El berlinés Bengel expone en Madrid sus pinturas dalinianas

El pintor berlinés Bengel, discípulo de Salvador Dalí, que presenta ahora en la galería Skira, de Madrid, una amplia selección de su obra pictórica, vive y trabaja en la villa de Cadaqués desde la década de los sesenta. En más de una ocasión se ha resaltado la facilidad con que esa zona ampurdanesa produce creadores vinculados al surrealismo, y el propio Bengel no ha podido sustraerse al contagio.Resalta en su obra, desde un primer momento, una marcada influencia del universo de Salvador Dalí, con quien le une una dependencia amistosa que el artista alemán no pretende, más bien al contrario, o...

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El pintor berlinés Bengel, discípulo de Salvador Dalí, que presenta ahora en la galería Skira, de Madrid, una amplia selección de su obra pictórica, vive y trabaja en la villa de Cadaqués desde la década de los sesenta. En más de una ocasión se ha resaltado la facilidad con que esa zona ampurdanesa produce creadores vinculados al surrealismo, y el propio Bengel no ha podido sustraerse al contagio.Resalta en su obra, desde un primer momento, una marcada influencia del universo de Salvador Dalí, con quien le une una dependencia amistosa que el artista alemán no pretende, más bien al contrario, ocultar. Varias son las visiones obsesivas que Bengel comparte con el maestro de Cadaqués: imágenes desdobladas, cúpulas fantasmales que ordenan el espacio celeste; Bengel se permite, en algunas ocasiones, con la aparición de moscas o erizos de mar, alusiones más claras, casi como una confesión en homenaje a su admirado Dalí.

Pero Bengel posee también su propia mitología, que se orienta más bien del lado de las pirámides, galerías de columnas y arquitecturas islámicas. Con todo ese bagaje, el artista alemán elabora una obra que posee amplias resonancias místicas, reforzadas por una insistencia en mantener para el cuadro una estructura que nos remite, aunque ello no se haga del todo explícito, a la técnica de los mandalas.

Tradición romántica

Asimismo, en ese misticismo conecta con su propia tradición romántica, donde se intentaba plasmar, mediante la invitación al errar de la mirada, la comunión entre el sujeto individual y la infinitud del mundo. Esta síntesis de influencias eclécticas y espiritualistas nos permite situar el momento generacional en el que surge la obra de Bengel como englobado dentro de los movimientos culturales con que se impusieron las masas juveniles de los años sesenta.Entendiendo por psicodelia un juego que se establece sobre metáforas narrativas más que sobre laberintos geométricos, Bengel supo adaptar a las nuevas corrientes un estilo onírico propio que enlaza con la gran tradición pictórica de la figuración fantástica.

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