Crítica:CINE

Paraíso encerrado

Lady Oscar.Los niños conocen mejor que nadie la invasión de nuestra pantalla menor por la industria nipona de dibujos animados. Desde Corazón a Las aventuras de Tom Sawyer o los comic más espectaculares, se diría que el mundo de nuestros hijos menores se halla en manos orientales. Aparte de las películas dedicadas a los aficionados a las artes marciales, Japón nos envió en su día otras fundamentales en la historia del cine.Sin embargo, los compromisos internacionales inevitables en ciertos productos de televisión suelen dar frutos inesperados, como esta ...

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Lady Oscar.Los niños conocen mejor que nadie la invasión de nuestra pantalla menor por la industria nipona de dibujos animados. Desde Corazón a Las aventuras de Tom Sawyer o los comic más espectaculares, se diría que el mundo de nuestros hijos menores se halla en manos orientales. Aparte de las películas dedicadas a los aficionados a las artes marciales, Japón nos envió en su día otras fundamentales en la historia del cine.Sin embargo, los compromisos internacionales inevitables en ciertos productos de televisión suelen dar frutos inesperados, como esta Lady Oscar, filmada por Demy, en Versalles, y producida por un tal Mataichiro Yamamoto, inspirada en una novela de su misma nacionalidad.

Director: Jacquez Demy

Guión: Patricia Louisiana. Fotografía: Jean Penzar. Música: Michel Legrand. Intérpretes: Catriona Maccoll, Barry Stokes, Cristina Bohn, Terence Budd, Janas Bergstom, Mark Kingston. Color. Francia-Japón. En el cine Albéniz.

La acción, dentro del estilo de los seriales habituales, se centra en torno de la corte y la Revolución Francesa, al amparo de conocidos personajes como Robespierre o la frívola María Antonieta. Jacques Demy, lejos de sus paraguas de Cherburgo, en vez de llevar a cabo una segunda versión de Si Versalles me fuera contado, se ha limitado a ofrecer a los espectadores una serie de cuadros amables y amor de folletín sazonados con la inevitable música de Michel Legrand.

Aquellos que todavía creen en un mundo dividido radicalmente entre honestos héroes y personajes mezquinos disfrutarán con esta parodia de los viejos relatos de capa y espada, en ocasiones simple retrato animado, lugares donde un día cambió para siempre el destino de Francia. En esta historia convencional, reducida a anécdotas particulares, la verdad es que lo único a salvar son las canciones infantiles que van contando los amores de la reina, cierto tono irónico del narrador en off y los jardines y palacios que un siglo levantó como cerrado paraíso de pocos y hoy convertidos en museo para todo el mundo, incluido Japón.

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