Crítica:TEATRO /'HÉCUBA'

Allí fue Troya

Parece que hay un interés incluso heroico por la cultura: más de la mitad del público resistió el frío para llegar al final de la representación de Hécuba, en el Templo de Debod. Bajaba el viento de los neveros de la sierra, arrastraba por el empedrado las almas en pena de los botes vacíos de colas y cervezas, mientras en el tinglado se contaban las desgracias de Troya. Algunos espectadores iban a sus coches a buscar mantas de viaje, otros metían bajo las camisas sus programas y las jovencitas, de riguroso agosto -tenues y exiguos trajecillos-, se apretaban contra sus compañeros de fila...

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Parece que hay un interés incluso heroico por la cultura: más de la mitad del público resistió el frío para llegar al final de la representación de Hécuba, en el Templo de Debod. Bajaba el viento de los neveros de la sierra, arrastraba por el empedrado las almas en pena de los botes vacíos de colas y cervezas, mientras en el tinglado se contaban las desgracias de Troya. Algunos espectadores iban a sus coches a buscar mantas de viaje, otros metían bajo las camisas sus programas y las jovencitas, de riguroso agosto -tenues y exiguos trajecillos-, se apretaban contra sus compañeros de fila, conocidos o no, estremecidas por sí mismas y por el coro de mujeres que desnu daban sus pechos -coristas coritas- por los duelos de la tragedia.La tragedia: una refundición he cha por Manuel Canseco de Hécuba y Las troyanas, de Eurípides, y de Las troyanas, de Séneca. La intención que declara en el programa al hacer versión, dramaturgia y dirección de escena, es la de defender la idea de paz y denostar la guerra. La guerra en nuestro tiem po tiene perfiles infinitamente más siniestros y en realidad las desgracias de Troya, por mucho que se reiteren en sucesivos discursos, parecen más bien barbaries personales, ajustes de cuentas. La alusión a la modernidad -cascos, cañón- no es suficiente. Pero bien venida sea una contribución más, valga lo que valga, a esa denuncia. La necesidad de compendiar las tragedias resumidas hace que por el escenario desfilen los personajes, cometan sus barbaries, las expliquen en sus discursos -el castellano de Canseco es bueno y sucinto- y se vayan; valen según la mayor o menor capacidad de cada actor. Cabe destacar la voz, la dicción, el ademán trágico de Amparo Pamplona, aunque el peso largo de la representación lo lleve Julia Trujillo como Hécuba. Y el coro de muchachas rapadas, no siempre unísonas. Acompaña una música greguisca de Gregorio Paniagua.

Hécuba (las troyanas)

De Eurípides y Séneca. Refundición y dramaturgia de Manuel Canseco. Intérpretes: A vel Gaviro, Jesús Senovilla, Luis Dorrego, Julia Trujillo, José María Resel, Manuela Camacho, José Antonio Ceinos, Amparo Pamplona, Joaquín Amores, Francisco Hernández, Paca Gabaldón, Miguel Palenzuela. Música de Gregorio Paniagua. Vestuario de Maite Álvarez. Decorados de Damián Galán. Dirección: Manuel Canseco. Estreno: 8 de agosto de 1984.

El público que se fue no lo hizo por protestao reacción contra el espectáculo, o derrotado por el aburrimiento, sino por el frío. El mejor elogio que se puede hacer de esta Hécuba es que fue capaz de retener, contra los elementos, a la mitad heroica o mejor abrigada, y que esta mitad apreció el trabajo de todos y aplaudió muy reiteradamente al final. Hay que esperar que el clima de las noches sucesivas sea benigno y no malogre tanto esfuerzo, tanta buena voluntad como hay en este trabajo.

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