FERIA DEL TORO DE PAMPLONA

Toros a la antigua

Plaza de Pamplona. Doce de julio. Sexta corrida de San Férmín.Toros del Marqués de Domecq, con gran trapío y casta, fuertes, correosos.

Ruiz Miguel. Dos medidas estocadas tendidas y caídas y dos descabellos (silencio) Tres pinchazos y estocada baja (aplausos y saludos). José Luis Palomar. Cuatro pinchazos y descabello (silencio). Pinchazo, media y descabello (silencio). Yiyo. Estocada baja (dos orejas). Dos pinchazos y estocada baja (aplausos). Ruiz Miguel y Yiyo fueron atendidos en la enfermería de puntazos y varetazos.


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Plaza de Pamplona. Doce de julio. Sexta corrida de San Férmín.Toros del Marqués de Domecq, con gran trapío y casta, fuertes, correosos.

Ruiz Miguel. Dos medidas estocadas tendidas y caídas y dos descabellos (silencio) Tres pinchazos y estocada baja (aplausos y saludos). José Luis Palomar. Cuatro pinchazos y descabello (silencio). Pinchazo, media y descabello (silencio). Yiyo. Estocada baja (dos orejas). Dos pinchazos y estocada baja (aplausos). Ruiz Miguel y Yiyo fueron atendidos en la enfermería de puntazos y varetazos.

ENVIADO ESPECIAL

Toros a la antigua eran los del marqués, ayer en Pamplona. No sólo por los coloraos chorreaos que salieron, pelaje evocador de iluminadas imágenes decimonónicas, junto a los berrendos, los cárdenos y no digamos los jaboneros, sardos o retintos. Ni siquiera por el cuajo y cornamentas aparatosas, de anchísima cuna, delanteras o vueltas, que exhibieron todos.

Eran toros a la antigua. Más aún, que por su lámina irreprochable y apabullante, por su casta y fortaleza. Toros correosos, de severa mirada y caminar altivo. Toros agresivos aun en las embestidas nobles. Toros que desarrollaban sentido y requerían brega hábil, ejecutada con pie ligero y la cuadrilla alerta, pues el peligro se cernía en todas las suertes.

Los toreros también eran a la antigua, según demostraron al presentar batalla a este ganado de trapío y nervio, e incluso uno de ellos, precisamente el más joven de la terna, Yiyo, cortó orejas. Revisteros de la época relatarían de sus actuaciones que pasaron por bajo o por alto en la suerte natural o en la contraría, fueron aplaudidos en los de pecho y en molinetes, aliñaron, despenaron a los bureles mediante sartenazos. Lo normal en la edad media del toreo, y así en Pamplona ayer.

Lo único que había moderno, modernísimo, en la corrida, eran los percherones de picar, los picadores, los petos. En tiempos de Badila, de doma el penco y descubierto, los toros del marqués habrían diezmado la cuadra, tripas al aire y recibido docenas de puyazos, por supuesto no tan alevosos como los que sufrían por hartera industria de los individuos a caballo.

El pilar de la lidia, que es la suerte de varas, desnaturaliza todo el espectáculo si se ejecuta según es uso actual, y lo reconduce a un suceso en el que su brillantez sucumbe a costa de la destrucción del toro. Los toros llegan moribundos al último tercio, lo cual no siempre merma el peligro, pues si tienen casta agresiva, como era el caso, su sentido se acentúa con la agonía y pueden coger.

Cogieron. A Ruiz Miguel, por la axila, y sufrió un desgarrón. A Palomar por el vientre, y le desabotonaron la taleguilla. A Yiyo, por todas partes, de forma horrible, y demasiado bien librado salió de la paliza, para lo que pudo suceder.

Ocurrió la cogida de Yiyo en su primer toro. Se lo llevó al platino, allí lo había pasado por derechazos aliviándose, y en la siguiente serie se confió. Abría el compás, dejaba llegar, bajaba la mano, templaba, ligaba. En uno de los muletazos, el toro, que tenía sentido, le enganchó de lleno, y en el suelo le corneó de manera brutal. Roto y ensangrentado se incorporó Yiyo, volvió a torear en redondo, aún más ceñido y mató de un estoconazo bajo. La emoción de la faena, la casta del diestro, produjeron un triunfo de clamor. "¡Torero, torero!", coreaban las peñas.

El resto de la corrida transcurrió entre desarmes, carreras, precauciones y la voluntariosa entrega de los tres espadas. Bullidor y un tanto ventajista Ruiz Miguel, como últimamente acostumbra. Torpón Palomar; y Yiyo breve en el último de la tarde, que carecía de fijeza y cuyo sentido se acentuaba en cada muletazo.

De parecida forma habrían resuelto clásicos de la tauromaquia esta corrida de toros a la antigua. La feria de san Fermín es, en efecto, feria del toro. En este aspecto fundamental, la casa de Misericordia, que organiza los festejos, no defrauda. O por lo menos, no ha defraudado hasta ayer.

Esplá y Ojeda: expectación

La expectación de las dos últimas corridas de la feria de san Fermín, que se celebran hoy y mañana se centra en Luis Francisco Esplá y Paco Ojeda, tanto por el cartel que traían de la feria de san Isidro, como por sus actuaciones en la plaza de Pamplona el pasado lunes.

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