Tribuna:

Federico Mompou y su catalanidad universal

Federico Mompou, recién investido doctor honoris causa por la Universidad de Barcelona, es una de las más hondas verdades de la cultura catalana contemporánea y figura primera de la música española. Primera y singular, ya que el arte de Mompou es distinto y personal, posee su mundo propio, su propia sensibilidad y su inequívoca intrahistoria. No es cuestión de lenguaje, si no entendemos el término como natural exteriorización de intimidades conseguida a través de un largo y despacioso muñir de intuiciones y expresiones.Lo prodigioso es la capacidad de persistencia del mundo sonor...

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Federico Mompou, recién investido doctor honoris causa por la Universidad de Barcelona, es una de las más hondas verdades de la cultura catalana contemporánea y figura primera de la música española. Primera y singular, ya que el arte de Mompou es distinto y personal, posee su mundo propio, su propia sensibilidad y su inequívoca intrahistoria. No es cuestión de lenguaje, si no entendemos el término como natural exteriorización de intimidades conseguida a través de un largo y despacioso muñir de intuiciones y expresiones.Lo prodigioso es la capacidad de persistencia del mundo sonoro de Mompou, tan leve en sus mimbres, tan sutilmente ordenado, tan bello en sus resonancias acústico-afectivas. Esta música semicallada, amiga del silencio y la perspectiva, fue y es como la gota que horada la piedra. Penetra suavemente en nuestro ánimo del mismo modo que se introdujo con firmeza en el total musical de nuestro tiempo. Ahí está inamovible, a manera de consuelo universal, seguida y estudiada de un confín a otro de Occidente. Después de Falla, el compositor español que goza de más amplia e interesante bibliografía es, sin duda, Federico Mompou.

Cuando las universidades de Barcelona rinden homenaje a Mompoti -junto a otro egregio «viejito», Joan Miró-, más que otorgar se enaltecen y autodefinen; tal sucederá con los reconocimientos que prepara España entera. Y la suma de características que constituyen la catalanidad de Mompou, tan esencial, tan fuerte de raíces, tan definida, pervive en sus pentagramas acuda o no a la cita del «folklore» de su país, se apoye en una vieja «cantiga», en unos poemas castellanos, en versos de Verlaine o Valéry o recree los pentagramas de su hermano lejano, Federico Chopin. Sucede a Mompoti con su catalanidad algo análogo a Albéniz con su andalucismo. Es una constante de toda su música: su razón de ser, su aire y su luz, junto a. otros componentes radicales: la lírica intimidad, la herencia francesa -¡el gran descubrimiento de Fauré por Mompoti mozo!-, la voluntad de reducción a últimas síntesis, la libertad de aventura.

Como el arte es el hombre: voz confidencial más que baja, gestos mesurados, corrección extremada, sentimiento recatado, cierta confesada timidez y claridad. Esto sobre todo: claridad de concepto como suprema,cortesía dialéctica. Lo impresionista, entendido a su modo, es en Mompou un natural talante de lejanía. Su música está en nosotros y fuera, muy lejos de nosotros, como distanciado susurro, vibración aérea e irresistible latido de corazón revelador.

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