Crítica

Ingenuidad

La historia de un soldado es una bella y breve partitura de Igor Stravinski compuesta ocasionalmente para un también breve texto del novelista suizo Ramuz: dos estilistas, uno de la música, el otro de la lengua francesa. Es una narración fantástica y amable sobre la eterna leyenda del soldado violinista que se encuentra con el diablo y con una serie de aventuras fantásticas. Un cuento.La versión que da Jerome Savary es precisamente la de un cuento; la de uno de esos libros infantiles donde se animan al desplegarse las figurillas planas de cartulina. Una imagen dulcificada de la guerra, ...

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La historia de un soldado es una bella y breve partitura de Igor Stravinski compuesta ocasionalmente para un también breve texto del novelista suizo Ramuz: dos estilistas, uno de la música, el otro de la lengua francesa. Es una narración fantástica y amable sobre la eterna leyenda del soldado violinista que se encuentra con el diablo y con una serie de aventuras fantásticas. Un cuento.La versión que da Jerome Savary es precisamente la de un cuento; la de uno de esos libros infantiles donde se animan al desplegarse las figurillas planas de cartulina. Una imagen dulcificada de la guerra, burlona para el mal como para el bien. En el estilo deseado de las barracas de feria, que es el de esta compañía excelente del Grand Magic Circus. Los pequeños inventos escénicos se suceden, unos antiguos y otros propios; una nube de actores pasan, se detienen, bailan, actúan, hablan. El naïf ilusiona a los espectadores infantilizados. Y todo termina, para que la palabra circo no sea vana, con un brillante número de acrobacia.

L'histoire d'un soldat, de Charles F

Ramuz. Música de Stravinski.Intérpretes: Grand Magic Circus, en colaboración con la Scala de Milán. Director: Jerome Savary. Estreno, teatro Español, 18 de septiembre de 1982.

Juego de magia

La partitura de Stravinski queda muy en segundo término, interpretada por un conjunto de siete músicos y un director, y el texto se dice bien, siempre dentro de ese estilo. Un bonito juego de magia, con los efectos hechos con soltura, sin preocuparse demasiado de una perfección absoluta, sino más bien de la ingenuidad propia de la barraca.

Al público le parece todo maravilloso. Ríe, aplaude, grita bravo y ovaciona. Lástima que el paso del Grand Magic Circus sea tan breve. Debía haber comenzado el día 16; la compañía y sus equipajes llegaron con retraso. Termina ya. Sin ir demasiado lejos, tiene, en cambio, la solvencia, el atractivo de una forma suave y delicada de hacer teatro.

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