Tribuna:

Luis Bagaría, caricaturista contemporáneo

Con esta muestra antológica del dibujante catalán Luis Bagaría (1882-1940), expuesta en las salas Pablo Ruiz Picasso, de la Biblioteca Nacional, en Madrid, que tendrá un carácter itinerante en los próximos meses, se introducen vanos temas de interés, además del específico de difundir la importantísima obra de este maestro del humorismo gráfico contemporáneo en nuestro país. Hay que tener en cuenta que el humorismo gráfico, y, dentro de él la caricatura, en cuya especialidad brilló Bagaría, responden tanto a una determinada técnica artística como al comentario crítico de la actualidad, lo cual,...

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Con esta muestra antológica del dibujante catalán Luis Bagaría (1882-1940), expuesta en las salas Pablo Ruiz Picasso, de la Biblioteca Nacional, en Madrid, que tendrá un carácter itinerante en los próximos meses, se introducen vanos temas de interés, además del específico de difundir la importantísima obra de este maestro del humorismo gráfico contemporáneo en nuestro país. Hay que tener en cuenta que el humorismo gráfico, y, dentro de él la caricatura, en cuya especialidad brilló Bagaría, responden tanto a una determinada técnica artística como al comentario crítico de la actualidad, lo cual, naturalmente, hace que sea ésta una actividad compleja.Se trata, pues, de un híbrido, pero dotado de esa misma naturaleza que caracteriza, según Baudelaire, el destino general del arte moderno, un arte que "busca lo poético en lo histórico" y "lo eterno en lo transitorio". Por eso, no es de extrañar que el gran poeta y crítico francés considerara la caricatura como un signo emblemático de los tiempos y le dedicara uno de sus más hermosos y profundos ensayos, el titulado De la esencia del reír y, en general, de lo cómico en las artes plásticas.

Volvamos a la caricatura espa-ñola y, al particular universo de Bagaría. Decía de nuevo Baudelaire que "los españoles están muy bien dotados para lo cómico" porque "llegan rápidamente a lo cruel, y sus fantasías más grotescas contienen frecuentemente algo de sombrío". Creo que Baudelaire acertó a captar el lado trágico del humorismo español, que secularmente se lo ha tenido que jugar todo a una carta, pues no son posibles las ligerezas en regímenes políticos absolutos. Así, antes de la modernización política de nuestro país y la consiguiente introducción de cierta tolerancia liberal, el modelo más expresivo de caricaturización trágica es el que ofrece Goya, el artista que inspiró a Baudelaire la definición del humor español.

Momento histórico y artístico

Durante el pasado siglo, que es período que aquí más próximamente nos concierne, hay ya una excelente tradición de caricaturistas en nuestro país, lo cual ha sido demostrado por Valeriano Bozal en su estupendo libro La ilustración gráfica del siglo XIX en España.

Desde luego, parecería imposible encontrarse con dibujantes de la talla de Bagaría o Castelao sin estos antecedentes, aunque tampoco conviene olvidar el excepcional momento histórico y artístico que le tocó vivir a este ilustrador catalán, nacido en Barcelona en 1882, un año después que Picasso, y testigo directo, como el genial pintor andaluz, de la fascinante Barcelona fin de siglo. Próximo al mundo de los grandes maestros del modernismo catalán y sus inmediatas secuelas -Rusiñol, Casas, Nonell, etcétera-, Bagaría comenzó de hecho su carrera artística como pintor y, siendo tal, llegó incluso a presentar una exposición en la Sala Parés de Barcelona en el año 1903, compartiendo entonces la aventura ni más ni menos que con Nonell y J. M. Xiró.

Pero no voy a extenderme en dar más datos sobre este primer Bagaría del ambiente catalán posmodernista, tan bien estudiado por F. Fontbona en uno de los artículos que acompañan el catálogo de la presente muestra. El caso es que, tras estos pinitos pictóricos, Bagaría se dedicó pronto a la caricatura y se acabó instalando en Madrid, al parecer por consejo de. Santiago Rusiñol, a comienzos de 1912.

Agudo y mordaz

Aquí permaneció prácticamente el resto de su vida, hasta que la guerra civil le obligó a exiliarse en Cuba, donde murió en 1940.

En este casi cuarto de siglo de producción madrileña, que le llevó a colaborar. en diarios tan importantes como La Tribuna o El Sol, Bagaría logró hacerse bastante popular, frecuentando, sobre todo, los círculos intelectuales liberales y progresistas. Este agudo y mordaz caricaturista pudo presenciar en directo los momentos más intensos de la política española contemporánea, desde la definitiva crisis de la Restauración hasta la dictadura de Primo de Rivera, la instauración y el desarrollo de la Segunda República y la guerra civil.

¿Qué más se puede pedir para quien vive de filosofar humorísticamente sobre los acontecimientos políticos? He dicho filosofar, porque la caricatura de Bagaría esconde un pensamiento político muy determinado, de indudable cariz progresista, y una gran finura intelectual.

En realidad, muchos de sus monigotes no sólo forman un retablo testimonial imprescindible para comprender la vida, española de entonces, sino que condicionaron la suerte de muchos personajes o personajillos delmomento, con ese sello moral imborrable que condena al retratado a parecerse irremisiblemente a su retrato, como lo ha apuntado Alberto Savinio.

Desde un punto de vista formal, los ecos posmodernistas de su primera formación y el sintetismo aprendido de la vanguardia posterior sirvieron muy bien a Bagaría para desarrollar las cualidades más eficaces del humorismo gráfico, ya que, respectivamente, le proveyeron de virtuosismo lineal y de una punzante capacidad para concentrar en cuatro rasgos libérrimos el talante moral del retrato. En la presente exposición hay una gran cantidad de dibujos útiles para valorar el originalísimo arte de Bagaría como caricato, pero lo mejor de toda ella es quizá el planteamiento ordenado y polivalente con que se ha presentado este amplísimo material que se exhibe siguiendo unas pautas temáticas.

Así, sin traicionar la compleja red de cuestiones que acompañan al humorismo gráfico, nos encontramos que son analizadas todas las facetas del problema, desde el papel mismo que desempeñó la ilustración en un momento en el que el uso de la fotografía periodística tenía aún fuertes linútaciones, hasta los muchos aspectos de la vida cultural y política española de aquel entonces.

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