Crítica:TEATRO

Sueños de gloria

Héctor Malamud es un cómico solitario, con una vena de humor judío -el que transcurre desde Chaplin a Woody Allen, pasando por Groucho Marx y sus hermanos- y la destreza de la escuela argentina. Su espectáculo se llama La gente me ama y está relacionado con la vieja ilusión del cine, al que otro gran judío -Ilya Ehremburg- llamó "la fábrica de sueños".Malamud, dentro de esa línea tradicional de humor, interpreta el papel de un vendedor de caramelos y chocolate en una sala de cine que sueña con ser el héroe de la pantalla, y todo lo que ello finalmente significa: dinero, mujeres, ...

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Héctor Malamud es un cómico solitario, con una vena de humor judío -el que transcurre desde Chaplin a Woody Allen, pasando por Groucho Marx y sus hermanos- y la destreza de la escuela argentina. Su espectáculo se llama La gente me ama y está relacionado con la vieja ilusión del cine, al que otro gran judío -Ilya Ehremburg- llamó "la fábrica de sueños".Malamud, dentro de esa línea tradicional de humor, interpreta el papel de un vendedor de caramelos y chocolate en una sala de cine que sueña con ser el héroe de la pantalla, y todo lo que ello finalmente significa: dinero, mujeres, popularidad y, sobre todo, amor: el amor de todos. Apenas habla: es, sobre todo, un mimo, con música de fondo -música, inevitablemente, de grandes películas- y algunas palabras, generalmente en inglés, en un inglés tan básico como para ser comprendido por todos.

La gente me ama

Un espectáculo de Héctor Malamud. Autores: Héctor Malamud y Benito Gutmacher. Puesta en escena: Benito Gutmacher. Escenografía: Carlos Cytrynovski. Coreografía: Skippy Martinsen. Tema original: People love me, de Mario Litwin.Local de estreno: Sala Cadarso

La base de esta invención está, naturalmente, en la parodia de los personajes con los que sueña y de los arquetipos de película más estimulantes y populares. Al principio avanza lentamente, demasiado lentamente, por ese camino, y tarda en recolectar su público. Finalmente lo consigue: salta al patio de butacas, de fila en fila; interpela a los espectadores, se mezcla entre ellos y llega, por fin, a hacer, efectivamente, que la gente le ame. Tal vez un poco tarde; pero los amores tardíos suelen ser sólidos, y el público le aplaude con entusiasmo, después de haber reído de buena gana.

Héctor Malamud se ha detenido en Madrid, sala Cadarso, en una larga gira por Europa: este espectáculo lo estrenó en el teatro Kafka de Praga, en 1976.

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