Editorial:

Negociación imprescindible

LA RUPTURA de las negociaciones entre EE UU y la URSS en Ginebra está poniendo a flote, a los ojos de los ciudadanos de Europa, el extraordinario deterioro de la situación internacional: vivimos en un mundo en el que las dos potencias que disponen de un armamento nuclear que puede destruir, prácticamente, la civilización humana, no son capaces de discutir entre sí cómo controlar y reducir ese aterrador poder de aniquilamiento. Por radicales que sean las diferencias entre las formas de vida de EE UU y la URSS, no pueden justificar la mutua destrucción; de ello están convencidos los dirigentes d...

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LA RUPTURA de las negociaciones entre EE UU y la URSS en Ginebra está poniendo a flote, a los ojos de los ciudadanos de Europa, el extraordinario deterioro de la situación internacional: vivimos en un mundo en el que las dos potencias que disponen de un armamento nuclear que puede destruir, prácticamente, la civilización humana, no son capaces de discutir entre sí cómo controlar y reducir ese aterrador poder de aniquilamiento. Por radicales que sean las diferencias entre las formas de vida de EE UU y la URSS, no pueden justificar la mutua destrucción; de ello están convencidos los dirigentes de uno y otro lado. Pero siguen impertérritos su loca carrera de armamentos, obsesionados con que el otro no obtenga una ventaja.La ruptura en Ginebra ha sido obra de los soviéticos como respuesta al inicio de la instalación de los euromisiles en Inglaterra, Italia y la RFA. Pero ahora resulta, según ha escrito el Washington Post del pasado 19 de diciembre, que EE UU calculó mal, que creían que la URSS iba a seguir en las conversaciones ginebrinas. Reagan repitió, una y otra vez, que los euromisiles eran necesarios para obligar a los soviéticos a negociar. Por su parte, los soviéticos han generalizado las rupturas, no sólo en Ginebra sino en Viena, en las negociaciones sobre armamentos clásicos; su objetivo es dar una impresión lo más pesimista posible, con el argumento básico de que los Pershing 2, que pueden alcanzar Moscú en 8 o 10 minutos, destruyen todos los equilibrios previos; que es un retomo a la situación de los años cincuenta, y que así no pueden negociar.

Estas actitudes de los dos grandes, con los crecientes peligros de guerra que implican, están provocando una amplia toma de conciencia a nivel popular en numerosos países, expresada principalmente en las movilizaciones pacifistas, pero también un mayor dinamismo de las actividades diplomáticas de una serie de Gobiernos del Este y del Oeste, con un objetivo mínimo inmediato: que se reanuden las negociaciones sobre control y reducción de los armamentos nucleares. Tal ha sido el sentido del viaje del primer ministro de Canadá, Trudeau. Mitterrand, en su reciente estancia en Yugoslavia, ha puesto el acento en la necesidad de una actitud europea que ayude a resultados concretos en la próxima conferencia de Estocolmo. Sus palabras contradecían a todas luces el apoyo francés a EE UU en el tema de los euromisiles; quizá ha escogido una capital no alineada, y particularmente ligada al Tercer Mundo, para ofrecer una imagen menos desfavorable de la política francesa en la cuestión del desarme.

A la RFA, por razones geográficas obvias, el tema de los euromisiles le afecta más que a otros países. El canciller Kohl ha dirigido una carta a los Gobiernos del Pacto de Varsovia insistiendo en la necesidad de reanudar las negociaciones. Es un gesto que probablemente tiene en cuenta fenómenos que empiezan a aflorar en el Este. El ministro húngaro de Asuntos Exteriores, Varkonyi, ha discutido en Bonn estas cuestiones en un intento de tender puentes. No sólo en la OTAN han surgido diferencias en torno a los euromisiles; han sido más claras que en ocasiones anteriores en el seno del Pacto de Varsovia, destacando la del presidente rumano Ceaucescu. El apoyo búlgaro y rumano a una zona desnuclearizada en los Balcanes podría adquirir un significado nuevo: una forma de rechazar de antemano eventuales demandas soviéticas de extender sus misiles nucleares.

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El viaje del dirigente comunista italiano Berlinguer a Rumanía, RDA y Yugoslavia tiende a buscar posibles bases que permitan reanudar las negociaciones. Las recientes votaciones sobre el desarme en la Asamblea General de la ONU son sumamente significativas: por 99 votos a favor y 18 en contra (la URS S y sus aliados) se ha aprobado una resolución pidiendo la reanudación de las negociaciones de Ginebra. Otra resolución, en pro de la fusión de las negociaciones sobre armas estratégicas con las referentes a los euromisiles, ha obtenido 122 votos; pero EE UU no la ha votado y la URSS se ha abstenido. Una creciente presión mundial exige de los dos grandes que, por encima de todas las dificultades, vuelvan a la mesa y negocien. En este marco cobra una importancia singular la Conferencia Europea de Desarme convocada en Estocolmo para el 17 de enero.

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