Pobre presupuesto

En diciembre de 1980 se creaba el Consorcio del Gran Teatre del Liceo, un patronato del que formarían parte la sociedad de propietarios, el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat. Entonces se aprobaba una subvención de 50 millones a pagar, a partes iguales, por cada una de las administraciones públicas. Los propietarios, por su parte, cedían en concepto de derechos de entrada otros 20 millones. En el ejercicio posterior (1982-83) la cifra se duplicaba y en el siguiente (1983-84) pasaba a 150 millones más otros 40 que cedían los propietarios.Toda comparación con los presupuestos que rigen l...

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En diciembre de 1980 se creaba el Consorcio del Gran Teatre del Liceo, un patronato del que formarían parte la sociedad de propietarios, el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat. Entonces se aprobaba una subvención de 50 millones a pagar, a partes iguales, por cada una de las administraciones públicas. Los propietarios, por su parte, cedían en concepto de derechos de entrada otros 20 millones. En el ejercicio posterior (1982-83) la cifra se duplicaba y en el siguiente (1983-84) pasaba a 150 millones más otros 40 que cedían los propietarios.Toda comparación con los presupuestos que rigen loss teatros de ópera en Europa puede resultar odiosa. El del Liceo representa aproximadamente un 3% de las cantidades de que disponen la Scala de Milán, la Opera de Viena o la de París, por poner algunos ejemplos cuyos presupuestos rondan los 5.000 millones de pesetas. Pero estos teatros son estatales, con diferencias estatutarias notables, derivadas de las diversas políticas teatrales que se ejercen en sus países.

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También, a menudo, funcionan sistemas de financiación mixtos en los que el Estado, la región y el municipio contribuyen con cantidades relativas y proporcionales a sus arcas. Estos sistemas son obvios más allá de los Pirineos. Pero estas subvenciones, además, se acompañán de un sistema de distribución para la producción propia, que sirve para rentabilizar la inversión de aquellas grandes cantidades.

El Liceo de Barcelona no disfruta de ninguna ayuda estatal. En la temporada pasada hubo un muy discreto primer paso. El Ministerio de Cultura suvbencionó un Falstaff, un montaje de Lluís Pasqual pensado para el escenario de Barcelona que sin embargo, se estrenó en Madrid. Esa ayuda condicionada quizá dolió.

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