Desafío democrático a la dictadura militar chilena

Chile, ejemplo de la inutilidad de las dictaduras, según el vicepresidente del Gobierno español, Alfonso Guerra

Unas 200.000 personas se manifestaron ayer en Madrid en un acto de solidaridad por la libertad de Chile, el más numeroso de cuantos se han celebrado en el extranjero. La manifestación, coincidente con el décimo aniversario del derrocamiento por las armas del presidente constitucional chileno Salvador Allende, se celebró en calma y sin incidentes destacados. Isabel Allende, hija del difunto presidente chileno, y Alfonso Guerra, vicesecretario general del PSOE y vicepresidente del Gobierno, pronunciaron emotivos discursos. Guerra recordo que "las dictaduras son paréntesis inútiles en la historia...

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Unas 200.000 personas se manifestaron ayer en Madrid en un acto de solidaridad por la libertad de Chile, el más numeroso de cuantos se han celebrado en el extranjero. La manifestación, coincidente con el décimo aniversario del derrocamiento por las armas del presidente constitucional chileno Salvador Allende, se celebró en calma y sin incidentes destacados. Isabel Allende, hija del difunto presidente chileno, y Alfonso Guerra, vicesecretario general del PSOE y vicepresidente del Gobierno, pronunciaron emotivos discursos. Guerra recordo que "las dictaduras son paréntesis inútiles en la historia de los pueblos".

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Todos los partidos políticos parlamentarios y centrales sindicales, así como algunos extraparlamentarios, se sumaron a la manifestación. Alianza Popular, que no asistió, envió a su rama juvenil, Nuevas Generaciones, que se quejó de algunas acciones hostiles.El acto se desarrolló a lo largo de la madrileña calle de Bravo Murillo, entre la estación de metro de Estrecho y la glorieta de Cuatro Caminos.

Junto al cruce con la calle de Almansa, en un tenderete envuelto con la bandera chilena (tres cuarteles en rojo, blanco y azul, con una estrella blanca en el vértice superior), se vendían las famosas empanadillas chilenas a 20 duros la pieza. Un cartel -¡Apoya, compañero!- explicaba este precio.

En las primeras filas de la manifestación podía verse al presidente de las Cortes, Gregorio Peces-Barba Martínez; al presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid, Joaquín Leguina; al presidente de la Real Academia de la Lengua, Pedro Laín; al defensor del pueblo, Joaquín Ruiz-Giménez; al rector de la Universidad de Madrid, Francisco Bustelo, y al Consejero de Estado Gregorio Peces-Barba del Brío.

Junto al vicepresidente Alfonso Guerra y a Isabel Allende, que presidían la manifestación, marchaban el alcalde, Enrique Tierno; los líderes sindicales Nicolás Redondo, de la Unión General de Trabajadores (UGT), y Marcelino Camacho, de Comisiones Obreras (CC OO); el secretario general del PCE, Gerardo Iglesias, y el dirigente democristiano Óscar Alzaga, líder del Partido Demócrata Popular, integrado en la Coalición Popular, así como Agustín Rodríguez Sahagún, del CDS; el ministro de Cultura, Javier Solana; el titular de Educación, José María Maravall, y el dirigente de la democracia chilena Alberto Jerez, comisionado por los partidos políticos de Chile para representarlos. El liberal Antonio Garrigues, que se sumó a la convocatoria, no asistió por hallarse en Japón, si bien asistieron los liberales Justino de Azcárate y Pedro Schwartz.

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Tras los grupos de cabeza, el grueso de la manifestación, que avanzaba apretadamente en medio de un mar de puños en alto, agitándose rítmicamente al son de consignas contra la dictadura de Pinochet, unas rotundas y otras jocosas: ¡Asesino Pinochet! fue la más coreada, junto con ¡El pueblo unido, jamás será vencido!, eslogan al que el grupo chileno Quilapayún pondría más tarde música, nervio y nostalgia.

