Tribuna:

Desear por cuenta ajena

Los latino americano s tenemos la suerte y/o la desgracia de que todo el mundo sepa con meridiana nitidez qué solución y qué rumbo son los que nos convienen. El único problema es que la solución nítida que nos programan unos es casi siempre la opuesta a la no menos nítida que nos sugieren otros. Y entre tantas y tan contrarias nitideces, nuestra pobre y subdesarrollada confusión aumenta casi al mismo ritmo que la deuda externa. O sea, que nuestro destino está tan empañado como empeñado.Estados Unidos, por ejemplo, siempre nos ha abrumado con sus buenas intenciones. Desde el big stick de...

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Los latino americano s tenemos la suerte y/o la desgracia de que todo el mundo sepa con meridiana nitidez qué solución y qué rumbo son los que nos convienen. El único problema es que la solución nítida que nos programan unos es casi siempre la opuesta a la no menos nítida que nos sugieren otros. Y entre tantas y tan contrarias nitideces, nuestra pobre y subdesarrollada confusión aumenta casi al mismo ritmo que la deuda externa. O sea, que nuestro destino está tan empañado como empeñado.Estados Unidos, por ejemplo, siempre nos ha abrumado con sus buenas intenciones. Desde el big stick del primer Roosevelt, hasta la política del buen vecino del segundo, desde la Alianza para el Progreso del primer Kennedy, hasta la postura savonarólica del primer (y esperemos que único) Reagan, todos han asegurado procuarar el bienestar social para nuestros países, pero debido tal vez a una de las paradojas de la historia, sólo han provocado malestar social. Del welfare state al unrest state no hay más que un trecho.

Una de las razones de ese malogro es abordada en un reciente artículo de The New Yorker que aconseja al presidente Reagan la atenta lectura de una carta que en 1898 dirigió nada menos que la reina Victoria a su primer ministro lord Salisbury, y en la cual definía las cualidades que debía tener un virrey de la India: "Debe ser más independiente, captar por sí mismo cuáles son los sentimientos de los nativos, hacer lo que estime correcto y no guiarse por la conducta snob 37 vulgar, despótica y ofensiva, de nuestros representantes civiles y políticos, al menos si queremos seguir en la India con paz y felicidad y ser apreciados y queridos por los de arriba y los de abajo (y gozar, además, del respeto que merecemos) y no ofender a la gente recordándoles de continuo y haciéndoles sentir que son un pueblo conquistado. Por supuesto, deben sentir que somos los amos, pero ello debe lograrse con amabilidad y no con agresividad, como por desgracia ocurre con harta frecuencia".

El articulista señala la contradicción implícita en la epístola real: la reina "no sólo quería gobernar la India, sino que, además, pretendía que los indios desearan lo que ella quería que desearan. En realidad, deseaba que ejercitaran su voluntad y que, al mismo tiempo, renunciaran a ese ejercicio en favor de la voluntad de la Corona, o sea, que fueran simultáneamente libres y no libres, y eso era imposible". Fue precisamente de esa imposibilidad (tan sagazmente detectada y propalada por Gandhi), que provino la emancipación de la India.

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Ahora bien, el semanario neoyorquino es lo suficientemente astuto como para extrapolar aquella vieja incompatibilidad hasta la actual postura del Departamento de Estado en la explosiva situación de América Latina, y anota que para los norteamericanos el éxito o el fracaso de su política dependerá de su habilidad para conseguir que los nativos deseen lo que el Departamento de Estado quiere que deseen. Y llega a destacar este factor como una de las razones de que el Ejército norteamericano, pese a haber ganado en Vietnam cada batalla en particular, haya, sin embargo, perdido la guerra.

Es cierto que desde hace algunos decenios Estados Unidos ha querido hacerse cargo no sólo de nuestras riquezas naturales, sino también de nuestros deseos y aspiraciones. De acuerdo con esa tendencia, deberíamos ansiar y apetecer según las ansias y apetencias que ellos nos adjudiquen. Por ejemplo: que los salvadoreños anhelen ser definitivamente gobernados por una casta militar que les ha traído miseria y muerte en cantidades industriales; que los nicaragüenses derriben la revolución que ellos mismos levantaran con un descomunal esfuerzo y reciban con los brazos abiertos a llos ex guardias de Somoza, hoy denominados luchadores demócratas; que los panameños deseen fervientemente devolver a Estados Unidos lo poco que con Torrijos recuperaron de su canal; que los cubanos festejen alborozados cada nuevo aniversario (ya van 80) de la ocupación norteamericana de Guantánamo; que los mexicanos corran un piadoso telón de olvido sobre los territorios que les fueron arrebatados por el vecino y poderoso y norteño; que los argentinos renuncien para siempre a las Malvinas; que los chilenos y uruguayos rindan culto a los torturadores adiestrados en Fort Gulick, Fort Benning y otras atalayas de la libertad. Y así sucesivamente. De un cóctel con todos estos plácemes y unciones, al que debería agregarse una pizca de siesta, otra de chachachá y otra de anticomunismo, saldría, sin duda, el latinoamericano ideal, ese que nunca habría de tener problemas con el establishment; el nativo que, como aconsejaba la reina Victoria, es capaz de desear aquello que el poder colonial quiere que desee.

