Crítica:

Un mundo dividido por la información

«El problema más importante al que el mundo debe hacer frente en los próximos años es el diálogo Norte-Sur», aseguraba recientemente a un periodista de Newsweek el canciller austríaco, Bruno Kreisky. Dentro de este llamado diálogo entre países pobres y ricos adquiere un significativo papel el relacionado con el de la libre circulación de información y los desequilibrios informativos, ya que este hecho es en buena medida la base de las relaciones económicas, políticas y culturales. La información -se ha dicho- está modelando el mundo del mañana.Han pasado casi veinticinco años desde que ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

«El problema más importante al que el mundo debe hacer frente en los próximos años es el diálogo Norte-Sur», aseguraba recientemente a un periodista de Newsweek el canciller austríaco, Bruno Kreisky. Dentro de este llamado diálogo entre países pobres y ricos adquiere un significativo papel el relacionado con el de la libre circulación de información y los desequilibrios informativos, ya que este hecho es en buena medida la base de las relaciones económicas, políticas y culturales. La información -se ha dicho- está modelando el mundo del mañana.Han pasado casi veinticinco años desde que los jefes de Estado de los países del Tercer Mundo estudiaran por primera vez y directamente este tema en la conferencia de Bandung (abril, 1955) y todavía no se han encontrado soluciones satisfactorias. La última gran reunión internacional (octubre-noviembre, XX Conferencia Internacional de la Unesco, en París) aparentemente todavía abrió más las distancias que separan a países pobres y ricos en el intento de conseguir un nuevo orden informativo internacional. Con estas consideraciones generales como fondo podemos acercarnos al contenido del libro escrito para el Instituto Internacional de Prensa por uno de sus miembros más destacados, Rosemary Righter. Los problemas del desafío de los países del Tercer Mundo a Occidente, el imperialismo, la realidad de los mercados culturales, las voces que propugnan el nuevo orden, la mediación de la Unesco en la transmisión de este nuevo orden y otros problemas derivados del imperialismo cultural son analizados por la autora, quien aporta argumentos para ello de ambas partes y examina los hechos desprovistos de retórica y las políticas concretas, sin relacionarlas con los principios absolutos que podrían regirlas.

Rosemary Righter

Whose News? Pólitics, the Press and the Third World(Noticias ¿de quién? Política, prensa y Tercer Mundo) Burnett Books. IPI. London, 19 78. 272 páginas

En los países occidentales, sobre todo Europa y América del Norte, que mantienen una posición de dominio informativo, es axiomático que la independencia de las organizaciones de noticias es vital y que su libertad frente al control de los Gobiernos es una precondición para que exista la democracia y una garantía de la información, a la que tienen derecho los ciudadanos. La mayor parte de los dirigentes del Tercer Mundo no comparten estos criterios. Muchos de ellos argumentan que la libertad de prensa es una ilusión mantenida por el mundo de los grandes negocios y del gran capital que controla los media. Y aunque esto fuera cierto -que la libertad de información consiste en ese modo occidental-, los países del Tercer Mundo no pueden costearse ese lujo, que no es propio de sociedades frágiles como las suyas.

El Tercer Mundo, colonizado

Las razones del Tercer Mundo -viene a decir Rosemary Righter-tienen fundamento. Muchas veces las informaciones que da de los países en vías de desarrollo el poderoso mundo de las agencias occidentales son sensacionalistas, están deformadas o sencillamente no existen. En contraposición, el Tercer Mundo recibe fa información de los países industrializados que justamente no coincide con sus necesidades ni intereses. Pero las respuestas a esta situación chocan con la convicción que mantienen aquellos que creen que el desarrollo es compatible con la libertad.Existe una tendencia cada vez mayor por parte de los Gobiernos de los países en vías de desarrollo (los países desarrollados hace tiempo que lo vienen practicando) a controlar las noticias que salen del país al exterior y a.censurar las noticias que entran, «a fin de que los ciudadanos tengan una correcta versión de los hechos». En el fondo, los países en vías de desarrollo asignan a los medios de comunicación un papel de movilización de masas en el proceso de construcción nacional. Esta respuesta es orquestada -como muestra Rosemary Righter en la parte más polémica de su libro- y convertida en política de las naciones por una agencia de las Naciones Unidas, la Unesco, a la que teóricamente se le ha asignado el intento de promover la libre circulación de la información a través de todo el mundo.

Críticas aparte, la idea del nuevo orden internacional de la información corresponde a la ambición positiva de repensar los problemas de la comunicación en función de su carácter global y de su interdependencia. A esta idea se vincula el empeño de lograr una circulación libre y equilibrada de las informaciones. Parece, sin embargo, que Rosemary Righter no se ha planteado una crítica frontal a los grandes y poderosos mass media, tanto de países industrializados como en desarrollo, que consiste en descubrir su incapacidad, tal como son utilizados, de establecer una comunicación real bidireccional, entre nación y nación, entre emisor y receptor. Y la triste realidad es que numerosos impedimentos de orden institucional, tecnológico, social, económico, político e ideológico dificultan esa práctica de una comunicación completa y horizontal, que sustituya a esa otra vertical y de sentido único, y hacen estéril la búsqueda de nuevas formás de comunicación, tanto en las sociedades avanzadas como en las en vías de desarrollo.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En