Crítica:

Iggy Pop, la fiera feroz

Le falta un diente, se maquilla para imitar un ojo morado, se contorsiona un poco menos que antes, parece igual de loco. Es Iggy Pop, que acudió a su cita madrileña para exhibirse, para dejarse tocar por el personal, que ni mucho menos llenaba el Rock-Ola el pasado martes.Iggy Pop es un animal del rock Y sólo así pueden entenderse tanto la fascinación que produce en un mundillo más o menos intelectualizado como su misma actitud sobre un escenario o fuera de él. Lo de Iggy es una locura descontrolada, es la pose frenética que se renueva a cada parodia de sí misma. Y eso porque es vital p...

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Le falta un diente, se maquilla para imitar un ojo morado, se contorsiona un poco menos que antes, parece igual de loco. Es Iggy Pop, que acudió a su cita madrileña para exhibirse, para dejarse tocar por el personal, que ni mucho menos llenaba el Rock-Ola el pasado martes.Iggy Pop es un animal del rock Y sólo así pueden entenderse tanto la fascinación que produce en un mundillo más o menos intelectualizado como su misma actitud sobre un escenario o fuera de él. Lo de Iggy es una locura descontrolada, es la pose frenética que se renueva a cada parodia de sí misma. Y eso porque es vital porque, con independencia de que en ese cuerpo se esconda un cerebro, todo o casi todo lo que hace surge de los barrancos de la irracionalidad.

Hasta ahora, Iggy había sido contemplado en grandes salas o pabellones; la otra noche, su número tuvo lugar en un lugar de cabida media-baja, en un club en el que, por una vez, hacía un calo soportable. Esa proximidad, esa cierta intimidad, le permitía a Iggy, a la fiera, pasearse frente a lo humanos como el domador lo hace frente a los leones.

Todo está un poco pervertido en un concierto de este hombre Aquí no se busca la perfección o la belleza del sonido, sino más bien la fuerza capaz de arrasar a los bienpensantes. Y la solución es. aplicarse a un rock duro, durísimo, con dos guitarras, bajo, batería y piano, qué lanzaban un sonido que, aun en las mejores condiciones posibles, parece pensado para ser siempre imperfecto.

Pero lo cierto es que importaba poco, ya que con este hombre, como con pocos más, lo importante es la combinación alucinada, de la vista y el oído. Y desde ese punto de vista, desde esa actitud siempre agresiva y/o despectiva, es donde se encuentra la clave de su montaje.

Después de haberle visto unas cuantas veces, se llega a la conclusión de que un concierto de lggy se parece a otro concierto de Iggy como dos gotas de agua. Las canciones tampoco importan demasiado, aunque haya, algunas mucho mejores que otras. Lo que de verdad interesa es comprobar, una vez más, que la gente sigue reaccionando frente a las explosiones de vitalidad y que éstas todavía se producen en el rock.

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