Crítica:"JAZZ"

Bennie Wallace, la perfección no lo es todo

El pasado lunes tuvo lugar, en la sala Olimpla, el primer concierto de una temporada de jazz que en plena instancia se presume pletórica. Bien es cierto que Bennie Wallace y sus tres acompañantes no lograron arrastrar mucho público, pero no lo es menos que la publicidad realizada sobre el concierto no fue lo que se dice brillante.La apertura del concierto parecía presagiar una música excitante, ese tipo de jazz que cabalga un poco entre el hard bop de gentes como Sonny Rollins y unfree más o menos desgarrado. Los dos blancos, Bennie Wallace, con el tenor, y Ray Anderson co...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El pasado lunes tuvo lugar, en la sala Olimpla, el primer concierto de una temporada de jazz que en plena instancia se presume pletórica. Bien es cierto que Bennie Wallace y sus tres acompañantes no lograron arrastrar mucho público, pero no lo es menos que la publicidad realizada sobre el concierto no fue lo que se dice brillante.La apertura del concierto parecía presagiar una música excitante, ese tipo de jazz que cabalga un poco entre el hard bop de gentes como Sonny Rollins y unfree más o menos desgarrado. Los dos blancos, Bennie Wallace, con el tenor, y Ray Anderson con el trombón de varas, parecían querer estallar sobre sus instrumentos, mientras los dos negros, Calvin Hill al bajo y Dannie Richmond a la batería, parecían tomárselo con más calma. Pero era sólo una imagen.

La música que fueron desarrollando estaba todo lo bien hecha que se quiera, era elegante y fina pero, la verdad, poco excitante. Las casi dos horas y media que duró aquello pasaron sin esfuerzo, pero tampoco consiguieron despertar ninguna emoción especial. En cierta forma aquello parecía más un recital, una demostración, que un concierto de jazz.

La estructura de los temas, muy largos por otra parte, era la típica de exposición, solos y algunos juegos de respuestas, pero Bennie Wallace no es lo suficientemente brillante como líder, y de hecho dejaron mejor sabor de boca Ray Anderson y Calvin Hill, con un solo precioso en plan repetitivo, que fue lo mejor de la noche. Dannie Richmond, por su parte, es lo suficientemente sabio como para ganarles a todos con una sola mano, que es lo que hizo. Eso sí, los temas eran buenos, aunque poco originales, exceptuando un calypso muy sincopado, con el que el público, a lo menos, se divirtió un poco.

El problema de conciertos como éste reside en que hay pocos.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En