Entrevista:

John Irving presenta en España su última 'novela de hadas'

John Irving, para construir sus novelas, parte de la realidad. El mismo ha afirmado en alguna ocasión que es un escritor realista, pero esa realidad es transformada o deformada para hacerla más real por más ficticia.Su última novela, El Hotel New Hampshire, que ayer se presentó en Barcelona, y hoy lo hace en Madrid, en la traducción castellana de la editorial Argos-Vergara, es, en el fondo, una historia de hadas en la que los héroes, como él dice, tienen luchas corrientes contra la maldad, la violencia y el malestar que nos provocamos los unos a los otros.

En los Estados Unidos s...

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John Irving, para construir sus novelas, parte de la realidad. El mismo ha afirmado en alguna ocasión que es un escritor realista, pero esa realidad es transformada o deformada para hacerla más real por más ficticia.Su última novela, El Hotel New Hampshire, que ayer se presentó en Barcelona, y hoy lo hace en Madrid, en la traducción castellana de la editorial Argos-Vergara, es, en el fondo, una historia de hadas en la que los héroes, como él dice, tienen luchas corrientes contra la maldad, la violencia y el malestar que nos provocamos los unos a los otros.

En los Estados Unidos se habían vendido 400.000 ejemplares antes de su aparición en las librerías, quizá como consecuencia de la fama de su anterior novela, El mundo según Garp, de la que se llegaron a vender cuatro millones de ejemplares.

Pregunta.¿A qué cree usted que se debe que un teórico de la literatura haya conseguido tiradas millonarias?

Respuesta. Puede que se deba a que yo, en mis novelas, intento describir a la gente que más daño recibe y a la vez intento ser doctor. Como novelista llevo a cabo una especie de acto de contradicción: soy el chico con la pistola en la mano y el doctor que lo parchea todo.

Hago el agujero y luego pongo las vendas. Creo que hoy día la responsabilidad del novelista es reflejar cómo nos lastimamos los unos a los otros. El tema de la novela es ese: cómo nos dañamos los unos a los otros.

P. Habla usted de daño, sin embargo en su obra hay una constante que es el sentido del humor.

R. Para mí no es ninguna contradicción que en mis novelas haya bastante dolor y también bastante humor. La comedia es una medicina, como también las películas y las novelas son medicina. Mi novela es como un ungüento. Yo no tengo conciencia, cuando escribo, de que con una mano causo problemas y con la otra trato de aliviar a los sobrevivientes. Al final de mis novelas siempre siento que son como una especie de hospital y, en cierto sentido, esto es literalmente-cierto. Creo que en mis obras el propio libro es un hospital.

P. En su obra se aprecia una dualidad de tratamiento, según se dedique a narrar una historia o a describir el contexto de los personajes, ¿a qué se debe?.

R. Siento que soy muy antiguo, un tipo del siglo XIX. Me gusta la narración cronológica, el argumento en la novela, la descripción minuciosa de los personajes, desarrollarlos lentamente. Creo que hago edificos muy a lo siglo XIX, donde trabajan los modernos. La propia estructura de mis novelas es del siglo XIX, pero lo que ocurre en ellas, la moralidad, el tema, la política, las relaciones, reflejan el tiempo en el que yo vivo.

P. Hay quien dice que sus novelas son en parte autobiográficas.

R. Las historias son como la comida, una necesidad. Estamos hambrientos de historias sobre nosotros mismos. Necesitamos que nos expliquen cómo vivimos, pero en forma narrativa. Nos resulta extremadamente duro vernos en nuestra vida cotidiana, sobre todo si se tiene una idea realista, un sentido realista de lo que te rodea. A la vez es duro vernos utilizados cuando somos casi el protagonista, pero creo que en las buenas novelas siempre se ha hecho héroes de gente que tiene luchas bastante corrientes.

P. Se puede decir entonces que sus novelas son fantásticas, aunque inspiradas en hechos reales.

R. Sí, y ello no es más contradicción que escribir historias que son lo bastante tristes como para ser ciertas, historias que son como vidas reales y, sin embargo, nos entretienen lo bastante como para hacernos sentir mejores de lo que somos. Si escribiese historias sin tragedia suficiente, no nos recordarían lo que es cierto, la realidad. Pero si a pesar de la tristeza no se hacen historias un poco entretenidas, entonces no funcionarán como medicina para uno.

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