Crítica:CINE

Humor a medias

Un hombre lobo americano en Londres.Cuando vuelven a las pantallas de todo el mundo los viejos mitos del terror, componiendo incluso una moda que muchos consideran peligroso síntoma sociológico, es inevitable que algunos de esos mitos sean tomados a broma. Es tradicional que a una moda le surja el contrapunto de la risa; más aún en un género como éste, donde las carcajadas salen a veces frente a películas rodadas con ánimos serios.John Landis ha querido jugar en Un hombre lobo americano en Londres (feo título donde los haya) con los esquemas del mito, aderezándolos con sit...

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Un hombre lobo americano en Londres.Cuando vuelven a las pantallas de todo el mundo los viejos mitos del terror, componiendo incluso una moda que muchos consideran peligroso síntoma sociológico, es inevitable que algunos de esos mitos sean tomados a broma. Es tradicional que a una moda le surja el contrapunto de la risa; más aún en un género como éste, donde las carcajadas salen a veces frente a películas rodadas con ánimos serios.John Landis ha querido jugar en Un hombre lobo americano en Londres (feo título donde los haya) con los esquemas del mito, aderezándolos con situaciones cómicas. Su resultado, sin embargo, no alcanza la grandeza del original al que se refiere, ni ofrece, por otra parte, una visión suficientemente desmitificadora. La ausencia de pretensiones hace salvable su trabajo, pero esa ausencia es tan notable que llega a no interesar. Demasiada modestia es peligrosa.

Guión y dirección: John Landis

Productor: George Folsey Jr. Música: Elmer Bernstein. Intérpretes: David Naugthon, Jenny Agutter, Griffin Dunne, John Woodvine. Inglesa, 1981. Terror humorístico. Local de estreno: Roxy B.

Que un hombre lobo deja en su última víctima un heredero y que éste debe sufrir las tragedias de su condición es sólo el planteamiento de una película posible. Landis, sin embargo, deja en ese enunciado todo el desarrollo posterior. Durante la primera hora de proyección lo repite incansablemente, anunciando lo que ocurrirá en la última media hora. Cuando todo acaba, el espectador puede tener la sensación de que no ha conocido más que el avance de una película inexistente.

Cierto es que la transformación del monstruo está realizada con imaginación. Los trucos, excelentes, hacen verosímil el conflicto. Quizá, por ese camino, como en las películas clásicas, hubiera podido encontrar Landis un espectáculo. Pero lo ha rechazado para inclinarse por ciertas caricaturas de la vida cotidiana inglesa que, para más inri, pueden desinteresar a un espectador español.

No es, por tanto, Un hombre lobo americano en Londres la película de género que se anuncia. Pero tampoco es. un producto que aburra o indigne. Da la impresión de que es una de esas obras cinematográficas que comienzan a olvidarse con facilidad en cuanto acaba la proyección. Ni frío ni calor.

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