El catedrático José Manuel Blecua dedicó su última clase al poeta Francisco de Aldana

"Pues sí: todo llega, todo cansa y todo pasa dice en La Dorotea Lope de Vega. Yo creí que este momento nunca iba a llegar, porque yo empecé a dar clases hace medio siglo". Con estas palabras, José Manuel Blecua comenzó el pasado viernes día 20 su última clase. Una lección sobre el poeta renacentista Francisco de Aldana y unos consejos a los alumnos sirvieron a este catedrático como despedida de la docencia. Y fue realmente una última clase, sin apenas protocolo ni palabras altisonantes.Y en ella, una pequeña y bella evocación de aquellos lejanos años treinta en los que inició su larga a...

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"Pues sí: todo llega, todo cansa y todo pasa dice en La Dorotea Lope de Vega. Yo creí que este momento nunca iba a llegar, porque yo empecé a dar clases hace medio siglo". Con estas palabras, José Manuel Blecua comenzó el pasado viernes día 20 su última clase. Una lección sobre el poeta renacentista Francisco de Aldana y unos consejos a los alumnos sirvieron a este catedrático como despedida de la docencia. Y fue realmente una última clase, sin apenas protocolo ni palabras altisonantes.Y en ella, una pequeña y bella evocación de aquellos lejanos años treinta en los que inició su larga andadura como catedrático, su primer instituto, el de Cuevas de Almanzora, y sus primeros estudios sobre Jorge Guillén y sobre Don Juan Manuel, que ya prefiguraban su tan duradera y fructífera pasión por ambos.

Cerca de 150 publicaciones siguen al primer "trabajito" sobre Cántico, de Jorge Guillén, y a la edición crítica del Libro infinido de Don Juan Manuel, ambos permanentemente completados; al igual que su magna obra sobre Quevedo, a cuya poesía ha dedicado más de cuarenta año. Este hombre que tiene tiempo para todo, aunque haya trabajado "despacio, con paciencia, un poco artesanamente", también ha escrito sobre Góngora, Lope, Herrera, Fray Luis, Garcilaso, Cervantes, los Argensola... Y sobre alguno de aquellos amigos que conoció en la universidad Internaciona.l de Santander en 1933: Salinas, Lorca, Gerardo Diego y, siempre, Guillén.

Pertenece a una "historia casi impúdica" que no explica, y que es una larga cosecha de reconocimientos. El mayor, ser Académico de Honor de la Real Academia Española de la Lengua. Finalmente, su paso por varios centros de enseñanza desperdigados en la geograrla española y estadounidense, y, desde 1959, al frente de la cátedra de Historia de la Lengua e Historia de la Literatura de la universidad de Barcelona, cierra una historia de buena fortuna para sus numerosos alumnos.

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