Numerosos artistas ofrecieron un homenaje de despedida al humorista Raúl Sender

Tras cuatro meses y un día de actuación en la madrileña sala de fiestas Caribiana, el humorista Raúl Sender se ha despedido de su público mediante una gala en la que intervinieron, a modo de homenaje, numerosas figuras del mundo del espectáculo.Hacen que digan de él que es calvo, pero que no es Íñigo. Y que es bajito, pero no Torrebruno. Va de botones azulete y agradece a los asistentes que no se hayan metido en los generalísimos bingos de al lado. Roza la cuarentena, confiesa tener poco de afortunado, se saca de la manga cortada a una hermana con silla de ruedas que camina hacia Lourdes cantu...

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Tras cuatro meses y un día de actuación en la madrileña sala de fiestas Caribiana, el humorista Raúl Sender se ha despedido de su público mediante una gala en la que intervinieron, a modo de homenaje, numerosas figuras del mundo del espectáculo.Hacen que digan de él que es calvo, pero que no es Íñigo. Y que es bajito, pero no Torrebruno. Va de botones azulete y agradece a los asistentes que no se hayan metido en los generalísimos bingos de al lado. Roza la cuarentena, confiesa tener poco de afortunado, se saca de la manga cortada a una hermana con silla de ruedas que camina hacia Lourdes canturriando relucientes Montañas nevadas, habla de una familia -la suya- protegida por el ángel guardián de los Kennedy, ha llevado -¿como Marcel Duchamp?- una vida de camarero y, en consecuencia servicial, ve las cosas desde la barra de enfrente.

Prefirió luego refugiarse en un hotel: practicando psicología a partir de los equipajes, al revés que los hijos de la mar. De ahí que sepa lo ya sabido. Adolfo Suárez viaja con un baúl repleto de chaquetas. Felipe González lleva maleta de madera, atada con cuerdas, en cuyo interior yacen tres trajes de pana; de pana, sí, pero con etiqueta Pierre Cardin. La maleta de Carrillo es de piel de conejo; dentro, la foto de Dolores con una fiel dedicatoria: «A Santiaguín, con toda mi pasión, de su churri. » Fraga emplea maleta de ante, con un letrero que dice: «La maleta es mía»; en su interior hallarse puede un policía antidisturbios.

Raúl Sender reaparece más tarde como transexual del taxi, reconociendo que parece un cruce entre Pilar Franco y Antonio Amaya.

Ahora se ha convertido en hipnotizador oriental. Venda los ojos de la víctima cómplice. Le pide al respetable objetos varios para que el hechizado adivine y pronuncie sus nombres. El público busca afanosamente lo insólito: espejos, pajas, bragas, tampax... Como lo ven.

Por fin, retorno al loquerío occidental. Plancha en ristre sobre gualda camisa, Raúl Sender recuerda «aquellas canciones con argumento» de las grandes folklóricas. También ve mucho la tele: desde que sale la Mari Cruz Soriano hasta que aparece el Rey. Para redondear ese chute hogareño, tiene un plátano metido en unajaula: «Siempre tan amarillo, tan calladito... Y, de vez en cuando, me hace el avío. Cualquier día de éstos voy y le pongo. un piso. »

Folklóricas y homenajes

A lo largo de toda la velada no ha faltado una risa disponible para acudir a saludar los chistes más soeces, las bromas más pueriles o la ocurrencia pertinente. A Raúl Sender le falta un pelín para ser genial cuando desliza su parodia de las folklóricas patrias. A Raúl Sender le sobra todo para ser genial cuando engalana la zafiedad con borrosos sucedáneos de pensamientos mustios.Aplausos y adioses de amistad. Rompiendo el fuego del homenaje, Micky, desgarrado, conmovedor, inteligentemente torpe, a golpes con un rollo donde tal vez está su solución. María José Alfonso presenta a los que acuden. Paco Cepero toca y retoca la guitarra flamenca con sobriedad vibrante. Marujita Díaz recita y canta los aromas sevillanos con una ordinariez que causa extraño pasmo. Paco Valladares acude, no sin impudicia, armado de la elegía a Ramón Sijé. (A este paso, y si Ricardo de la Cierva no lo impide, los bailones de Macumba se toparán con Juan Diego recitando a Aleixandre.) La Contrahecha, espontánea, risueña y sensual, bailó con gracia extrema. Lina Morgan, otro ser reducido a papeles de sal gorda, montó un número espléndido y digno de lonesco. José María Rodero saludó. Hubo mucha más gente, que no recuerdo. Hubo entrega de placa. Hubo piropos. Hubo jamones, quesos y chorizos de regalo. Pero hubo, sobre todo, la grata sorpresa de redescubrir a Marifé de Triana, rebosante de úledios, emocionada y emocionante. Ha de volver. Así se lo expresó el público, dedicándole la ovación más intensa y prolongada de toda esta madrugada en honor del imprevisible Sender.

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