Entrevista:

Caro Baroja: "La cultura popular, necesaria para escapar a la sociedad de consumo"

Declaraciones del antropólogo a "Le Monde"

«Creo que la cultura popular no es solamente nuestro pasado, sino también nuestro futuro», ha declarado al diario parisiense Le Monde el antropólogo español Julio Caro Baroja, que ha sido entrevistado largamente sobre temas de su especialidad por Emilia Crespo y Christian Delacampagne. «Tenemos necesidad de la cultura popular», sigue diciendo, «para escapar al imperio de la televisión y los alimentos en conserva; en resumen, al yugo de la sociedad de consumo».

Para Julio Caro, los Estados modernos deberían proteger la cultura popular si tuvieran un poco de sensibilidad. Tras exponer su ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

«Creo que la cultura popular no es solamente nuestro pasado, sino también nuestro futuro», ha declarado al diario parisiense Le Monde el antropólogo español Julio Caro Baroja, que ha sido entrevistado largamente sobre temas de su especialidad por Emilia Crespo y Christian Delacampagne. «Tenemos necesidad de la cultura popular», sigue diciendo, «para escapar al imperio de la televisión y los alimentos en conserva; en resumen, al yugo de la sociedad de consumo».

Para Julio Caro, los Estados modernos deberían proteger la cultura popular si tuvieran un poco de sensibilidad. Tras exponer su dedicación a estos temas durante medio siglo, desde su juventud, pasada en gran parte en el pueblo vasconavarro de Vera del Bidasoa, señala que, de todas formas, lo que se llama cultura popular no suele ser siempre creación del pueblo. Muchas cosas que se creen populares se han originado en otros círculos, y luego difundidas entre el pueblo, que las ha interpretado a su manera. «Y recíprocamente, el pueblo crea a veces cosas que los artistas llamados "cultivados" vuelven a tomar a su vez: hay, por tanto, una mutua fecundación y no una oposición. No se puede decir "eso es popular y eso no lo es". En España, los ciegos tuvieron hasta principios de siglo el monopolio de la venta de la literatura de cordel, donde vendían en ocasiones obras de Lope de Vega, libros de caballerías y hasta los de Cervantes».

Las raíces individuales

«El mundo llamado cultivado y el popular no están cerrados uno al otro», concluye Caro Baroja, para quien la cultura popular es un medio para encontrar las raíces del individuo: «Durante años se ha ignorado en España esa necesidad que la gente tiene de escapar al anonimato de las grandes ciudades y volver a encontrar sus raíces, especialmente las regionales; y el movimiento regionalista extremo que vivimos hoy -también, a su vez, sin matices- ¿qué es sino una reacción a esas tentativas de uniformación brutal?».Dos de las obras capitales de Julio Caro Baroja -Las brujas y su mundo y El carnaval- han sido ya traducidas y publicadas en Francia, con gran éxito entre los especialistas. Según Le Monde, este autor «aparece hoy como el precursor de un nuevo movimiento que se interesa por la antropología rural».

En la entrevista, al serle planteada la pregunta sobre su atención al estudio de minorías marginadas -los judíos, las brujas, etcétera-, el antropólogo subraya que sus orígenes son, asimismo, bastante marginales, al pertenecer a una familia liberal de izquierda y agnóstica, en un contexto eminentemente conservador, lo que le condujo al aislamiento y la soledad, agravados por los lustros de dictadura posterior. «Mi trabajo entonces», señala, «iba directamente contra la idea oficial según la cual sólo existía una sola España homogénea y unificada. Yo aportaba precisamente pruebas para lo contrario». Y termina: «De esta manera, mi trabajo terminó tomando cierto aire de rebelión -lo que no entraba en mis propósitos-, simplemente porque oponía a un dogmatismo estrecho la realidad con toda su complejidad».

Julio Caro considera en la entrevista citada que el etriólogo puede trabajar sobre temas de su propio contexto, y que no existe oposición entre la historia y la etnología. Aun reconociéndose en parte deudor de la metodología estructuralista, sobre todo en sus estudios sobre la brujería, no deja de subrayar que la historia social ocupa un gran lugar en su obra. Y termina señalando -tras aludir a sus dificultades en tiempos de la censura franquista («me tomaban por un loco», dice)- que el hombre moderno sigue siendo, en muchos aspectos, parecido al antiguo: «Ama el cambio, sin duda, pero no hay que dar a los cambios un valor absoluto. Hay en toda sociedad una permanencia y una continuidad de las que hay que tomar conciencia».

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En