El olmo y las peras

Ah, pero la tozudez del subdesarrollo es infinita. Pese a los serviciales cuerpos de paz, a las campañas de esterilización, a la serie Dallas, a la doctrina Monroe, a los bloqueos de persuasión y a los desembarcos de los jocundos y rotundos marines, los pueblos latinoamericanos insisten en recorrer su propia ruta. En ciertos medios europeos se escu-

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frecuencia un estribillo sobre América Latina: "Esos países no tienen arreglo", pero si tuvo arreglo España después de 40 años de desarreglo, ¿por qué año vamos a tenerlo nosotros?

El problema es que cada vez que queremos emprenderlo por -nosotros mismos aparecen los interventores de siempre. Hace pocas semanas, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos publicó un anuncio en la revista Lasa Forum (volumen XIV, 2, verano 1983, página 38), dedicado a reclutar "analistas en insurgencia-terrorismo e inestabilidad política". Los interesados "deberán poseer antecedentes de especialización en el estudio de estos temas o una comprobada competencia de expertos en estudio de campo en el Tercer Mundo. El cargo comprende el procesamiento y supervisión del producto de estudios de investigación, redactados de manera comprensible. Incluirá frecuentemente la redacción de instrucciones e interrogatorio s, y también contactos con otros especialistas dentro de la CIA y de otras agencias gubernamentales ( ... ). Son deseables las experiencias vinculadas al Próximo Oriente, África y América Latina, así como en desarrollo económico o los aspectos militares y técnicos de la insurgencia (...). El salario dependerá de la experiencia".

La revista Lasa Forum es la publicación oficial de Latin American Studies Association, institución que agrupa a investigadores y docentes especializados en temas de América Latina. La inclusión del anuncio (único espacio publicitario de la revista) provocó un escándalo de proporciones, matizado por denuncias y renuncias en cadena, y no deja de ser extraño que las. agencias internacionales de noticias hayan omitido semejante estruendo.

En realidad, la convocatoria insólitamente pública de la CIA sirve para confirmar antiguas convicciones. Precisamente esos "analistas en terrorismo e insurgencia" forman parte de la espontánea ayuda a nuestro desarreglo. Si pudiéramos desear lo que en realidad deseamos y no estuviéramos obligados a desear lo que el Departamento de Estado desea que deseemos, tal vez desearíamos que nos dejaran vivir y avanzar (y también equivocarnos, claro, pero con nuestros errores), según lo que pensemos, lucubremos y programemos nosotros mismos o quienes elijamos de entre nosotros. América Latina tiene tantas riquezas naturales y humanas que su presente de miseria y genocidio, de explotación y bloqueo, de amenazas y estragos no sólo es un despilfarro para sí misma, también lo es para la humanidad. Creo que hasta la reina Victoria lo habría comprendido.

Quizá valga la pena recordar aquí que el presidente Reagan, cuando estuvo en el hospital a consecuencia de un atentado, escribió dos poemas que fueron publicados por El Día, de México el 14 de abril de 1981. Uno de, ellos (El presupuesto del Estado,) es una mera reflexión lírico-fiduciaria acerca de un excedente de presupuesto: "Redistribuyamos lo, digo yo / ¿Redistribuirlo?, se sorprende él, / pero es imposible, / van a votar una ley, creando un nuevo ministerio, yo lo. firmaré y después lo devolveré, / pero sin dinero, / ¿para qué sirve un buró sin burócratas?". Es posible que el texto haya perdido, calidad en su pasaje del inglés al español, pero el otro poema (El tiempo) tiene en cambio su encanto de tercera o cuarta edad, y así concluye: "Ocho años volando pasarán,/ yo por la ventana miro, / mas el olmo del parque en nada cambiará".

O sea que no hay razón para pedirle peras.

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