SAN SEBASTIAN DE LOS REYES: CORRIDA DE FERIA

"Lo de Amelia" deslució totalmente el festejó

Con aquellos ejemplares que correteaban por el ruedo de la plaza de San Sebastián de los Reyes no se podía, de ninguna manera conseguir triunfales resultados, por más que toreros y peñas se empecinaran en ello. Los toreros trataban de levantar el decaído espectáculo por todos los medios, incluso el de ofrecerse banderillas entre abrazos y saludos. Y las peñas, a base de bailoteo y charanga en el tendido. Pero entre la bullanca de los peñistas estaba, en abundancia, la afición llegada de Madrid, que sacó las uñas de su bien ganada fama de exigente y se dejó oír en justas protestas.Los toros anu...

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Con aquellos ejemplares que correteaban por el ruedo de la plaza de San Sebastián de los Reyes no se podía, de ninguna manera conseguir triunfales resultados, por más que toreros y peñas se empecinaran en ello. Los toreros trataban de levantar el decaído espectáculo por todos los medios, incluso el de ofrecerse banderillas entre abrazos y saludos. Y las peñas, a base de bailoteo y charanga en el tendido. Pero entre la bullanca de los peñistas estaba, en abundancia, la afición llegada de Madrid, que sacó las uñas de su bien ganada fama de exigente y se dejó oír en justas protestas.Los toros anunciados, de Salvador y Antonio Gavira, fueron sustituidos por los animalitos de Amelia Pérez Tabernero. Toros feotes, descastados, que dieron un juego pésimo. Sólo el sexto embestía en los terrenos de tablas y allí lo toreó Ortega Cano con gusto y temple, pero sin lograr calentar la emoción de los asistentes. Y, lo que es peor, el tercero y el sexto carecían de pitones ypor los tendidos circulaba, como sombra tenebrosa, la sospecha del afeitado. Se lo decían unos a otros los espectadores, en voz baja, mientras las peñas, que sólo habían protestado el segundo toro, por chico y birriosete, continuaban su baile y jarana en el sexto, que tenía menos cuernos que la luna llena. Les daba igual. El caso era jugar a los pamplonicas.

Plaza de toros de San Sebastián de los Reyes

Corrida de feria. Toros de Amelia Pérez Tabernero, desiguales, muy flojos y sin casta. J. Ortega Cano: dos pinchazos y estocada corta (palmas). Estocada desprendida (silencio). En el sexto, que mató por cogida de Morenito de Maracay, pinchazo y una corta atravesada (dos orejas). J. Antonio Esplá: media estocada (silencio). Estocada caída (silencio). Morenito de Maracay: estocada delantera (dos orejas). No pudo matar el sexto.

El único toro cornialto y armado fue el tercero, que se llevó por delante a Morenito de Maracay, al pasarlo de muleta en una codillera faena. El toro, que no tenía fuerza, se defendía con los consabidos derrotes y en uno de ellos acabó con los buenos deseos del venezolano. No obstante, aún pudo entrar a matar, con la pierna chorreante de sangre y, aunque tuvo que descabellar Ortega Cano, el público, impresionado por la taleguilla enrojecida, agitó frenético los pañuelos y consiguió, no con mucho esfuerzo, el premio excesivo de dos orejas.

La cogida del morenito cercenó el número de las cortesías banderilleras, que todos esperábamos. Solos quedaron Ortega Cano y Esplá para ofrecerse los palos entre sonrisas, palmaditas y zalemas. Lo hicieron en los toros cuarto, quinto y sexto, y aquello resultó un pequeño desastre. Por culpa de los toros, que conste. Y por culpa de los toreros, que conste también. Porque pretender banderillear con lucimiento a aquellos inválidos sólo se le ocurre a aquél que metió la manteca en el horno. Hubo de todo: banderíllas en la tripa, en el brazuelo, en el rabo y hasta en el suelo, claro. Y las peñas, baila que te baila.

El tiempo no existe

Y es que todavía no parecen enterados de que jugar a Pampiona no consiste en vestir al mocerío con pañuelo y faja roja y dar salticos en los tendidos. Hay que exigir seriedad en el ruedo. Y si protestaron justamente el segundo toro, llegando a llenar de botes el redondel debieron igualmente protestar el sexto, de pitones inadmisibles, así como la invalidez de los demás. Y dejar los bailes y el bombo para fastos más heroicos.Y ahora, que se ponga el maestro armero, por favor. No puede anunciarse en carteles murales y de mano que la corrida empezará a las seis, para empezar luego a las siete menos veinticinco. Claro que, como el reloj de la plaza estaba parado en las once menos veinte, a lo mejor es que en esa plaza, como en el drama de Priestley, el tiempo no existe.

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