pública" con "ramera" y no con la que "interviene en negocios políticos". "Hombre", nos guste o no, sigue teniendo una acepción genérica, indicadora de la especie humana en su conjunto, y otra más específica, referida sólo a un sexo. Los sustantivos de oficio o profesión ofrecen abundantes casos de doble femenino y ambigüedad, y así "maestra" es, en el habla de muchos pueblos, tanto la titular de la plaza docente como la esposa del maestro, del mismo modo que se dice "sargenta" o "generala" sin que en estos casos haya lugar a equívoco por la misma naturaleza de la profesión aludida. La señora Pelayo es indudablemente, ya que no "de gobierno", una mujer "del partido", en un sentido nuevo, de fácil Comprensión en estos tiempos y distinto al tradicional recogido por la Academia, pero esto no debería hacer olvidar a las políticas que la otra acepción del término, la que no les gusta, aún no ha dejado de existir en el habla de los españoles.

Por mi parte confío, pese a lo que usted pretende, que la mayoría parlamentaria del Partido Socialista Obrero Español, tan eficaz a la hora de enmendar leyes, no cometa la torpeza de enmendar diccionarios, que el diccionario es patrimonio del habla, y el habla -eso al menos- sólo es del pueblo-

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