Tribuna:

Europa, para los europeos

En los últimos tiempos se han vuelto a avivar, a ambos lados del Atlántico, las controversias sobre las vías a seguir por Europa. Unos lamentan el que EE UU pueda marcharse de Europa; otros asustan a los euroccidentales con tal perspectiva. En el caso de un analista soviético, opinar sobre el particular siempre implica algo, pues basta con que haga constar una verdad de las más banales para que de inmediato suene una voz acusadora: "Los soviéticos quieren indisponer a Europa occidental con EE UU y desplazarlos del viejo mundo". Con todo, me arriesgaré a enjuiciar determinados hechos y a...

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En los últimos tiempos se han vuelto a avivar, a ambos lados del Atlántico, las controversias sobre las vías a seguir por Europa. Unos lamentan el que EE UU pueda marcharse de Europa; otros asustan a los euroccidentales con tal perspectiva. En el caso de un analista soviético, opinar sobre el particular siempre implica algo, pues basta con que haga constar una verdad de las más banales para que de inmediato suene una voz acusadora: "Los soviéticos quieren indisponer a Europa occidental con EE UU y desplazarlos del viejo mundo". Con todo, me arriesgaré a enjuiciar determinados hechos y acontecimientos, valorándolos desde nuestra perspectiva, por cierto, también europea.Tanto en Europa como en el propio EE UU, especialistas y no pocos políticos hace tiempo ya que tienden a la opinión de que los caminos de Europa occidental y de Estados Unidos van siendo cada vez más dispares. En los medios de la OTAN se afirma que la estrategia elaborada a finales de los años sesenta ya no corresponde a los imperativos de la actualidad y que es necesario hacer algo. La cuestión es qué hacer en concreto.

Unos consideran que se debe remodelar el bloque noratlántico y replantear su estrategia, es decir, potenciar, vía reformas, el atlantismo, revitalizar la alianza EE UU-Europa occidental y prolongar así hasta el siglo XXI la existencia de la OTAN y las actuales formas de relaciones transatlánticas. Otros opinan lo contrario: hay que reducir, de una u otra forma, los vínculos entre EE UU y la OTAN. Por ejemplo, algunos líderes de Europa occidental piensan que ésta debe sustentarse más en sus propias fuerzas, intensificando su integración política y militar. También en EE UU hay no pocos políticos neoaislacionistas, valga la expresión, que consideran que su país ha de tomar distancia con respecto a Europa.

Hasta aquí, las opiniones subjetivas; ahora bien, los hechos objetivos evidencian que durante todo el período posbélico Europa ha estado en el centro de la atención norteamericana y que las relaciones con aquélla han ocupado el primer puesto entre las prioridades de la política exterior estadounidense. La OTAN era, y es, el más importante bloque militar con la participación de EE UU, y aunque en el indicado período la actividad militar estadounidense se desarrollaba, fundamentalmente, en Asia, era en Europa donde se centraban los principales intereses políticos y económicos estadounidenses.

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Hoy día, el centro de gravedad de los intereses económicos estadounidenses se va desplazando a la región del Pacífico. En primer lugar, esto es atribuible al creciente papel económico y a la cada vez mayor influencia de los Estados norteamericanos del Pacífico. En segundo lugar, a los cambios operados en la elite gubemamental del país.

"El poder está allí donde hay dinero", suelen decir los norteamericanos. El caso es que en EE UU el dinero se concentra cada vez más en el Oeste, mientras que el poder continúa radicado en el Este de la nación. Es ésta la razón por la cual el capital del Pacífico intenta sacudir el establishment atlántico, que controla el poder desde inicios del siglo. Y si la primera importante tentativa de acceder al poder terminó en un fracaso -el establishment del Este desautorizó a Nixon y los suyos-, el nuevo lanzamiento de las fuerzas que respaldan a Ronald Reagan ha venido a significar un cambio de fondo. Hoy día, en las máximas instancias del poder en Washington tienen una amplia representación hombres con las miras puestas en el Oeste del país, o sea, en el Pacífico.

