Crítica:CINE

Recital Walter Matthau

El truhán y su prendaDirector: Walter Bernstein. Guión de Walter Bernstein sobre una idea de Damon Runyon. Fotografía: Philip Lathrop. Música: Henry Mancini. Intérpretes: Walier Matthau, Julie Andrews, Tony Curtis, Bob Newhart, Sara Stimson.Humor. EE UU, 1980.

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El truhán y su prendaDirector: Walter Bernstein. Guión de Walter Bernstein sobre una idea de Damon Runyon. Fotografía: Philip Lathrop. Música: Henry Mancini. Intérpretes: Walier Matthau, Julie Andrews, Tony Curtis, Bob Newhart, Sara Stimson.Humor. EE UU, 1980.

Local de estreno: Avenida.

Walter Matthau es un viejo conocido de los que gustan del cine americano. Su estatura desmesurada para el tipo de papeles que suele interpretar, su andar desmadejado, sus largos brazos y sus velludas manos componen lo que hablando de actores suele denominarse como un tipo vulgar si el mostrarse corriente o comedido no escondiera un trabajo tenaz y una larga paciencia. Todo ello supone la presencia de este gran cómico que, a pesar de su apariencia exterior, en la comedia o en el drama, revela su inteligencia a través de una mirada sagaz que esconde momentos divertidos y apuntes de tragedia.

Desde aquella Extraña pareja, empresa arriesgada de afecto entre dos hombres enfrentados y a la vez complementarios, hasta Hello Dolly y tantos otros títulos, este ilustre segundón de repartos cuyos nombres pasaron al olvido ha ido afirmándose con la tenacidad de aquellos que, una vez iniciada la partida, saben que cuentan con los triunfos en su mano.

Su presencia constante le ha llevado no sólo a protagonizar historias, sino hasta a producirlas, escalón importante para un actor que conoce sus posibilidades. Sin embargo, no ha querido, como tantos, resultar en su filme omnipresente y ha sabido acompañarse de Julie Andrews, que une a su reconocida fotogenia cierta ironía que enriquece la historia, junto a Tony Curtis y su parodia de gangster.

Sirve de pretexto a este cuento para mayores la niña Sara Stimson, perfecta como todos los niños del cine americano, lejos de Joselitos o Marisoles. Llevada de la mano de Bernstein, la dirección de éste se nota no sólo en los actores, sino también en el guión, escrito y construido con la eficacia tradicional de los buenos maestros de Hollywood. Su trabajo mejor es la primera parte, con la presentación de tipos y ambientes. En ella, el buen humor y los matices brillan como la música de Mancini, veterano en estas lides, capaz de evocar tiempos pasados: en este caso los años treinta, con sus crisis económicas y sus dramas sociales.

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