Crítica:CANCIÓN

Quilapayún añoranzas del 'Canto General'

Un público conocedor previo del mensaje que iba a escuchar, aplaudió anteanoche sin reservas a los componentes del conjunto chileno Quilapayún, en el teatro Alcalá, di Madrid. Siete hombres vestidos con poncho negro, y con un telón invariablemente rojo, fueron la imagen viva de una América que protesta, y de la estética socialrealista en música.Son exiliados de la cruel tragedia de Chile, e invocaron coralmente a todos los dioses tutelares: dos poemas de Nicolás Guillén, una evocación populista de Sandino como líder de Nicaragua (Retrato de Sandino con sombrero), un oficio de tinieblas,...

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Un público conocedor previo del mensaje que iba a escuchar, aplaudió anteanoche sin reservas a los componentes del conjunto chileno Quilapayún, en el teatro Alcalá, di Madrid. Siete hombres vestidos con poncho negro, y con un telón invariablemente rojo, fueron la imagen viva de una América que protesta, y de la estética socialrealista en música.Son exiliados de la cruel tragedia de Chile, e invocaron coralmente a todos los dioses tutelares: dos poemas de Nicolás Guillén, una evocación populista de Sandino como líder de Nicaragua (Retrato de Sandino con sombrero), un oficio de tinieblas, salmódico y lento, sobre Galileo Galilei, héroe de Brecht y perseguido de la Inquisición, y naturalmente Víctor Jara., y un poema de Lorca (Memento) dentro de su modo. Versos siempre colectivos: "Un mundo por hacer es la tarea". O "y lucho en el poema y en la tierra".

Oír, presenciar el buen oficio de Quilapayún es imaginar, por el sonido, la gran inmensidad del subcontinente americano, y más precisamente la variedad de Chile y del entorno nostálgico de la cordillera andina. Y es imaginar, al mismo tiempo, un gran mural de pintura revolucionaria e insurgente: campesinos que con sonrisa feliz y sombreros de paja, mujeres, niños, hombres fornidos, van llenando campos, ciudades y montes con el jubiloso grito de su felicidad conquistada y con el permellón restallante de sus banderas. Como una escena de Novecento. O como los frisos a cuya cabeza está siempre Lenin.

Realismo socialista

Quilapayún es "realismo socialista" y no se permite ni la menor fisura. Cierto que entre canción y canción nos comunican máximas o greguerías de ocasional toque irónico -leve- y mejor talante anarquista. Pero es sólo la sonrisa en la lucha. No hay resquicios. Si se dice: "No se debe hacer un pacto con el diablo, hay que hacer muchos"; se dice también: "Hay que encerrar a Pinochet en la Capilla Sixtina hasta que pida perdón". La facilidad es la peor tentación del diablo, cuando se busca redentor de masas.Quilapayún clama, con buena voz, por la redención de América, y por la revolución de los oprimidos. Su grito es de libertad y de justicia (palabras siempre queridas, siempre bellas) pero no por ello deja de ser un grito plano, un grito viejo.

En Qúilapayún no hay canciones de amor, no hay alusiones privadas, no hay vida íntima -tan rica, tan revolucionaria- y para acentuar, más lo colectivo, cantan siempre en coro, y siempre pluralizan.

Ciertamente no hay nada que objetar. Y doy por hecho que todos anhelamos una América justa y un Chile democrático. Pero la estética no se acaba en las banderas coloreando el viento, ni la poesía en las manos unidas de La muralla de Guillén -excelente canción, por otro lado-. Un mundo libre busca más libertad. Sin negar la obra bien hecha. "Realismo socialista" primorosamente ejecutado, búsqueda y añoranza de lo popular, del pueblo llenando plazas, madre coraje, jornadas de octubre, los Quilapayún no mencionaron a Pablo Neruda. No hacía falta. Estaba allí, y les bendecía.

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