En tercer lugar, y por último, Europa ya no tiene tanto interés como antes para EE UU desde el punto de vista del comercio y de la expansión económica. Europa va siendo su competidor, cada vez más vigoroso, en la esfera económica, incluso en lo que a fabricación de armas se refiere.

Es más: los países de Europa occidental comienzan a retornar a las que fueran sus colonias, pero ya en calidad de socios de las naciones del Tercer Mundo y con la ventaja de conocer perfectamente las condiciones locales y ofrecer alternativas frente al hegemonismo económico norteamericano (otra cosa es que los términos de esa asociación p,oco difieren de los impuestos por EE UU). Así, pues, se trata de una nueva pugna por la influencia en el Tercer Mundo. De ahí el interés que EE UU muestra por la expansión en aquellas regiones donde tradicionalmente no son fuertes, por la consolidación en Asia y en la cuenca del Pacífico.

Intereses en el Pacífico

Representantes del Oeste norteamericano tienen en el Pacífico una amplia gama de intereses. Por lo común, son empresarios del capital arriesgado (venture capital), que suelen actuar con audacia rayana en el aventurismo. En este sentido, los terrenos no edificados de la cuenca del Pacífico les brindan grandes posibilidades.

Cuanto antecede pone de inanifiesto que los caminos de Europa occidental divergen cada vez más de los seguidos por EE UU. Al mismo tiempo, éste sigue empeñado en hacerse pasar por el defensor del viejo continente. Para mantener el mito de la garantía nuclear norteamericana, Washington no se cansa de intimidar a los habitantes de Europa occidental con la amenaza soviética. Y es comprensible, pues si no hay amenaza no se necesita garantía, ni tampoco la presencia. Precisamente por eso, incluso en los años de la distensión soviético-norteamericana los generales estadounidenses no dejaban de repetir en la sede de: la OTAN: "¡Temed a los rusos!". últimamente se viene aplicando una nueva táctica de intimídación, que puede resumirse en las siguientes palabras: "Si nos vamos de Europa os quedaréis en solitario frente al oso ruso. Entonces sí que vais a lamentar habernos echado; pero será tarde".

En realidad, no hay la menor intención dé emprender la retirada. Lo cierto es que la presencia militar estadounidense en Europa sigue siendo el instrumento que permite a Washington controlar, en mayor o menor medida, la política exterior de los países euroccidentales, después de que EE UU perdiera allí los resortes de su influencia económica e ideológica. Y en las condiciones en que Europa occidental comienza a intensificar su protagonismo, los políticos norteamerícanos, aunque tiendan objetivamente a orientarse hacia el Pacífico, se muestran cada vez menos deseosos de decirle el último adiós a Europa.

El control estadounidense sobre la política oriental de los países euroccidentales pretende impedir que éstos propugnen, respecto a las naciones socialistas, ante todo a la Unión Soviética, una política distinta de la norteamericana. Ahora que EE UU ha iniciado de facto una nueva ronda de confrontación con la URSS, Europa occidental, según opinan en Washington, debe bailar al son de la flauta norteamericana.

Como se sabe, la Administración Reagan intentó hacer que Europa occidental redujera sus vínculos comerciales con la URSS. Pero no consiguió nada, porque en respuesta a las sanciones norteamericanas, incluso Gobiernos tan leales a Washington como, por ejemplo, el de Margaret Thatcher, sin hablar ya de otros, manifestaron su rechazo a tamaña imposición.

Pese a todo, el mecanismo de la OTAN permite a EE UU controlar, en medida nada despreciable, la política de los principales Estados euroccidentales. Y si Washington no ha podido cortar directamente las relaciones económicas entre Europa occidental y la URSS, ahora pretende hacerlo indirectamente, por ejemplo, a través del COCOM. De hecho, uno de los efectos secundarios que implica la instalación de los Pershing y misiles de crucero consiste en mermar la posibilidad de mantener y potenciar la cooperación económica entre el Este y el Oeste de Europa. En medio de la creciente tirantez en Europa, los empresarios se muestran menos dispuestos a hacer contratos a largo plazo.

