Las relaciones entre Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea entran en una fase explosiva

Las relaciones comerciales entre Estados Unidos y sus aliados europeos han entrado en una fase explosiva, según portavoces de la Comunidad Económica Europea (CEE), que califican la actual crisis de la "peor jamás conocida". Según dichos expertos, las reglas de comercio internacional actualmente en vigor en Occidente -la llamada Ronda Tokio, de 1977- pueden saltar por los aires en las próximas semanas si norteamericanos y europeos no encuentran una solución negociada a la grave tensión que ha creado Washington al adoptar medidas unilaterales en dos capítulos vitales para la CEE: las exportacion...

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Las relaciones comerciales entre Estados Unidos y sus aliados europeos han entrado en una fase explosiva, según portavoces de la Comunidad Económica Europea (CEE), que califican la actual crisis de la "peor jamás conocida". Según dichos expertos, las reglas de comercio internacional actualmente en vigor en Occidente -la llamada Ronda Tokio, de 1977- pueden saltar por los aires en las próximas semanas si norteamericanos y europeos no encuentran una solución negociada a la grave tensión que ha creado Washington al adoptar medidas unilaterales en dos capítulos vitales para la CEE: las exportaciones europeas de acero y la participación de cuatro países de la CEE en la construcción del gasoducto siberiano, considerado como el contrato del siglo.

La tensión se incrementa aún más por culpa de las presiones que ejerce Washington sobre la CEE para que acepte modificar al alza las tasas de los créditos a la exportación. Los contactos urgentes mantenidos ayer en Bruselas por el enviado especial del presidente Reagan, William Brock, con los máximos responsables de la Comisión Europea terminaron sin resultado aparente.Los europeos acogieron con enorme preocupación, el pasado día 11, la decisión del Ministerio de Comercio norteamericano de imponer gravámenes compensatorios a las importaciones de acero procedentes de varios países comunitarios, pero se abstuvieron de emprender inmediatamente acciones de represalia, a la espera del resultado de los contactos urgentes entablados por la Comisión Europea y el Gobierno estadounidense. El tenso compás de espera fue impuesto por la República Federal de Alemania (RFA), el país de la CEE menos afectado inicialmente por el acuerdo estadounidense, pero Bonn ha decidido romperlo y encabezar la viva reacción de la CEE contra Norteamérica a la vista del fracaso de dichos contactos y, sobre todo, de la decisión del presidente Reagan de boicotear la construcción del gasoducto soviético que debe proporcionar gas natural a varios países europeos a partir de 1984. Si la empresa alemana AEG-Telefunken se viera obligada a romper su contrato con la Unión Soviética -por no poder emplear licencias o patentes norteamericanas en la fabricación de 47 motores para turbinas- estarían en peligro, según expertos de la RFA, más de 20.000 puestos de trabajo.

Con la luz verde del canciller Schmidt, profundamente decepcionado por el hecho de que Washington no haya respetado su compromiso de consultar previamente a sus aliados de la OTAN, los ministros de Asuntos Exteriores de los diez han tomado decisiones sin precedentes. La CEE va a denunciar a Estados Unidos ante el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) por considerar que la imposición unilateral de gravámenes supone romper las reglas de la Ronda Tokio y ante el Comité del Acero de la OCDE. Además, los diez estiman que la prohibición de utilizar patentes y licencias norteamericanas para la construcción del gasoducto implican una extensión extraterritorial de la competencia jurídica de Estados Unidos, contraria a las reglas de derecho internacional y que no tiene por qué ser respetada o reconocida por los tribunales europeos. Es decir, el enfrentamiento Europa-Estados Unidos puede terminar en la Corte Internacional de La Haya, con un proceso de incalculables consecuencias no sólo para Europa sino para los países en vías de desarrollo.

Brock, que se entrevistó en Bruselas con los máximos responsables de la Comisión Europea, intentó desdramatizar la situación, pero se mantuvo inflexible: "Las medidas que ha adoptado Norteamérica son conformes a los acuerdos internacionales de comercio y no pensamos modificarlas". "Los europeos", añadió, "deberían reflexionar antes de desencadenar una guerra comercial y responder con represalias que no son lógicas entre amigos".

El conflicto más importante es, sin embargo, el siderúrgico. El vizconde Etienne Davignon, responsable de los planes de reestructuración del acero europeo, se declaró "estupefacto" por los cálculos realizados por Washington para establecer si las exportaciones siderúrgicas de la CEE estaban subvencionadas.

Subvenciones encubiertas

Según fuentes de la Comisión Europea, el Ministerio de Comercio norteamericano considera como subvención las cantidades que destina el Estado a la construcción de viviendas para los empleados de distintas empresas siderúrgicas. Lo fundamental es, sin embargo, el hecho de que esta imposición unilateral de gravámenes supone "una innovación importante en las reglas que gobiernan el comercio internacional".

Puestos a acusarse de subvenciones encubiertas, la CEE estima que Norteamérica es el país menos indicado para arrojar piedras a nadie. Los diez han pedido al Comité del Acero de la OCDE que estudie el sistema Disc, aplicado en Estados Unidos y que permite a las empresas siderúrgicas norte americanas aplazar por tiempo indefinido el pago del impuesto sobre sociedades. Esta práctica, considerada por el GATT como subvención, cuesta actualmente al Gobierno estadounidense más de mil millones de dólares. La CEE lanza una grave acusación contra Washington al afirmar que las medidas adoptadas por Estados Unidos "constituyen manifiestamente un intento de destruir, en el interés de una de las partes contratantes, el equilibrio general acordado en la Ronda Tokio".

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