Iris M. Zavala prepara una novela y una historia de la censura literaria en el XIX

Iris M. Zavala no podía ser simplemente historiadora, no sabría conformarse con escribir novelas de título sonoro y recoveco, no se resignaría jamás a hacer tan sólo crítica literaria, ni siquiera crítica de la crítica literaria; Iris M. Zavala parece vivir desparramada fuera de sí, como quien busca la extenuación de la variedad, el cultivo de los saberes deliberadamente recónditos en masones, carbonarios, revolucionarios de afición y siempre disidentes de profesión.

Con una preferencia bien demostrada por el siglo XIX, Zavala prepara una novela y una historia de la censura literaria de...

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Iris M. Zavala no podía ser simplemente historiadora, no sabría conformarse con escribir novelas de título sonoro y recoveco, no se resignaría jamás a hacer tan sólo crítica literaria, ni siquiera crítica de la crítica literaria; Iris M. Zavala parece vivir desparramada fuera de sí, como quien busca la extenuación de la variedad, el cultivo de los saberes deliberadamente recónditos en masones, carbonarios, revolucionarios de afición y siempre disidentes de profesión.

Con una preferencia bien demostrada por el siglo XIX, Zavala prepara una novela y una historia de la censura literaria del siglo. La puertorriqueña pasada por la docta Salamanca, frecuente visitante de Barcelona y Cataluña, viajera de todos los rincones de España y con su centro de gravedad en Nueva York, es un obús de la cultura para quien aquel delicioso anacronismo del intelectual engagée está todavía plenamente de moda.

Merodeo científico

Iris Milagros -que la M no esconde un vergonzante Martínez ni el apellido agazapado de un marido norteamericano, porque en ella no hay nada vergonzante ni agazapado- conoce bien el bilingüismo de Estado y el significado de lo que es la única e indivisible lengua materna. Sólo que por el lado opuesto del que suele darse en España. Su primera lengua, más o menos sometida al diktat de las necesidades políticas, es el castellano, y la superestructura con la que lo envuelve en su circulación por una parte del mundo, el buen inglés aprendido en las mejores escuelas del Estado asociado de Puerto Rico ¿Asociado?. Bueno eso que no se lo digan a la historiadora, crítica y novelista, porque en ella la palabra independentismo se asocia a una reivindicación que hay a quien puede parecerle curiosa, porque lo es de la lengua castellana. Española, como dice la escritora, para dejar más patente su señalado caracter de desafío.Como todo en esta autora a paso de carga, su independentismo puertorriqueño, cetrino de tez y perfumado de acento, no es, sin embargo, un encerrarse en una istanación de dimensiones que, posiblemente, resiente por lo modestas, sino un dispersarse por el mundo igual que ella misma se da al merodeo científico y literario sin respeto de fronteras. Quizás ese limbo de la asociación política con Estados Unidos, a medio camino entre la anexión y la independencia, es lo que ha sacado de sus casillas a la autora haciendo que ocupara tantas de las casillas de los demás. La burguesía de la isla, dice, no puede ir para atrás ni para adelante. Que Puerto Rico, mucho más que México, vive demasiado lejos del cielo y demasiado cerca de los Estados Unidos. Los pasajeros delirios de convertirse en el 51 Estado de la Unión hacen buen caldo de campaña político para compensar la utopía de la independencia, y la utopía de la independencia sirve para recordar a los partidarios de la asimilación que el que la hace la paga, y allí los que la hicieron fueron los españoles desde los albores del siglo XVI.

Bécquer era censor

Iris Zavala trabaja como quien respira. El proyecto es en ella una forma de vida que en ocasiones se diría un sucedáneo de la acción política. Ahora está preparando, tras un breve descanso en Vic, un libro sobre la producción novelística española en el XIX y sus relaciones con la censura. Uno se entera por vía de tan peculiar tentativa de que Bécquer además de rimar golondrinas era censor del Estado, en lo que debía ser entonces un incipiente ministerio de Información sin Turismo. Al mismo tiempo, amaga el golpe de la próxima aparición de una novela ambientada en el siglo XVII, que toma su título de un poema de sor Juana Inés de la Cruz, y que comienza auspiciosamente así: Noturno mas no nefasto. Y esto es sólo el principio. De la novelística del XIX cree que Galdás es lo más importante, y que resulta mucho más moderno que Dickens. Su novelística -el Noctumo no es un escarceo de madurez sino una continuidad bien trabajada- es exclusivamente castellano hablante, mientras que su obra científica ha aparecido en algunas ocasiones en inglés. Su última publicación ha sido el tomo de Romanticismo y realismo, de la Historia crítica de la Literatura española que dirige Francisco Rico, para la que, en su afán desbordado, había preparado mucho más material del que ha sido posible contener en un tomo no enteco de páginas.Su obra política parece hasta la fecha preferentemente oral, pero no por ello carece de la contundencia del resto de su vocación escrita. La situación española es, contemplada por Iris Zavala con lo que podría definirse como apoyo crítico y entusiasmo escéptico. El PSOE es la democracia sin adjetivos. Luego Dios dirá. Felipe González es un presidente del Gobierno que le llama la atención por lo bondadoso, y la incorporación de la mujer a la vida pública española, una necesidad a la que si no se da curso ahora, ya no se sabe cuándo se producirá. Uno cree que Iris Zavala no se pierde ni una; que milita de una manera posiblemente heterodoxa en todos los frentes del conflicto humano desde el feminismo hasta las diversas variedades de socialismo universitario.

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