Crítica:CLÁSICA

Carmelo Bernaola homenajea a Bartok

El precioso programa con que se cerrabá el ciclo de cinco conciertos en homenaje a Bartok, organizado por la Fundación March, reunía dos obras características muy distantes entre sí del autor húngaro, cuyo centenario se conmemora: la temprana Sonata de violín (1903) y esa rara maravilla que es Contrastes (1938). La interpretación fue a más, y si en la Sonata sonó el violín del prestigiado concertista canario Agustín León Ara un tanto destemplado e inseguro de afinación, los Contrastes tuvieron calidades de versión madura y mejor lograda en el momento del concierto.P...

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El precioso programa con que se cerrabá el ciclo de cinco conciertos en homenaje a Bartok, organizado por la Fundación March, reunía dos obras características muy distantes entre sí del autor húngaro, cuyo centenario se conmemora: la temprana Sonata de violín (1903) y esa rara maravilla que es Contrastes (1938). La interpretación fue a más, y si en la Sonata sonó el violín del prestigiado concertista canario Agustín León Ara un tanto destemplado e inseguro de afinación, los Contrastes tuvieron calidades de versión madura y mejor lograda en el momento del concierto.Para su Homenaje a Bartok, la última obra estrenada de Carmelo Bernaola, el compositor vasco propone la misma plantilla instrumental de los Contrastes -piano, violín y clarinete-, y se basa -lo cual también es muy bartokiano- en materiales de origen popular, aunque, claro está, éstos proceden del País Vasco, y más concretámente, del pueblo natal de Bernaola, Ochandiano. Tal punto de partida se hace evidente en el tercer y último tiempo de la obra, iniciado por el clarinete sólo y consistente en una célula melódica popular, cuya reiteración casi obsesiva, deliberadamente monótona, llega a crear un ambiente de magia que poco a poco va captando a los otros dos instrumentos hasta conducir los a un final gozoso que entra de lleno en el concepto musical de lo cantable. Esa magia sonora prende también en el oyente desde el comienzo de la composición: por ejemplo, resulta extraordinaria 'mente atr activo el diálogo que mantienen en el primer tiempo el clarinete y el violín con sordina, bellísimo pasaje cuyos melos, de sabor arcaico, se colorearibon rudos acordes pianísticos. La escritura instrumental es una nueva muestra del magisterio alcanzado por Bernaola o de lo que él gusta llamar su oficio: los tres solistas parecen gozar de una personalidad bien diferenciada, de cierta individualidad incluso, pero, en cambio, la ligazón del resultado sonoro, el empaste con que se produce, son realmente admirables, y ello no está conseguido solamente a base de equilibrar los timbres, sino, ante todo, por la fuerte coherencia interna del discurso musical, en la cual tendrán que penetrar los intérpretes futuros de esta obra que no quieran reducirla simplemente a un divertimento. Quizá lo sea, pero, desde luego, es también algo más que eso.

Sonata póstuma y Contrastes (Bartok),

Homenaje a Bartok (Bernaola). A gustín León Ara (violín), Carmelo Bernaola (clarinete.) y José Tordesillas (piano).Fundación Juan March, Madrid, 1 de abril de 1981.

Ni que decir tiene que la versión del estreno, con el propio Bernaela como clarinete, León Ara y el veterano pianista José Tordesillas, márcó una cota de la que no siempre se benefician las composiciones actuales en una primera audición.

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