Moreno Gans y la perfección del violinista Sarbu, en la semana musical valenciana

La vida musical valenciana, de donde procede el nuevo director musical del teatro de La Zarzuela, Benito Lauret, en una nueva etapa de este centro de la ópera y la música española, es abundante en acontecimientos, centrados en tomo a la actividad de la Orquesta Filarmónica y basados en la existencia de una gran afición musical que responde a estos estímulos. Entre los hechos musicales de la última semana se destacan en esta crónica un estreno de Moreno Gans y la actuación del violinista Eugene Sarbu.

Un violinista rumano de excepción -Eugene Sarbu-, el lunes, en la Fílarmónica; un sólid...

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La vida musical valenciana, de donde procede el nuevo director musical del teatro de La Zarzuela, Benito Lauret, en una nueva etapa de este centro de la ópera y la música española, es abundante en acontecimientos, centrados en tomo a la actividad de la Orquesta Filarmónica y basados en la existencia de una gran afición musical que responde a estos estímulos. Entre los hechos musicales de la última semana se destacan en esta crónica un estreno de Moreno Gans y la actuación del violinista Eugene Sarbu.

Un violinista rumano de excepción -Eugene Sarbu-, el lunes, en la Fílarmónica; un sólido estreno absoluto -el Cuarteto con piano, de Moreno Gans-, el martes, en la CJA, y el íntimo recital de una cálida soprano albaceteña -Elisa Belmonte-, el viernes, en la sala Palau, fueron algunos acontecimientos de la pasada semana musical en Valencia.La delirante fantasía oriental que es la Sonata tercera, opus 25, de Enesco, otro rumano, hallaba en el soberbio fraseo de Eugene Sarbu el matiz vocal de un capricho inacabable e inimitable. Antes, con Leciair, y después, con Franck, Sarbu nos confirmaría un nexo profundo no bastante meditado: que si la voz humana procede de ciertas cuerdas, las cuerdas del violín, frotadas con aliento de artista, se humanizan hasta lo indecible. Sarbu no tocó: cantó.

Y el canto del violinista rumano encontraba su réplica días después en la soprano de Albacete Alicia Belmonte, cuya voz con cuerpo, escultural, a la vez que sensible al escalofrío -que es calor y es frío-, vibraba con tersura de instrumento de cuerda. Belmonte no cantó: tocó.

Cantar y tocar son menesteres de la música, ambos imprescindibles por igual. El canto corresponde a dentro, y el tacto a fuera. Pero es preciso que el canto aflore a la piel y sea tacto. Y no menos es preciso que el tacto se adentre en el alma y sea canto. Todo ello, por supuesto, sobre la base del oficio, que es lenguaje, y lenguaje universal en nuestro caso.

Un lenguaje seguro, que hizo posible que, con acoplamiento certero, el trío Michev, de Suecia, y los valencianos Perfecto García Chornet -piano- y Francisco Salanova -oboe- reunieran en una velada al inevitable Mozart, al habilidoso Martinu y, entre otros autores valencianos, a Moreno Gans, responsable del estreno de una obra compacta, clásica y amarga en el sentido de Hindemith.

La semana de la música comenzó, pues, con tacto insuperable de violín, siguió con ejemplar disciplina de conjunto de cámara, para concluir en el principio.

Porque en el principio, como nos recordó el presentador del recital de la sala Palau, con alusión bíblica, fue el aliento, de donde proceden las voces y las músicas.

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