Tribuna:

El 'Guernica' se enfría en el Casón

Pregunta el niño: "Mamá, ¿por qué es tan grande? ¿Cuántos días tardó en hacerlo? ¿Cómo lo hizo?". Y la madre: "Pues primero fue dibujando todo el pensamiento que tenía en la cabeza, y luego hizo la pintura". Y añade: "A ver, hijo, ahora explícame tú como lo ves".Me dice una de las funcionarias, que es muy joven y tiene cara de infinita paciencia, que al principio había entre los visitantes una enorme emoción, hasta lágrimas había al principio, ante el Guernica metido en su urna. "Pero desde octubre hasta hoy han ido cambiando las cosas, y ahora viene incluso gente a la que el cuadro dec...

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Pregunta el niño: "Mamá, ¿por qué es tan grande? ¿Cuántos días tardó en hacerlo? ¿Cómo lo hizo?". Y la madre: "Pues primero fue dibujando todo el pensamiento que tenía en la cabeza, y luego hizo la pintura". Y añade: "A ver, hijo, ahora explícame tú como lo ves".Me dice una de las funcionarias, que es muy joven y tiene cara de infinita paciencia, que al principio había entre los visitantes una enorme emoción, hasta lágrimas había al principio, ante el Guernica metido en su urna. "Pero desde octubre hasta hoy han ido cambiando las cosas, y ahora viene incluso gente a la que el cuadro decepciona, gente a la que no les gusta, y lo dicen en voz alta". La situación del Guernica se va normalizando como la del país, y eso hace que la urna y las medidas de seguridad que rodean este retablo de Caín contra Abel parezcan innecesarias.

Agosto está resultando también un excelente mes para el Casón del Buen Retiro: se contabilizan de dos mil y pico a casi cuatro mil visitantes diarios. Muchos de ellos son niños, españoles novísimos que contemplan el mural con ojos vírgenes, sin otro temblor que el que les transmite la mano de sus padres. A veces, como la otra tarde, a las tres, les invade a todos la necesidad de sentirse como en casa, de comprobar que pisan tierra libre, y se sientan todos en el suelo, -sentarse en el suelo públicamente es, como el regreso del Guernica, una conquista de la democracia para los españoles- y rondan la tortícolis pasando alternativamente de la contemplación del Picasso a la del magnífico fresco pintado en la bóveda por Lucas Jordán.

Pregunta la madre, obsesiva:

"A ver, dime lo que tú ves". Y el niño: "Pues un caballo muy grande, y unas señoras que sufrían -el niño no se da cuenta de lo que significa ese tiempo del verbo, ese tiempo en pasado puesto en sus labios-, y Picasso hizo el cuadro para recordarlas, ¿no?". Y añade la mayor verdad que sobre el pintor malagueño podría decirse, la única sobre la que todos estarían de acuerdo: «Qué, trabajador era este seflor".

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