Crítica:FESTIVAL PRIMAVERA 80

Claudio Abbado y la Sinfónica de Londres

En los dos programas del ciclo Ibermúsica, los sinfónicos de Londres han estado dirigidos por Claudio Abbado, uno de los gran des nombres de su generación. Ab bado, como Pollini en el piano, es capaz de alternar las versiones de los grandes clásicos y románticos con las de los contemporáneos y ambas con la ópera. Tanta calidad alcanza con Brahms y Mahler como con Strawinsky o Prokofiev; podemos aplaudirle Puccini, Verdi, Berg, Nono, Madema o Ligeti Importa anotar el dato, pues sin él se comprendería mal la entera personalidad del maestro milanés, su tendencia analítica, su precisión, su manera...

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En los dos programas del ciclo Ibermúsica, los sinfónicos de Londres han estado dirigidos por Claudio Abbado, uno de los gran des nombres de su generación. Ab bado, como Pollini en el piano, es capaz de alternar las versiones de los grandes clásicos y románticos con las de los contemporáneos y ambas con la ópera. Tanta calidad alcanza con Brahms y Mahler como con Strawinsky o Prokofiev; podemos aplaudirle Puccini, Verdi, Berg, Nono, Madema o Ligeti Importa anotar el dato, pues sin él se comprendería mal la entera personalidad del maestro milanés, su tendencia analítica, su precisión, su manera cantábile, su concepto riguroso de organización, su imagi nación tímbrica. Lo probó -es na tural- en El pájaro de fuego, pero no menos al dar con la gama de colores característica de Brahms en su Segunda sinfonía, iluminadora de un sentimiento lírico sereno cuando no de una pasión contenida.Frente a la Quinta de Mahler ese universo sinfónico hecho de tantas cosas, Abbado y la London Symphony desplegáron todas sus posibilidades. Fue una versión espectacular, como un cuadro del Bosco en el que pudimos «ver» la riqueza del conjunto y analizar cada una de las figuras, bellas unas, banales otras, pero todas sometidas al imperio de lo «mágico», transformadas en su significación por la voluntad y la concepción ideológico-sonora del compositor. Para Adorno, Mahler extrae de la misma música burguesa los elementos para contestarla. Por eso, en un tiempo como el inicial de la Quinta, «la música inferior irrumpe con la superior con violencia jacobina». Bien. Lo cierto es que poner todo eso en claro, valorar la «función» de cada «elemento», investigar en el heterogéneo mundo sonoro y presentarlo todo con soberana naturalidad constituye un problema para un director que Claudio Abbado resolvió de modo magistral contando con el apabullante virtuosismo de los profesores londinenses. La transparencia lírica del adagietio, popularizado por ,el filme de Visconti, no podía llegamos con tales intérpretes sino en toda su extraña belleza.

Teatro Real

Orquesta Sinfónica de Londres.Director: C. Abbado. Solista: S. Accardo. Obras de Strawinsk y, Mahler, Beethoven y Brahms. 12 y 13 de mayo.

Con la Segunda de Brahms, Abbado dirigió el Concierto para violín de Beethoven, que tuvo al napolitano Salvatore Aecardo como solista. Brillante, bello de sonoridad, fascinante en lo virtuosístico, Accardo hace un Beethoven personal que cobró su mayor valor gracias a la modélica colaboración de orquesta y director. En resumen: la visita de la London Symphony ha constituido, tal como se esperaba, un punto muy alto en la actividad sinfónica.

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