CORRIDA MIXTA EN LAS VENTAS

Parecían puestos por el ayuntamiento

En esa taurina guerra de los sexos que nos preparó Martín Berrocal para el domingo en Las Ventas no ocurrió nada. La realidad es que no hubo guerra, ni de los sexos ni de los lances taurómacos. Cada diestro y cada diestra hacían la guerra por su cuenta y parecían puestos ahí por el ayuntamiento.Desambientados ellos, se desambientaba todo. Estábamos la afición en el tendido como podríamos haber estado en Rosales, los de sol al sol, los de sombra a la fresca, dejando ir las horas. Lo mismo que en Rosales nos habríamos dedicado a ver pasar a las familias con el transistor, contemplábamos en Las V...

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En esa taurina guerra de los sexos que nos preparó Martín Berrocal para el domingo en Las Ventas no ocurrió nada. La realidad es que no hubo guerra, ni de los sexos ni de los lances taurómacos. Cada diestro y cada diestra hacían la guerra por su cuenta y parecían puestos ahí por el ayuntamiento.Desambientados ellos, se desambientaba todo. Estábamos la afición en el tendido como podríamos haber estado en Rosales, los de sol al sol, los de sombra a la fresca, dejando ir las horas. Lo mismo que en Rosales nos habríamos dedicado a ver pasar a las familias con el transistor, contemplábamos en Las Ventas las cabalgadas y los derechazos. Nada en el ruedo tenía interés. Martín Berrocal, que está dispuesto a inventar la pólvora, reinventó, para el bostezo, la corrida mixta.

Plaza de Las Ventas

Corrida mixta. Dos toros de Terrubias, para rejones, manejables. Dos de Camaligera, bien presentados, flojos, manejables. Dos novillos de El Campillo, desiguales, nobles y encastados. Rejoneador Rafael Gutiérrez Campos: aplausos y salida al tercio. Rejoneadora Soledad Hernández: silencio. Matador Manolo Sales: estocada ladeada (palmas y algunos pitos cuando saluda). Estocada trasera tendida atravesada y descabello (silencio). Novillera Maribel Atiénzar: metisaca bajísimo, pinchazo muy bajo, rueda de peones, golletazo y dos descabellos (aplausos y algunos pitos cuando saluda con una toalla). Bajonazo descarado, intentos de descabello, aviso y se tumba el novillo (palmas y pitos).

Más que corrida mixta era mixtificada. Una cosa es poner a un representante de lo mejorcito en cada categoría o modalidad torera, lo cual puede resultar, y otra muy distinta, a cuatro del montón. Que de estos cuatro dos sean del sexo femenino, no mejora el panorama, sino todo lo contrario. Sería preferible que este Berrocal, remedo de Leonardo da Vinci, reinventara las corridas de toros y las novilladas bruñidas de calidad y emoción simplemente porque eso es lo que le gusta a la afición de Madrid

A los propios toreros y toreras mixtificados también les beneficiaría. Maribel Atiénzar estaría en su sitio alternando con novilleros y sorteando con ellos las reses; Manolo Sales, en terna con los de su escalafón, en lugar de aparecer como telonero de la niña; Rafael Gutiérrez Campos, como protagonista de un prólogo de rejones dentro de una corrida normal; Soledad Hernández, en casita con sus labores o dirigiendo una explotación agropecuaria, según aptitudes.

Pero colocados en revoltijo son la murga. Llegó un momento, el domingo, en que todo nos daba igual. A la altura del quinto de la tarde, hartos de cabalgadas e insulsos lances, estábamos deseando irnos, por ejemplo, a Rosales, a tomar un vermú, que es más positivo. Y era una pena porque ese quinto fue un toro precioso; un toro para Madrid, no grande, pero sí cuajado, proporcionado, guapo y serio, con una armoniosa y astifina cabeza que ni dibujada, Toro de ovación (si no hubiera saltado al callejón), pasó sin pena ni gloria, y con él Sales, que opuso voluntad, pero no habilidad ni arte, al genio del animal. Estaba descentrado el matador, y nosotros con él. Antes, Soledad había cabalgado de allá para acá, cotocloc, cotocloc, ¡jía!, y cuando cada diez minutos conseguía clavar algo, lo hacía unas veces en el cuarto delantero (por abajo) y otras en el trasero. Después Maribel estuvo valentona e intentó bajar la cabeza al encampanado y muy encastado novillo, con el que no pudo acoplarse y al que despenó buscándole las costuras del chaleco.

La primera parte del invento transcurrió tal cual. Rafael rejoneó con altibajos: bien en el toreo, mal en las reuniones, que ejecutaba a grupa pasada. Manolo muleteó, aseadito a un flojo camaligera que se quedaba corto y que, tras empezar manejable, acabó pegando tornillazos, quizá porque el espada no acertaba a dominarle. Maribel instrumentó muchos derechazos forzados y muchos naturales sin temple a un noble novillito con aspecto de becerro de tienta.

Nada en la mixta. Ni siquiera las parejas toreras aprovecharon para ligar. Cada cual abandonó la plaza por su lado y no del bracete. En realidad, ya en el paseíllo debieron salir del brazo, como es propio, pues estaba claro que la guerra de los sexos no se iba a producir. En fin, otra-tarde echada a diestros y a diestras, de a caballo o de infantería, y Berrocal acaba con la afición. Quizá para su peculiar personalidad será mucho pedirle que en lugar de inventar la pólvora y sacar gente al ruedo como si fuera puesta por el ayuntamiento, emplee su ingenio en organizar corridas buenas. Claro que, posiblemente, esto es lo difícil y lo absurdo para quien no siente la fiesta ni conoce lo que quiere el público de Madrid.

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