Banderas al sol

Encaramado sobre un alto, un joven movía una bandera de España con su escudo constitucional magníficamente bordado sobre la franja de raso amarillo encendido.Dos jóvenes con pantalones de deporte agitaban a la carrera sus banderitas de la Federación Socialista Madrileña, que a millares se movían en las manos de los manifestantes. La manifestación avanzaba entre banderas rojas agitadas en medio de un calor veraniego tardío, combatido con gorros de papel de periódico.

Con gran aparato ruidoso avanzaba una banda de música de la Unificación Comunista de España con clarinetes, saxofones y tambores, mientras los músicos danzaban alrededor de un zancudo Tio Sam con pantalones a rayas rojas y blancas, un bigote de purpurina y una chistera oscilante.

Fuera de Chile, fuera de Argentina, fuera los yanquis de América Latina, resonó en la calle con estruendo. Organizaciones de Argentina -Vamos, Chile, sobre la bandera blanquiazul-, Uruguay y partidos políticos latinoamericanos cerraban la manifestación, que se abrochaba con una pancarta de la Federación de Vecinos: ¿Dictaduras? No, gracias.

Una vez que la cabeza de la manifestación hubo llegado a la glorieta de Cuatro Caminos, la gente fue ocupándola del todo, abarcando también las calles adyacentes.

De anfitriona hizo la actriz Mánica Randall, muy morena, vestida con un traje veraniego verde manzana y un pañuelo de gasa color añil en la cintura. Fue la actriz quien leyó el mensaje de la Unión General de Trabajadores y los testimonios de solidaridad procedentes del interior de Chile. En uno de éstos, el dirigente sindical del cobre, Rodolfo Seguel, anunciaba su comienzo de una huelga de hambre "hasta el final".

Lágrimas y esperanza

Miles de aplausos rubricaron estos mensajes, que dieron paso a las palabras de Isabel Allende. Con la voz entrecortada, pero sin quebrar, la joven chilena hizo conmoverse a las decenas de miles de madrileños que se arracimaban en la plaza para escucharla. "Es difícil contener la emoción al ver este Madrid desbordado en las calles por Chile. Es difícil contener la emoción, porque Salvador Allende era mi padre y porque Chile es mi pueblo". Algunas personas atajaban las lágrimas con la lengua sobre los labios, mientras otras encauzaban sus aflicción gritando ¡Chile vencerá!

Isabel Allende señaló que el régimen de Pinochet "tiene sus horas contadas", y pidió la renuncia del dictador, la elección de una asamblea constituyente en Chile y la creación de un Gobiemo provisional, como ejes de la alternativa democrática al general Pinochet. De las fuerzas armadas de Chile dijo que "han olvidada su papel de defensa del pueblo, se han convertido en el brazo ejecuitor de la polí tica de Pinochet y en las fuerzas de ocupación de su propio país".

Sus palabras, las últimas de su padre -"la historia nos pertenece"-, fueron despeclidas con una salva de aplausos, que arreciaron al subir al estrado Alfonso Guerra La llegada del vicepresidente ante el micrófono fue saludada con un estruendoso OTAN, no; bases, fuera, repetido por millares de voces

Las palabras de Alfonso Guerra fueron creciendo en emoción, de forma ordenada y sesgada por un apasionamiento contenido que causó la respuesta, en encendidos aplausos, de los asistentes. Recor dó enfáticamente que hace 10 años se consumaba en Santiago de Chile el asesinato del presidente Sal vador Allende, "el único presidente legítimo de Chile",

"Diez años después, todos claman en Chile por una recuperación pacífica de la soberanía popular". Y agregó: "Hoy sólo quedan los restos del naufragio. El golpe al final, no sirvió ni para algunos que dejaron hacer y que hoy se suman al combate por la libertad".

El vicesecretario general del PSOE dijo luego: "Queda el saldo de la represión, de los desaparecidos, de los crímenes y de la tortura, del exilio y de la degradación económica" y, en base a ello, definió a las dictaduras como "paréntesis inútiles en la historia de los pueblos". Culminó su discurso con la exigencia de libertad, pronuncia da tres veces.

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