Impulsando la carrera armamentista en Europa, EE UU subvierte así las relaciones económicas de Europa occidental con la Europa del Este, sin hablar ya de que el papel de EE UU dentro de la OTAN les permite controlar la política de los países euroccidentales también en otros dominios, atajando sus posibles protagonismos en otras áreas del mundo si éstos entran en colisión con los intereses de Washington.

La ruta del petróleo

¿Y quién controla las rutas por las cuales el petróleo árabe fluye a Europa occidental? Washington asusta a medio mundo con la mano de Moscú, pero el hecho es que es EE UU el que tiene puesto los dedos en la principal arteria petrolífera y que puede cortarla en cualquier momento.

De suerte que la actual situación le conviene bastante a Washington. Sin embargo, para seguir siendo líder de la OTAN necesita todo el tiempo crear tensión e inculcar a la elite gobernante de Europa occidental que sin EE UU "se va a pique". Semejante lógica todavía causa impacto en ciertos círculos euroccidentales.

Por otra parte, ya hace tiempo que se observa la siguiente paradoja: en Europa occidental, que se halla cerca del terrible coloso soviético, en rigor, suscita más preocupación, no la URSS, sino la política de Estados Unidos. Los diez países comunitarios en raras ocasiones demuestran la unidad política, pero si lo hacen es a base de la conjunta oposi ción a EE UU. ¿No será éste un signo distintivo de la época? Por lo que atañe a las relaciones Este-Oeste a escala europea, serían mucho mejores y distendidas si Europa pudiese solventar por su cuenta, valiéndose de su dilatada experiencia de siglos, los problemas políticos y económicos que tiene planteados y crear una auténtica unidad, desde el Atlántico hasta los Urales, a partir de unas realistas medidas en materia de desarme, del comercio mutuamente provechoso y de las actividades conjuntas en los ámbitos de la ecología, el transporte y la energética, lo cual la URSS ha propuesto en reiteradas ocasiones con vistas a desarrollar los postulados del acta final.

¿En qué consiste el interés de fondo de EE UU respecto a Europa? En mantener dividido el continente y sembrar discordias entre sus lados Este y Oeste, sacando provecho de tal situación.

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Guenrij Trofimenko es jefe de la Sección de Problemas de la Política Exterior Norteamericana en el Instituto de Estados Unidos y Canadá de la Academia de Ciencias de la URSS.

Europa, para los europeos

Viene de la página 11"Divide y vencerás"; esta expresión resume el interés geopolítico norteamericano, del cual se puede hallar constancia en trabajos de los más diversos políticos estadounidenses, desde el más derechista hasta el más liberal.

El despliegue en Europa occidental de los ingenios nucleares de alcance medio es un exponente del mismo interés geopolítico. Según manifestó sin ambages el presidente Reagan, el arma nuclear del teatro europeo puede ser utilizada sin que ello lleve aparejado un conflicto a escala global. "Que se maten unos a otros, y cuanto más, mejor", decía, refiriéndose al mismo tema, Harry Truman allá en los años de la segunda guerra mundial. Y Washington retrasó cuanto pudo el desembarco de sus tropas en Normandía.

Ahora bien, ¿en qué consistirá el interés europeo? Por lo visto, en asegurar la paz en el continente mediante cooperación y seguridad colectiva, mediante una contribución realista de cada uno de nuestros países a la distensión y al cese del aramentismo.

Todo parece indicar, sin embargo, que el actual establishment político norteamericano ve con malos ojos un camino así para Europa. Al flirtear con los europeos en tiempos del choque posvietnamita y al seguirles en el camino de la distensión, EE UU se empeña hoy en hacer que sus aliados vuelvan a la guerra fría y al armamentismo, entre otras razones, para quitarles la libertad de maniobra.

Precisamente por eso, en los tiempos que corren adquiere especial importancia el mantener un fructífero diálogo europeo. El pueblo soviético y su Gobierno se esfuerzan por aminorar la amenaza de guerra y pasar de la confrontación a la distensión y la cooperación. Esta actitud del Estado soviético ha sido puesta de relieve durante la reciente visita oficial del rey Juan Carlos I a la URSS. El éxito de esta visita viene a demostrar palmariamente el carácter realista del interés europeo, basado en la comunidad de nuestra historia, cultura y civilización.

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